Aquella embestida seguida de un rugido ensordecedor fue surreal, salí despedido por los aires, hasta impactarme contra una estalagmita de hielo, la embestida logró su cometido, me desmayaba por segundos y volvía en sí, literalmente sangraba por todos lados, sentía como mis huesos rotos se separaban en el costillar izquierdo, me había quedado sordo, mi cuerpo estaba congelándose.
No podía ver una mierda, mi vista estaba borrosa, distorsionada por la bomba destello que arrojó Duma, y descuidé al mirar, no lo volví a pensar dos veces, traté de reincorporarme, tomé mi gran espada y la clave en el suelo, mientras me apoyaba sobre ella para levantarme, era una tortura mover cada musculo de mi cuerpo, sentía que mis nervios se desgarraban, volví a desmayarme.
Desperté, Evelyn estaba a un lado mío, podía ver su pequeña y adorable cara, cubierta de cicatrices, sus pupilas estaban agudizadas, volví a tomar mi espada, pero ella me detuvo.
- ¡No te muevas! – exclamó.
A pesar del estado grave en el que se encontraban mis tímpanos, sus estridentes maullidos eran claros y concisos, lo que indicaba una baja recuperación de mi estado.
A la distancia divisaba a Duma cubriéndonos la espalda, sus heroicos gruñidos denotaban valentía, el Felyne esquivaba cada golpe y contra atacaba en los momentos más cruciales, por su apariencia asumo que ya llevaba rato defendiéndonos, no tenía rasguño alguno, pero sus movimientos lentos lo delataban, se estaba cansando, el espíritu de lucha era lo que lo mantenía de pie, haberlo acogido después de que su amo lo dejara a la deriva en aquella misión de caza, ha sido la mejor decisión que haya tomado.
Evelyn, con el porte de una enfermera profesional, retiró cuidadosamente la armadura de Blangonga de mí, vaciaba todo el botiquín de emergencias sobre mí cuerpo desfallecido, masajeaba el torso y heridas con cera y las envolvía con gasa médica, revisaba si tenía fracturas, o si un órgano fallaba.
- ¿Qué fue lo que pasó? - pregunté con una voz moribunda.
- ¡Nada!, ¡Fuimos atacados!, eso es todo! – gritó sarcásticamente, mientras sacaba del bolso una flauta de salud, con la cual tocó una dulce melodía; Una energía revitalizante rodeaba mi cuerpo, fue como si volviera a nacer, todos mis estados volvían a la normalidad, recuperaba la movilidad de mi cuerpo, podía sentir mis nervios desenredarse como si fueran nudos, recuperé el sentido del oído y la vista.
Dirigí mi vista al frente, quedé paralizado de miedo, solo quería volver a desmayarme.
- ¿Qué clase de cazador soy? – pensé.
Me reincorporé y volví a mirar hacia al frente, aquello que era borroso, era más claro que nunca, la criatura era más grande que un Popo, de unos 5 metros de longitud, con una mandíbula afilada que se abría casi noventa grados, dos grandes alas, cuatro patas muy desarrolladas, veloz a terreno abierto, peligroso en distancias cortas, el título que portaba su nombre, hacía honor a su aspecto.
Es increíble, que después de tantos años, de escuchar historias, historias que soldaron vivencias de los guerreros de la aldea, años de nunca ser avistado por estos rumbos, aparezca frente a mis ojos, ante un cazador de clase media, que solo se alistó para misiones de rango bajo y medio, con dos Felyne, cada uno con un pasado tan lúgubre, como él mismo.
Esa mañana había salido con el objetivo de traer hierbas medicinales, con una Felyne médica y un Felyne cazador, a la salida, la jefa de la aldea le advertía como siempre.