Parte única

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Se sentó en el sofá de la sala con un té caliente entre sus manos, las cuales protegió tirando de las mangas del viejo cárdigan que solía vestir cuando se encontraba sola en casa. La prenda era una reliquia entre sus pertenencias y a pesar de que encontrara desteñida, deshilachada y maltratada por el paso de los años, Yerin se mantenía atesorando aquel retazo de tela, regalo de su madre por su decimocuarto cumpleaños y que desde aquel entonces conservaba como parte importante de su guardarropa. Lo acompañaba con un pijama de cuerpo completo, adecuado para frío invierno que azotaba Seúl y para un aburrido día domingo, sin nada más que hacer además de descansar.

Reclusa entre las paredes de la sala, Yerin se encontraba estirada sobre el sofá, divagando sobre la vida, lo acontecido en las últimas semanas y lo que tendría por hacer los próximos días. Pronto regresaría al trabajo y se vería en la obligación de abandonar la tranquila rutina que estableció (sin mucho esfuerzo) durante el periodo de vacaciones. Sacudió su cabeza. De tan sólo pensarlo sentía una presión sobre la boca del estómago, no estaba lista para renunciar a su preciado tiempo libre, sobre todo porque significaba reducir las horas que compartía con su persona favorita. En años pasados la preocupación no había sido tan elevada como en el presente, un año atrás se hubiera resignado a regresar a la producción, no obstante, en la actualidad era inevitable lamentarse por el desafortunado hecho.

La causante de sus lamentos tenía nombre y apellido, Hwang Eunbi, a quien conoció por una extraña circunstancia hace casi tres meses atrás.

¿Cómo se volvieron tan cercanas? Yerin no podía explicarlo, los días pasaron tan rápido que no tuvo tiempo para pausas, tomar un respiro y hacer un recuento de todo lo sucedido. De la noche a la mañana Eunbi, o SinB, como solían llamarla sus cercanos, se había vuelto indispensable en su vida, tanto así que no podía pasar un día sin saber de ella.

Amar cada parte de Eunbi no era algo que esperaba, fue espontáneo y sin presiones. De los pies a la cabeza, cada pieza que la conformaba encajaba perfectamente con la de Eunbi.

Por otra parte, formar lazos no era algo en lo que Yerin tuviera experiencia. No hacía amigos con facilidad, su falta de interés siempre terminaba afectando las relaciones que mantenía con terceros y alejando a todo aquel que intentara acercarse. Creyó encontrar amigos cercanos en el pasado, pero eventualmente, con el transcurso del tiempo, terminaron por desaparecer sin dejar rastro. Y ahora, aunque fuese prematuro, podía asegurar que con SinB sería diferente. Sentía seguridad a su lado. Cuando tenía un problema o algo anecdótico ocurría en su día a día podía contárselo y de forma inmediata recibir un consejo, palabras de aliento o un reconfortante abrazo. La tranquilidad que la embargaba cada vez que ella estaba ahí para escucharla o simplemente para acompañarla, era indescriptible. Eunbi lo era todo, en donde podía ser ella misma sin miedo a ser juzgada y sin temor al rechazo. A Yerin le harían falta dos o tres vidas para recompensarla por todo lo que le daba, sin esperar nada a cambio.

Porque SinB era su hogar, o incluso más que eso.

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