Los suaves rayos del sol atravesaron el cristal de la ventana, y se deslizaron por el rostro de Nerim. Todo permanecía en un armónico silencio, apenas interrumpido por la leve respiración de la joven. Poco a poco, sus párpados se abrieron, mostrando al mundo una vez más sus ojos del color de un dorado amanecer. Perezosa, comenzó a removerse bajo las sábanas y salió de la cama, pisando el frío suelo de mármol del cuarto circular, donde cada recoveco estaba iluminado por aquella luz que parecía tener vida propia. Se asomó al balcón, vestida tan solo con un camisón que parecía aire, mientras recogía su larga melena azul eléctrico en una trenza interminable.
Desde allí podía admirar con calma la belleza de su ciudad natal, Libernit, y el bosque de Iser, que circundaba su muralla. Hoy, como cada día, iría a entrenar con sus compañeras. Para variar le apetecía probar el báculo, ya que la espada la dominaba con creces. Echó un último vistazo a la redonda ciudad, tomó una bocanada de aire fresco y fue a vestirse.
Una vez equipada con la armadura ligera de entrenamiento, salió de la torre en la que vivía para dirigirse al norte de la ciudad, donde se encontraba el anfiteatro. Recorrió las adoquinadas calles con tranquilidad, saludando a sus vecinas mientras atravesaba las curvadas aceras y las plazas circulares. Fue la primera en llegar, como de costumbre. Cogió del almacén el báculo de madera de zretho y se situó en la arena, rodeada por 20 filas de gradas que formaban una U alrededor de la pista. Justo en el momento en el que comenzaba con la primera rutina de movimientos, una compañera llegó a su lado.
-¡Buenos días, Nerim! Madrugadora, como siempre. - Dijo con una jovial sonrisa la muchacha.
-Buenos días, Yrea.- Respondió ella, en un ademán de parecer amable.
Y sin mediar más palabra, su compañera marchó al almacén. Poco a poco fueron llegando el resto de chicas, y se repartieron en parejas para practicar. Normalmente nadie elegía voluntariamente enfrentarse a Nerim, ya que suponía un gran desafío. Desde el primer día, ella había estado destinada a destacar, así que no solía gozar de mucha competencia, aunque tampoco de muchas amigas. Mientras se movían, los vivos colores de sus cabelleras brillaban bajo el sol. Rojo, verde, violeta... trenzas de todos los tipos que alcanzaban más de un metro de longitud ondeaban con cada giro.
Sus caras reflejaban una profunda concentración. Los ojos de Nerim no descansaban, observaban cada movimiento que realizaba su adversaria, buscando el instante en el que ella descuidase alguna parte vital de su cuerpo. Hizo un amago hacia la derecha, pero cambió de dirección inmediatamente, sorprendiendo a su rival, reacción que aprovechó para asestarle un golpe en el lateral de sus costillas. La chica gimió de dolor, pero no desfalleció. Ella había escogido dos machetes sin filo, los cuales manejaba con agilidad, aunque no la suficiente para defenderse con toda la eficacia que desearía. Sin apenas parar a tomar aliento, la contrincante volvió a la carga, girando sobre sí misma para coger inercia y descargar toda su fuerza de una estocada. Sin embargo, Nerim lo esperaba, así que se agachó y le propinó una patada en el tobillo. La adversaria cayó al suelo con un grito de dolor. El resto de chicas detuvieron su lucha particular y miraron en la dirección de la que provenía el alboroto. Cuando se acercaron a ella y observaron la posición en la que estaba torcido su pie, supieron que los entrenamientos habían terminado para ella durante una temporada.
Retomaron sus actividades, y tras un largo rato de entrenamiento, surtido de diferentes ejercicios individuales y grupales, las frentes de las muchachas comenzaron a perlarse con gotas de sudor. Por otra parte, era evidente que comenzaban a perder la concentración, ya que sus movimientos eran cada vez más lentos y pesados. Mientras tanto, una hechicera las contemplaba en apacible silencio desde las gradas.
Cuando terminaron, Nerim se aproximó a la chica que las había estado observando.
-Hola, Insela ¿Cómo tú por aquí? Te daría un abrazo, pero dudo que te resulte agradable.
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Las primeras escrituras
FantasyEn la provincia de Mirinor-Tesan reina la paz desde hace siglos. En pequeñas comunidades, las astorlim llevan una vida de serenidad y armonía con la naturaleza, tal y como lo hicieron sus antepasados desde el comienzo de los tiempos. Nerim vive en l...