Señor, ella no

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Mi hermano y yo viajábamos apurados, no dos, sino tres paradas faltaban para llegar a nuestro destino. Un hombre viejo viajaba sentado junto a una joven mujer, se miraban como si no se conocieran, pero sonreían cómplices, en de una historia que solo llego a suponer.

Él era... Era jardinero, trabajaba en el hermoso jardín de la joven mujer. Ella era una abogada de familia, amaba las flores como le amaba a él. Faltaba ya una parada cuando ella bajó, indiferente, y él la miraba con melancolía –¡Que bella mujer!– pensó –Ojalá la vuelva a ver...– y sólo siguió sentado.

100 palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora