Parte única

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Ikkun.

¿Qué era Ikkun para él?

Habían sido comparados con hermanos durante mucho tiempo, pero eso no lo veía con buenos ojos. Ningún hermano mayor marcaría con cicatrices al menor, solo por celos, ni se disculparía como si no fuera nada importante. A pesar de haberlo perdonado, Rui seguía teniendo pesadillas con el día en el que lo tiró por la ventana.

— ¿Por qué...? ¿Por qué tienes que ser así? Es tu culpa que me odien. —su hermano miró con odio al chico de catorce años, con el mismo odio con el que miraba a sus padres siempre que alababan al menor— Todo es tu culpa... sería mejor que murieras... —y así, lo empujó hacia la ventana de su habitación. El cristal se rompió y Rui cayó al suelo desde el segundo piso.

Los vecinos vieron la escena y llamaron a la ambulancia, cuatro días dormido después despertó en el hospital con una escayola en la pierna derecha, otra en el brazo y para finalizar vendajes que cubrían su cabeza, su cuello y parte de su pecho.

Su hermano fue llevado a un hospital psiquiátrico después de eso. Le prohibieron ver a Rui por dos meses, y después de charlar con sus padres pidió perdón como si solo le hubiera robado un caramelo. Eso debía ser para él, desahogar su rabia en el debía de haber sido como robarle un caramelo a un niño, algo tan fácil sin resistencia por parte del menor.

Pero no podía responder con odio, él quería perdonar a su hermano, no era su culpa estar mentalmente enfermo. Seguiría queriendo a su hermano aún si él lo odiaba, porque de eso se trataba ser familia, ¿no? Quererlo y que él lo odiara, así iba a ser siempre.

Otra vez acababa pensando en él. ¿Por qué no podía relacionar el amor con algo feliz? Soltó un suspiro y se levantó de la cama. Extrañamente se había levantado antes de que Kai fuera a despertarlo. Necesitaba aprovechar esa oportunidad. Con pasos suaves y silenciosos se acercó a su escritorio, dentro del cajón guardaba lo que necesitaba en ese momento.

Su cuchilla.

Levantó la manga izquierda de su pijama y acercó el arma para comenzar a cortar y atravesar su piel hasta que sangrara. Pero una mano lo detuvo antes de que pudiera hacer nada, lo agarraba de la muñeca derecha y lo obligaba a soltar la cuchilla.

—Rui, sabes que puedes hacerlo— Iku lo animó con una sonrisa —Ikkun... por favor... lo necesito...— susurró con lágrimas en sus ojos. Todos los miembros de Procellarum sabían de la depresión que tenía desde el accidente, e intentaban ayudarlo a superar el daño que había hecho su hermano. Casi lo conseguían, llevaba tres meses sin lesionarse, le alejaban todo lo puntiagudo al solo sospechar que estaba triste, pero ni con su propio esfuerzo y el de cinco personas más podría dejarlo.

Había llegado al punto de romper sacapuntas para usar sus cuchillas, pero siempre lo habían parado antes de hacer nada. Esta vez no fue diferente, Ikkun usó de mala gana su fuerza en la muñeca de Rui hasta que el arma cayó al suelo. Solo entonces lo abrazó, comenzó a acariciar su cabeza con cuidado mientras que el hijo de Junio se desahogaba en su hombro.

— Puedes seguir así, eres más fuerte que eso. Estamos contigo, Rui — las palabras de Iku conseguían tranquilizarlo, pero dependiendo del día, ya fueron varias veces en las que acabó con morados a causa de los golpes de resistencia de Rui. Por suerte ese día solo quería ser abrazado y mimado, así que una vez tranquilo lo llevó hasta el comedor, dónde todos desayunaban.

— Ikkun, estabas tardan-— You se interrumpió al ver los ojos rojos e inflados de Rui — Hey, hey, ven a sentarte al lado de You-nii, que te dará su ración de pudin —se levantó y fue a rodear los hombros del pequeño para llevarlo a la silla de su lado, pero él se enganchó a Ikkun antes de que el pelirrojo pudiera siquiera tocarlo. Yoru negó con una sonrisa a You, indicándole que lo dejara estar — Venga, comed antes de que se enfríe el desayuno —

Los dos menores se sentaron juntos, como era de esperar. Iku comía tranquilamente, en cambio Rui miraba cabizbajo el pudin de su plato: se lo habían servido antes del resto del desayuno para animarlo, pero no tenía hambre ni para su amado postre — Tienes que comer algo Rui. Vamos, di ah~ — el moreno acercó la cuchara a la cara de Rui, como si fuera un niño pequeño que no supiera comer.

Ese día, Ikkun se volvió sinónimo de héroe: evitó que Rui se hiriera, le secó las lágrimas y cuidó amablemente de él todo el día (incluso durmió en su cama, a petición del menor). Tal vez era eso, Ikkun era el héroe de Rui, el príncipe que lo sacaría de la torre de dolor que había creado él solo, el caballero de brillante armadura que lo protegería del monstruo llamado "vida".

El chico que lo salvaría de sí mismo.

Sálvame de míWhere stories live. Discover now