HECHO PARA MÍ

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JongIn era un artista, disfrutaba el pintar con los dedos, de los trazos gruesos, de los tintes mates. Se centraba en lo inasequible, en lo imperceptible a simple vista. Tanto que sus obras no podían explicarse o analizarse, eran simple y puro sentimiento. Se definían con lo que lograba transmitir al observador: ira, tristeza y, algunas veces, también felicidad.

No ilustraba paisajes naturales ni canastas frutales, mucho menos pretendía ganar reconocimiento de otra gente o dinero por sus obras.

Buscaba llenar su alma de riquezas etéreas, sin las presiones de la sociedad. De esa forma, y solo así, podía sentirse embebido en su arte, como si degustara del más delicioso viaje.

Como los poetas de inicios de siglo, él nutría su espíritu con sufrimiento, a veces pasaba hambre, otras sed y vivía en soledad a la vera de un río como un ermitaño contemporáneo.

Acompañado únicamente de sus propios demonios, atiborraba los huecos de silencio con imágenes abstractas y el chapoteo del acrílico al chocar con violencia contra el lienzo.

Jamás hubiera imaginado la fama que alcanzaría sin siquiera desearlo.

"El vino a mí en un sueño: mi musa hecho carne, tan real, tan tangible... necesito dar vida a su imagen..."

El joven de piel canela se sintió embriagado de una pasión desbordante. Nunca antes lo había visto tan claro y estaba seguro que se trataba de la esencia misma de su arte, el núcleo de su inspiración.

Precisaba pintarlo, plasmarlo en el lienzo. Eligió seda para el blanco por ser tan suave y fuerte al mismo tiempo, como los ojos de su revelación. Celoso de los tintes, decidió abrirse una herida en sus muñecas y trazar los contornos con el carmín de sus venas. Porque nació de él y debía de esa forma materializarse como una extensión de su cuerpo.

Como si lo hubiera dibujado toda su vida, trazó el contorno de su rostro y sus mechones de cabello, los cuales parecían haberse acomodado con el viento. Bajo estos finos trazos, unas frondosas cejas le proporcionaron la expresión justa entre lo delicado y lo rudo, lo claro y lo oscuro, en perfecta sintonía.

Continuó con unos enormes ojos que parecían observarlo con vehemencia. Delineó su perfecta nariz que, hacia puente a unos gruesos labios, lo imaginó con una sonrisa celestial formando con aquellos suaves belfos la delicada figura de un corazón.

En aquel punto, se encontraba en el más profundo de los trances, se embriagaba con el contraste entre rojo y el níveo fondo. Casi podía sentir el suave tacto de su chico bajo sus manos mientras perfilaba su estilizado cuello seguido del relieve de sus clavículas deseando, por un momento, enterrarse en el hueco que se forma con sus anchos hombros.

Sus brazos se veían fuertes, pero también parecían tan frágiles cual porcelana fina de esos que brindan calidez y contención en la medida justa.

Su amplia espalda podía soportar el peso de sus penurias y su pecho, cuando sus manos trabajaron en él, un temblor fino de apoderó de ellas, pues JongIn deliraba con estarlo tocando de una forma tan íntima, tanto que sus sentidos lo traicionaban percibiendo los jadeos de su musa al momento de puntear sus pezones. Fue especialmente atento en esa zona, como si los acariciara.

A manos llenas esculpió su apenas trabajado abdomen marcando el más mínimo relieve, imaginando sus lunares como una gloriosa constelación en el blanco de su piel.

JongIn sintió que dejó de respirar cuando descendió peligrosamente hasta su virilidad. Como un dedicado amante comenzó a trazar sus márgenes con la yema de sus dedos. Tragó duro cuando lo oyó gemir, sintiéndose estremecer al elevar la vista, solo por una fracción de segundo su rostro: podía jurar que las expresiones de su creación habían cambiado, como si reaccionara al movimiento de sus manos.

HECHO PARA MÍ // KaiSoo Halloween ChallengeWhere stories live. Discover now