Después de buscar rigurosamente la cadena que utilizaba cuando era pequeño, Nicholas ordenaba su habitación para poder dejar en casa de su madre el preciado recuerdo de su infancia, el cual iba a pasar a su hermano menor Daniel. Se quedó observando el sobre que hace unas semanas había llegado a su puerta. No iría, no deseaba tener problemas con Selena ni con ningún miembro de la familia de Pamela. La señora Miller no había mencionado nada acerca de ir a fiestas de cumpleaños, pero no se arriesgaría.
Sin previo aviso, sintió un cuerpo pesado caer sobre el colchón. Alessandro, amigo suyo y de Pamela desde que eran pequeños, eran inseparables. Siempre que realizaban una actividad en la escuela, se aseguraban de que todos podían ir antes de entregarles el permiso a sus padres.
—¿Qué tal ternura? —preguntó en tono burlón el castaño sujeto—. ¿Qué es eso?—El mayor tomó el sobre y lo abrió para poder leer el contenido. Lo repasó una y otra vez, en especial la parte en la que decía el nombre de la cumpleañera—. ¡Vas a ir a Los Ángeles en dos días y no me habías dicho nada, vas a ver Pamela!
—En eso te equivocas, no iré —afirmó el moreno, quitándole la carta a su amigo—. No quiero problemas con Selena.
—¡Debes estar bromeando!, babeas por Pamela desde que te conozco. Esta es probablemente tu última oportunidad de no morir solo y viejo —exclamó Alessandro. Nicholas observó con desagrado a su compañero.
—Eso no es cierto, Pamela ahora solo forma parte de un recuerdo. Dudo siquiera que siga siendo la misma, ¿acaso no has visto esa invitación?—mintió Nick. Hizo una pausa para poder tomar aire y continuar hablando—. No sé tú, pero a mí no me recuerda nada a la Pamela que conocemos. Además, tendría que llamar a "confirmar mi asistencia" y no tengo el dinero suficiente para conseguir un vuelo a Los Ángeles en dos días. —Sin que se diese cuenta, el de los ojos chocolate le lanzó su móvil, el cual se encontraba marcando un número. Se colocó el aparato en la oreja y esperó a que sonara.
—Buenos días, residencia Miller —contestó una voz femenina entre risas—. Habla Soila Vaca ¿en qué puedo ayudarlo?
—Hijo de puta —susurró el de los ojos aguamarina, tapando el micrófono del teléfono—. Buenos días mi nombre es Nicholas Anderson... —Fue interrumpido por la voz anterior, pero está vez ya no sonaba burlona, era su voz, ¡era Pamela!
—¿Nick? —cuestionó la de cabellos castaños, al mismo tiempo que los cuchicheos de sus amigas cesaron para observarla asombradas.
—¿Pamela? —dijo él. Tomó del brazo a su amigo y lo sacó de la habitación, para así poder hablar tranquilamente con la muchacha.
—¿Llamas para confirmar que vendrás? —habló ella, con un toque de desesperación. El pelinegro, se pasó las manos por el cabellos pensando en las palabras correctas para decirle que no.
—Pam, quisiera ir, pero no tengo dinero para comprar los boletos —confesó con vergüenza el mayor, recostándose de espaldas sobre su cama.
—No es necesario, irán a buscarte y te traerán aquí —afirmó la de los ojos cafés. Ella, se echó boca arriba sobre el gran sillón de la oficina de su padre, ignorando por completo la presencia de sus dos amigas—. Te prometí que volveríamos a vernos. Me ha costado convencer a mamá, pero ha terminado por aceptar.
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Como cuando éramos niños
RomanceUna vieja amistad vuelve a encontrarse, después de cinco años sin saber nada de ellos. Él, planea decirle lo que siente desde niños. Ella, quiere aclarar sus ideas. Pero los problemas son inevitables... ¿lograrán superarlos?, ¿o se verán obligados...