PARTE I

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El comienzo del día era marcado en Alma Toran a través de los primeros rayos de Sol que comenzaban a iluminar el reino, por lo que todos los habitantes comenzaban con sus jornadas diarias. Esto no era diferente para los reyes de aquel magnifico reino, quienes también comenzaban sus labores para que la prosperidad del reino perdurara.

El rey Solomon y la reina Sheba junto con los líderes de otras tribus y sus amigos, lograron derrocar la dictadura del Rey David, esto llevo a muchos sacrificios y lágrimas, pero al final se obtuvo la recompensa. El viejo David había muerto y con él, la idea de que el ser humano era superior a las otras especies.

Se había llegado a un acuerdo entre todas las tribus para que ninguna atacara a otra, de esta forma, cualquier problema interno debía de ser discutido primero con los reyes de Alma Toran y de ser necesario se realizaría una audiencia entre los demás líderes de las tribus para poder llegar a una solución.

Todo se había logrado mantener en paz y orden después de la muerte de David, los reyes Solomon y Sheba por fin pudieron ser un matrimonio de verdad como la pelirosa siempre deseo, y esto quedó reflejado a través del nacimiento de su amado hijo Aladdin.

El príncipe nació rodeado de amor, cosa que se vio reflejada en su carácter dulce y bondadoso, así como en las acciones que proponía para poder ayudar al reino. De esta forma el príncipe se volvió también una persona amada, no solo por sus tíos, si no también por los habitantes de su reino y de las diferentes tribus.

Sin embargo, el príncipe había heredado no solamente el físico de su padre, si no también la curiosidad y el ansia de obtener conocimiento, por lo que, a sus 16 años, ya había vivido un sinfín de aventuras. A veces las vivía con su hermano Tess, otras veces lo hacía solo, pero era innegable lo mucho que disfrutaba viajando y explorando por todo el mundo.

Para nadie era sorpresa que de repente el príncipe desapareciera por días y semanas y solo dejara atrás una nota en la que explicaba vagamente hacia donde se dirigía.

Era un enorme disfrute el poder oír las historias de sus aventuras relatadas en las cenas o reuniones entre los jefes de las tribus. Todos decían que oír las historias del príncipe Aladdin, era como si las estuvieran viviendo en persona.

Pero Aladdin no opinaba lo mismo, sus aventuras habían sido increíbles, todas y cada una de ellas, sin embargo, no sentía que su modo de contarlas de verdad reflejara los sentimientos que vivió cuando ocurrían.

Para su suerte, conocía a alguien que si podía hacerlo.

Apenas salieron los rayos del sol, también comenzó con la rutina en el castillo, la cual consistía en desayunar, realizar un entrenamiento de esgrima con su tía Arba, ir al laboratorio de su tío Ugo para platicar acerca de los avances de su investigación, a veces su padre lo consultaba para algún asunto del reino, o su madre le pedía que la acompañara a alguna tribu para hablar con los jefes de la tribu.

Sin embargo esa mañana, ninguno de sus padres lo solicito para algo, por lo que se dio cuenta que ese día podía escabullirse del palacio.

A pesar de que quería mucho a toda su familia y le gustaba hablarles sobre todo lo que veía, existía algo que no le había contado a nadie, ni siquiera a Tess. Era su secreto.

Sus pasos atravesaron el reino en donde muchas personas lo reconocieron y saludaron con respeto y otras le obsequiaban alguna fruta. De ese modo llego hasta la plaza central, en donde se encontraban la mayor cantidad de mercaderes, pero aun así había un espacio que algunas personas rodeaban y parecían entretenidos con lo que veían.

HorizonteWhere stories live. Discover now