—¡No toquetees mis cosas, Finn! —chilló el joven peli rosa.Hoy no estaba precisamente de buen humor, y que el pesado de su amigo el humano estuviese revolviendo su ordenado cuarto no ayudaba. Ni siquiera había una razón para estar tan malhumorado, quizás fuese el hecho de que mañana tuviese su primer día de clase. Es inevitable no ponerte nervioso cuando vas a empezar a un nuevo colegio, y más si siempre has estudiado en casa con profesores particulares. Eso supuso que Gumball no tuviese demasiados amigos, tampoco le dio la capacidad de hacer nuevas amistades sin ningún tipo de problema. Estaba aterrado.
—Cálmate, Chicle —comentó el chico rubio—. Estoy seguro de que mañana harás nuevos amigos. Bueno, quizás seas víctima de las pesadas bromas de los abusones. Les gusta molestar a los cerebritos. Bah. Tú ni caso.
Chicle lo miró asustado.
—No me ayudas, Finn —dijo con la voz temblorosa. Se sentó en la silla de su escritorio, mordiendo nerviosamente sus arregladas uñas.
—Hey, Gum. Tranquilízate —el humano dio un perezoso bostezo—. Tú sólo no seas tu mismo.
—Idiota —le lanzó la primera cosa que tenía a mano; un lápiz.
—Yo también te quiero —carcajeó Finn. Dos tiernos ladridos sonaron al otro lado de la puerta, llamando la atención de los dos amigos—. ¡Jake!
El niño rubio abrió la puerta, permitiendo que el perrito de pelaje rubio entrase a la habitación del peli-rosa.
—Mi madre ha debido de llenarle con las sobras de la cena —rió Chicle—. Tiene todo el hocico manchado de salsa.
Finn hizo una mueca, acariciando el suave pelaje de Jake. El labrador lamió de manera amistosa la cara redondita de su dueño.
—Eres un perro muy glotón, Jake —le murmuró el humano—. Creo que es necesario darte un buen baño, amigo. No dejaré que duermas conmigo apestando a boloñesa.
El perro lloriqueó un poquito, claramente disgustado por eso. Sus ojos negros brillaban como dos canicas enormes, pareciendo casi un niño pequeño. Adorable.
—¡Oh, porras! Son casi las nueve y aún no me he duchado ni he preparado nada —exclamó el príncipe angustiado—. Será mejor que te vayas a casa, Finn.
—Está bien, Gum —el humano revolvió el rosado pelo ondulado de su amigo—. Mañana nos veremos. No olvides que tenemos que tomar el bus a las ocho en punto.
—Adiós, humano —se despidió el príncipe.
Cuando Finn y Jake salieron de la habitación, Chicle aprovechó para darse una relajada ducha en su gigantesca bañera, con unas agradables sales de olor a caramelo.
El resto del tiempo, Chicle se dedicó a ordenar sus libros y a decidir durante un buen raro la ropa que llevaría en su primer día. Tenía que dar una buena impresión a todos, como príncipe que era. O que fue. El reino que antes era gobernado por sus padres, aquel delicioso mundo en el que tanto amaba vivir, fue totalmente destruido y conquistado por un malvado vampiro. Eso les obligó a sus padres y a él mismo a abandonar su planeta para alojarse en el planeta humano.
Incluso su apariencia tuvo que cambiar cuando llegó al planeta de los humanos. Su pelo seguía conservando el color rosa, pero el tono de su piel se volvió de un color más pálido. De un color humano. Su ropa ya no podía consistir en bonitos y lustrosos trajes de color rosado, ahora debía de ajustarse a lo que los humanos tenían por costumbre. Ya no era un príncipe. Ahora era sólo un humano con el pelo rosa.
Suspiró. Estaba tan agotado que nada más tumbarse sobre su colchón, cayó dormido en unos segundos.
(...)
—No te olvides de llevar la comida, dulce —dijo su madre, besando su blanquecina mejilla y deseándole lo mejor para su primer día en un instituto de humanos. Aunque ahora también lo era. O no. Tampoco estaba seguro.
Comenzó su caminata por el barrio en el que ahora vivía. Todo era muy diferente a su antiguo mundo. Las casas construidas una al lado de la otra y los verdes jardines que poseía cada una. La carretera por donde circulaban unos extraños carromatos. Incluso un tipo en bicicleta que casi lo atropella por no apartarse de su camino. Estaba sorprendido de lo "salvajes" que parecían las personas y sabía que tenía que acostumbrarse a cada cosa pues ya no era un príncipe y ahora estaba habitando en otro lugar completamente distinto.
No le costó demasiado encontrar la parada de autobus. Finn estaba allí, con su mochila colgando del hombro y un beanie gris cubriendo su cabeza. Chicle le sonrió.
—Buenos días, humano —exclamó. Finn le saludó con un pequeño asentimiento. El chico peli-rosa se fijó en que una chica morena le miraba de una manera extraña. Como si estuviera loco o algo parecido. Prefirió ignorarla.
Minutos después el autobús llegó. El vehículo se detuvo con un sonido muy estruendoso, sobresaltando al peli-rosa. Siguió a su amigo rubio dentro del autobús y no pudo evitar sentirse asustado cuando vio a tantas personas dentro, hablando y montando un pequeño escándalo. Cuando el ruido se hizo más bajo, se fijó en que un grupo en concreto de chicas y chicos lo miraba despectivamente.
—¡Por el amor de Dios! ¡El hombre algodón de azúcar! —dijo un chico castaño, riéndose junto a su grupo—. ¿De dónde has salido, pequeña hada?
Chicle frunció los labios. Así que estos eran los abusones de los que hablaba su amigo. Al igual que hizo con la mirada de la otra chica, los ignoró y se sentó junto a su amigo.
—Eh, marica —comentó otro—. ¿Es qué te comió la lengua el gato?
—Pasa de ellos —murmuró Finn. Chicle asintió, tragando el nudo que empezaba a formarse en su garganta.
Minutos después, ya habían llegado al ajetreado edificio. Habían salido del autobús, Finn tuvo que irse ya que era un curso menor y sus compañeros de clase lo esperaban. Chicle mentiría si dijese que no estaba asustado. Tenía su horario entre sus temblorosas manos. Ni siquiera era capaz de preguntarle a nadie donde estaba el aula de economía.
Esquivó a las personas como pudo, hasta llegar a la puerta principal. El timbre había sonado segundos antes y la gente no tardó en dispersarse y desaparecer, dejándolo ahí solo y perdido. Caminó por los grandes pasillos, buscando el aula con el número correspondiente.
—Estoy perdido, maldita sea —murmuró para si mismo.
—Yo puedo ayudarte, chico fresa —dijo una voz ronca y masculina detrás de él. Se volteó con bastante rapidez, sonrojándose cuando vio al chico dueño de esa voz tan profunda.
Su cabello negro azabache caía con gracia sobre su frente, dejando su flequillo a un lado. Sus ojos eran de un color miel brillante, como ámbar. Una socarrona sonrisa adornaba su rostro masculino.
—Uhm, buscaba el aula veintidós —murmuró con timidez el peli-rosa.
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Primer capítulo💘
¿Os va gustando? 🧡
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Another World »Gumlee
FanficDos personas completamente diferentes. Un peculiar príncipe peli-rosa y un vampiro arrogante y descarado. La conexión entre ellos es inevitable. ¿Te animas a conocer su historia? «Príncipe Chicle + Marshall Lee»