《Parte 0》

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Lindas Historias para A.






La oscuridad reinaba toda la habitación. Cualquier niño de su edad, al menos en esos tiempos ( los 90')temía a la oscuridad y más si se hallaba con aquella compañía de nombre soledad.

El pequeño niño de cabellos negros como el vacío del espacio en el universo, sin estrellas, sin cometas, sin galaxias o planetas. Sólo una espacio negro o hasta un agujero negro. Piel blanca como la mismísima nieve pero aun no llegaba a ser lo que se define por completo pálida. Era verdaderamente hermosa que apenas se recuperaba de los daños en su pasado.

Y sus ojos son únicos. Verdaderamente únicos.  De un excepcional color ámbarinos. Como el cacao combinado con la más deliciosa miel. Un naranjizo amarillento como el atardecer.

Un pequeño niño de cabellos negros con la reciente edad de ocho años.

¿Qué tiene que ver esté niño con la historia? ¿Qué tiene de importante en el trama? Más de lo que quizás creas, espectador. Esté pequeño sólo quería una sola cosa en esas noches. Dormir tranquilamente, no sin antes, haber escuchado una historia.

El pequeño de ojos ámbar  no entendía por qué muchos de su edad le temían tanto a la oscuridad. Bueno, quitando el detalle que de los otros niños son mortales, seres humanos. Creaciones del todo poderoso ser Omnipresente. Y él es tan diferente a los demás. Pero no poderoso.

No aún.

Cuando un niño tiene miedo, a lo que sea que haya en la oscuridad donde suele habitar la mayoría de los miedos, ¿Qué hace? Sin mencionar el llorar, gritar, temblar o hasta hacerse en la ropa interior, no. Sólo cierra los ojos.

Cierra los ojos, donde todavía hay  más oscuridad. Eso no tiene sentido. Pero lo hacen. Incluso algunos adultos lo hacen. Por eso él no entiende por el por qué.

Prefiere ver en la completa oscuridad, le gusta (a veces) no ser visto por nadie. Le tranquiliza. No la ama, pero tampoco la detesta.

En la luz pueden ver lo que haces, en la oscuridad no. O al menos no ellos. Los humanos.

El pequeño niño de cabellos negros no lograba conciliar el sueño. Hace unos   momentos había apagado la luz pues le molestaba. Estaba muy aburrido.

Necesitaba escuchar algo para ir a dormir, y empezar su día otra vez.

La puerta de su habitación fue abierta, dejando apenas ver una silueta delgada y no muy alta, aunque sí mas que él.

— ¿No puedes dormir? — preguntó esa voz dulce, suave y delicada. Amable. Su dueño fue quién le dio nombre, hogar y una familia. Podrá ser un demonio, pero actuaba como un ángel para él.

Un chico con apariencia joven. Pero tomaba el rol de mami en la familia.

Se había acercado al oji ámbar, a lado suyo en la cama.

La luz no había sido encendida.

El niño niega la cabeza en respuesta a la pregunta. Los ojos del adolescente, del mayor podían ver claramente en la oscuridad. Después de todo no es humano.

Ninguno de ellos lo es.


Ninguno de los tres lo eran.

—¿Quieres algo en especial? — preguntó otra vez el chico. De dieciocho años, pero aparenta ser de quince. Cabellos castaños y esponjosos con unos ojos color chocolate combinado con un lindo dorado siendo una mezcla espléndida.

"No Enciendas La Luz, Tengo Miedo" EDITADA2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora