08:57 am.
Los tres golpes matutinos de mi madre en la puerta de mi habitación fueron mi despertador e indicaban que eran alrededor de las 09:00 am.
Aun con los ojos entre abiertos y dando un gran bostezo, busqué torpemente mi celular entre mis sabanas hasta que logré encontrarlo, tenía una pequeña luz parpadeando, le di un pequeño vistazo y noté que era un recordatorio, traté de abrir por completo los ojos y sacarme las legañas para poder leerlo mejor: "Es sábado por la mañana, día de limpieza de la casa y regaños absurdos de mi madre, lárgate ahora de ahí". Medio sonreí y me dispuse a retirarme lo más pronto posible; era raro, ya que no recordaba haber agendado aquella nota pero no le di importancia, he estado muy olvidadiza últimamente. Pensé en ir al parque de siempre, uno cercano a unos edificios abandonos, el lugar el cual era prácticamente mi "literal lugar feliz", todo debido a que era demasiado calmado por la exclusión del ruido cotidiano.
Me levanté rápidamente y me sentía algo mareada, con un poco de vértigo, así que de manera casi segura lo asocié a los tantos y hermoso efectos secundarios de mi droga, porque el que por mi cabeza pasara: "Oh mierda, estoy embarazada" era imposible tomando en cuenta que no soy de esas que se acuestan con cualquiera y además, no tenía novio desde hace como un año.
Al salir de mi habitación luego de cambiarme y después de una pequeña ducha que tomé, trate de acomodar mi cabello de manera espontánea con algunos ganchos, era algo complicado ya que lo tenía ondulado y largo; era lo único que me gustaba de mi cuerpo. Me di un pequeño vistazo en el espejo y lucia pasable con excepción de esas ojeras de mapache que tenía.
Al pasar por la cocina, noté a mi mamá de espaldas hacía la sala, en donde yo estaba viéndola lavar de manera robótica y con un mandil rojo que nunca le había visto puesta, eché una mirada a la estufa y ¡Oh, sorpresa! No había nada allí, inferí por milésima vez que hoy no tomaría desayuno en casa, "Gracias madre, púdrete" - pensé mientras agarraba mi abrigo y gorra del perchero, tenía algunos billetes en mi bolso, por lo que no me preocupaba el hecho de morir de hambre en el transcurso del día. Salí del casi tenebroso lugar sin mediar palabra alguna, total, a ella poco le importaba si llego a casa esta noche, o mañana, o pasado, o el otro mes, o ni llegue, da igual. Mientras iba hacia la puerta noté algo raro en su labor robótica cotidiana, algo inusual pasaba creí, pero ni me molesté en preguntar, ya conocía sus respuestas.
El ambiente se sentía pesado, con una neblina que era muy escalofriante, el sol no se mostraba y no habían luces que desviaran las millones de microscópicas gotas que flotaban en el aire; suspiré hondo con una sonrisa en el rostro y me dije: " Un perfecto día" . El interés de mi madre hacia su hija Sam, desecharon totalmente las ganas de un exquisito desayuno, ¿Acaso así sería el resto de mis días? De ser así desaparecería en algunos años considerando lo delgada de mi figura.
Al pasar la primera cuadra, una sensación de extrañez me abordó de repente, había dado varios pasos sin que Eliot me haya sorprendido con algunas de sus bromas, claro, obviamente no extrañaba esas estupideces que él hacía, solo que era como una rutina diaria el que me reciba tirándome bolas de nieve o asustándome por atrás. Di media vuelta para tratar de buscarlo pero la niebla me lo impedía, el paisaje era totalmente desolado, alcé los hombros como gesto de ignorancia y seguí mi caminata hacia mi parque.
Al llegar, luego de algunos largos minutos, atravesé una cerca de alambres que hace tiempo había roto con algunas herramientas, caminé una cuadra y volteé hacia la derecha y allí estaba aquel parque, con unas cuantas bancas de madera que aun parecían estables y una pileta en el centro de todo, que había dejado de funcionar hace muchos años. Me emocionaba cada vez que llegaba, me sentía como niña en una tienda de muñecas, ese era mi lugar preferido, podía gritar y maldecir sin algún otro ruido más que el de mi eco por entre los edificios.
