unica parte.

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En lo mas lejano de una aldea en el espesor de un enorme bosque, entre los árboles se podía divisar un pequeña y humilde cabaña de madera desgastada que era bañada por los primeros rayos del sol, dentro de esa cabaña habitaba un joven fabricante de muñecas de porcelana, el joven de cabellos rojizos al sentir la luz del sol que pasaba por las rendijas de su ventana le comenzaba a calar en los párpados, comenzó a despertarse, estirando sus delgados brazos lo mas alto posible, levantándose de esa dura cama de madera y prendas amontonadas asemejando un colchón, comenzó a quitarse aquel camisón de algodón cafe, busco entre un cajon de la cómoda sacando unas vendas que comenzo a pasar sobre su brazo izquierdo y pierna izquierda, cubriendo aquellas cicatrices de quemaduras sobre su piel, una vez cubiertas esas marcas se dispuso a ponerse una camisa blanca con olanes en el pecho y encima un viejo chaleco rojo con varios remiendos y parches, encima del calzón de manta se puso un short de color guinda, al cual le sujeto un par de tirantes de resorte marrones, se puso unas medias hasta la mitad del muslo para terminar con sus zapatos marrones de hebilla plateada, acabado de cambiar camino hacia su pequeño taller, un taller lleno de moldes de yeso rotos y otros completos, pinturas, retazos de tela, ojos de vidrio, pinceles, hilo, agujas, piezas de ceramica y utensilios para esculpir; el joven camino hasta un banco de madera puesto enfrente de una mesa donde estaba un muñeca recién comenzada, el joven hizo a un lado su flequillo rojizo que le caía encima del rostro y remango su camiza blanca, tomo el rostro de aquella muñeca entre sus manos, colocándola en un soporte de madera, tomo un pincel junto con un bote de pintura para disponerse a maquillar el rostro de aquella muñeca, coloreando las pequeñas y tersas mejillas de color carmín, los labios de un tono rosa pálido, cada detalle era echo delicadamente, sin importar el tiempo cada muñeca que el fabricaba terminaba siendo una de las muñecas mas hermosas de todas. Al igual que cada parte del cuerpo de las muñecas, el también confeccionaba los vestidos y pelucas, todo era echo por el solo, sin ayuda de nadie.

Cada pieza estaba ensamblada en su lugar, el hermoso cabello color naranja que caia en rizos habia sido adornado con listones de colores que hacían juego con el largo vestido color turquesa con beige de olanes, las mejillas rosadas, labios pequeños, unos enormes ojos color miel acompañados de unas largas y rizadas pestañas, las pequeñas uñas de las manos habían sido retocadas con un esmalte traslucido dándole un lindo efecto, sus pequeños pies portaban unas calcetas hasta los tobillos acompañados de unos pequeños tacones color miel. Todo en conjunto hacia una de las muñecas mas hermosas que aquel joven hubiera creado, el joven sonrió satisfecho, tomo a la muñeca entre sus manos y la llevo a otra mesa donde habían mas muñecas dentro de cajas de madera y algunas cajas vacías, el joven pelirrojo tomo una de las cajas y metió dentro a la muñeca, cerro el broche de la caja para que está no se abriera, suspiró exastuo después de tantas horas de trabajo, metió su mano dentro de unas de las bolsas de su pantalón sacando un reloj plateado de bolsillo, presionó el botón que sobresalía del objeto haciendo que la tapa adornada con figuras de este se levantara, dejando ver la hora que las pequeñas manecillas marcaban.

Camino hacia la puerta tomando unas llaves que se encontraban colgadas en un clavo enterrado en la madera, abrió la puerta y salió del lugar, comenzó a caminar por el solitario bosque, al poco rato logro divisar la entrada al pueblo, sonrió pesadamente para después entrar a aquel lugar lleno de gente deambulando, pasando entre la la multitud abriéndose camino y recibiendo miradas de desprecio y miedo, el chico sabia el porque de esas miradas, su aspecto daba una mala impresión de si mismo. El joven solto un suave gruñido de frustración y entro a un local de vestidos para niña donde una joven rubia de cabellos largos, que se encontraba parada detrás de un mostrador de roble y cristales luciendo un hermoso vestido color miel con algunos listones y moños negros adornandole, la joven al ver al pelirrojo sonrió apliamente.

- Hola, Lily. - Dijo el chico recargando sus brazos en el mostrador mientras miraba al rededor.

- Llevas tiempo sin venir, pensaba que ya no volverías. - La mujer comenzó a buscar entre los cajones que se encontraban detrás del mostrador y seguido después saco un pequeño bolso color café atado con un cordón negro, lo colocó en la mesa y saco unas cuantas monedas de oro entregándoselas al chico, este las tomo sin contarlas y las metió en la bolsa de su pantaloncillo corto. - Esta semana no se vendió mas que una de tus muñecas.

Muñeco de porcelanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora