Capítulo 1. Llegada.

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El traqueteo del tren la hizo despertarse. Era como una de esas películas. Melancólica miró a través del cristal, la lluvia se deslizaba ante un panorama gris desolador, todo estaba muerto más allá de la colina. En un desgarre abrió los ojos. Las 9:00. No necesitaba saber qué hora era, aún así lo comprobó mirando el reloj flotante al lado de su cabeza, las 9:00. Hora de regar las plantas. Por supuesto que regar las plantas era lo primero. Se levantó y su pié descalzo rozó el suelo en un escalofrío que le hizo levantar inmediatamente la rodilla a su tacto. "Probablemente sea invierno" pensó. No es que sea posible diferenciarlo desde esta estación apartada a tantos y tantos kilómetros del planeta Hogar 6. Su planeta natal.

Se puso las zapatillas de andar por casa, la bata plateada con ese tacto tan sedoso y particular. Olía un poco a usado, un poco a ella. Cogió el difusor y se acercó a su hilera de plantitas, "sus hijas", todas identificadas correspondientemente con el nombre y la familia a la que pertenecían. Alguna era creación suya, bueno, no únicamente suya, de su antiguo laboratorio. La jefa le permitió llevarse a sus cinco favoritas mientras se despedía: "No pongas esa cara, ya verás como estás aquí de vuelta más pronto de lo que piensas". Sin pensarlo mucho presionaba los botones del difusor, seleccionando a cada vez los nutrientes necesarios, cantidad de agua, fertilizantes; presionaba el gatillo y la mezcla caía suavemente. Veía las partículas brillando en el aire, su momento favorito era cuando en la hoja se formaba por fin una gota y más aún cuando corría por el borde hasta caer, ¡plop!

Cuando terminó, suspiró. Era el día de irse.

Se tiró en la cama bocabajo y hundió la cabeza en la almohada repitiéndose que no quería irse. Se incorporó a los pocos minutos y echó una mirada a su alrededor. Estaba todo realmente desorganizado. Se sentía fatal. No le gustaría dejar la casa en ese estado pero no tenía fuerzas para ponerse a recoger, limpiar o algo de similar esfuerzo, así que finalmente se vistió. Ropa cómoda pero elegante, tenía un estilo único que a menudo hacía que los demás se preguntaran su edad, parecía una niña en su forma de vestir pero visiblemente era una adulta.

Se puso un lazo negro en el cuello y ya estaba lista. La maleta llevaba días hecha. Le dieron el aviso y fue lo primero que hizo. A penas eran las 9:30 y ya estaba lista. Aún quedaban horas por delante para su importantísimo viaje pero le daba igual. Volcó la última imagen que le quedaba de Alex en el recibidor, apagó las luces, activó los códigos de seguridad y cerró la puerta. Sus plantas estarían solas durante...a saber cuánto. No quería pensarlo. Obviamente tenían todo lo necesario para sobrevivir hasta que ella volviera. No es que Janet fuera a olvidarse de algo tan crucial.

Comenzó a caminar por la estación Vecindario C, está habitada por científicos de todo tipo de campos, tienen una sociedad ordenada y tranquila. Excepto los viernes, cuando salen de trabajar beben pócimas espirituosas, algunas creadas por ellos mismos. Forman mucho jaleo pero a las 12 están todos acostados como buenos niños. Javier que justo salía de casa saludó a Janet:

- ¿Janet? ¡Hola guapa! ¿Cómo estás?

El pobre Javier sólo obtuvo como respuesta el sonido de los ruedines de la maleta. Janet no estaba dispuesta a dialogar... con nadie de lo sucedido y así iba a continuar.

Con toda la prisa que se tomó no tardó en tomar el metro que la llevaría al hangar exterior. Empezaba a notarse nerviosa. No quería que la reconocieran así que miró al suelo todo el trayecto. Le temblaba la pierna. "Que no aparezca otro Javier...Por favor...".

Acabó bajando la guardia y echándose una cabezada...

De apenas unos segundos, no podía permitirse el riesgo. Tras una hora de tensión llegó.

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⏰ Last updated: Nov 04, 2017 ⏰

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Wild JanetWhere stories live. Discover now