Al echarme en una de las bancas cercanas a la pileta central, me puse los audífonos y le di "play" a mi música con todo volumen, como siempre solía escuchar. Luego de tararear la letra de una de mis canciones favoritas, estaba recordando aquel 23 de octubre del 2004, mi madre discutía una vez más contra mi padre, los insultos estaban inundando el hogar y yo estaba muy asustada, abrazaba mi almohada en un rincón de mi habitación, las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas y mojar mi peluche improvisado. De pronto se escuchó un vidrio romperse. Ya estaba harta de esa situación, era lo mismo casi todas las semanas, me aferré más a mi almohada para sentir un poco de consuelo, cerré los ojos bruscamente y di un pequeño sobresalto cuando escuché otro vidrio romperse y que alguien cayó al piso. Al momento, mi padre abrió las puerta de mi cuarto y tembloroso me buscó con la mirada algo húmeda, y entonces me vio allí, tal cual niña asustada llorando en una esquina, solo inclinó su rostro delicadamente como gesto de lamento y cerró la puerta, noté que su brazo sangraba lentamente y empecé a gritarle desde mi lugar : " Papá lindo, no te vayas de nuevo, ayúdame, abrázame, protégeme, te necesito por favor" el llanto cesó mis entrecortadas suplicas y me quedé quieta y con la mirada perdida en mi puerta al no escuchar respuesta alguna, más que la de un portazo, en gesto de despedida.
"Ya estoy aquí Samantha" – alguien susurró, rompiendo el alto volumen de mis audífonos y rescatándome de aquella laguna mental. Sequé algunas lágrimas que estaban recorriendo mis mejillas mientras me acomodaba para sentarme y frente a mí estaba un chico de mi edad, ojos café y cabello lacio marrón oscuro. Sonreí al verlo, me quité los audífonos y rápidamente le aparté lugar en la banca y le hice un gesto con la mano en la parte libre del lugar para que se sentara y él asintió.
-"Otra vez las lagunas, sabes que eso es malo para ti" – Dijo él rompiendo el silencio
-"Solo me dejé llevar, no pude controlarlo, lo siento" – respondí desviando la mirada como gesto de nerviosismo.
-"Descuida, déjame ver ese progreso..." – decía mientras se acercaba más en dirección a mis brazos.
Alcé las mangas de mi abrigo sin ningún problema, sabía lo que él quería ver, mis antebrazos estaban relativamente mejor a comparación de hace unas semanas, ya no tenía rastros de cortes recientes, ni heridas con cicatrices húmedas.
-"Me siento orgulloso de tu progreso" – dijo, pero no pudo aguantar el llanto y lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, envolviendo su hermosa mirada con dolor. El hecho de ver esos dibujos por todo mi brazo le afectaba y entendía el porqué, supuse que él también había pasado por eso pero nunca se lo pregunté, solo me limité a compartir el llanto. Se paró luego de algunos minutos de silencio y me abrazó fuerte porque yo también le acompañaba en su llanto, recibí su afecto con mucho gusto ya que era un consuelo mutuo.
-"Sigue así campeona, tengo que irme porque mi madre me llama" – dijo él y sin esperar respuesta mía, dio media vuelta y comenzó a caminar hacia los edificios.
-"¡Hey espera!, aún es demasiado temprano" – le gritaba mientras me paré para ir por él, pero había algo que me detenía, quizás era el hecho de aceptar y entender que él necesitaba su momento a solas pero enserio quería que no se fuese. - ¡Regresa! - volví a gritar, su compañía me hacía bien, aun tomando en cuenta de que yo disfrutaba el estar sola y casi siempre buscaba eso, pero desde que lo he visto, todo cambia con él, era bueno escuchando y comprendiendo. Sweets era más que una compañía para mí, lo sabía, él me hacía sentir así.
Vi cómo se perdía entre la lejana neblina mientras me volvía a sentar y tiraba mi cabeza hacia atrás con mis ojos cerrados, empecé a llorar y gritar, parecía hacer pequeñas pataletas como una niña consentida, me cansé muy rápido y poco a poco toda yo se relajaba y quedaba quieta, y así fue, allí me quedé por unos segundos. Empecé a escuchar unos fuertes ruidos provenientes de entre los edificios, cada vez se iban incrementando y mi adrenalina ya estaba al cien por no saber lo que me esperaba ahora.
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Hall Rose
RandomSamantha Hall Rose es una chica de 18 años quien ha pasado por mucho desde su infancia lo cual a repercutido en toda su actitud actual. Juntos a sus dos mejores amigos emprenderá caminos que poco a poco la ayudarán a mejorar como persona llegando a...