CAPITULO 3

22 2 2
                                    

La alarma suena despertándome de mi adorado sueño, con un previo quejido de Susan pidiendo que apagara el ruidoso aparato. Apago con un golpe el reloj, me siento en el borde de la cama y me estiro lo más que puedo, en mi rostro se forma una amplia sonrisa ¡hoy es el día! Hoy es el cumpleaños #29 de Mr. Joseph Parrish. Hoy en la noche, podré hablarle y confesarle mi amor.

—¡Vamos ya! ¡Despierta! —Demando dándole una palmada en el trasero a Susan.

—Cinco minutos más —Balbucea.

—¡Cinco minutos nada! Vamos, ya es tarde y hoy es el día —anuncio con felicidad.

—¡Jodete! —Exclama Susan tapándose la cabeza con la almohada.

Ruego los ojos y me dirijo al baño para asearme y cepillarme los dientes. Pasadas 15 minutos, salgo del baño para colocarme mi odioso uniforme de sirvienta y aún Susan sigue dormida, observo la hora —no es tan tarde—.

Termino de vestirme y maquillarme y Susan nada que despierta, me dirijo a la jaula de Foster y lo sostengo con mis manos.

—Bien amiguito, necesito que te luzcas como tú sabes —le hablo al pequeño animalito que yace sobre la palma de mi mano limpiando su rostro con sus pequeñas patitas.

Me coloco al frente de Susan y coloco a Foster cerca de su cara y me rio mientras observo como rasguña su nariz y ella despierta saltando de la cama gritando.

—¡Maldición, Helen! ¿Quieres que asesine a Foster de un manotazo o qué? —Grita Susan evidentemente enojada.

Estoy privada de la risa y al escuchar su comentario mi risa se apaga mientras imagino a mi hámster muerto al ser destripado por los golpes de Susan. Tiene razón, fue muy mala idea despertarla de esa forma.

—Lo lamento, no lo volveré a hacer, pero es tarde —Me disculpo encogiéndome de hombros.

Susan gruñe y se dirige al baño. Vuelvo a colocar a Foster en su jaula, le doy sus nueces y salgo de mi habitación.

Camino en dirección a la cocina para tomar mi desayuno y me consigo a las chicas sentadas en la mesa desayunando, tomo mi desayuno y me siento en la mesa.

—¿Saben que escuché chicas? —Escucho a Lucy hablar—. Que Helen, vió desnudo al señor Joseph y ni siquiera fue capaz de seducirlo, yo me lo hubiese tirado.

—Yo ya me lo tiré y lo hace delicioso —Le responde Santana.

Las escucho hablar y mi rabia comienza a crecer.

—¿De verdad? —Le pregunta Marsella.

—Si, hace un mes, estaba muy borracho pero para mí no fue ningún deshonor calentar su cama. —Comenta Santana.

Termino mi desayuno lo más rápido que puedo y salgo rápido de la cocina dejando atrás los sucios comentarios de mis compañeras de servicio. Cabe destacar que no es mentira lo que dijo Santana, más de una ha sido el cuerno de Alana. Menos yo. Si bien es cierto, Joseph nunca se me ha insinuado, de hecho, siempre me evita y las veces que nos hemos topado siempre me ha tratado con el sumo respeto sobre una dama.

Me dirijo al cuarto donde se guardan todos los materiales de limpieza para preparar el trapeador cuando se escucha un estruendoso grito, la curiosidad me mata y corro en dirección a él.

Entro al recibidor y encuentro a Alana saltando sobre uno de los sillones y gritando al mismo tiempo. En ese momento también entra al salón Joseph.

—¿Qué sucede, Alana? —Pregunta Joseph preocupado.

—¡UNA RATA, UNA RATA! —Chilla Alana.

En ese momento observo a Foster salir corriendo hacia mí de debajo del sillón donde se encontraba Alana.

CENICIENTA SIN TACONES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora