Capitulo primero.

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Se podía sentir el olor a hierba y tierra mojada, pues hacía rato que el agua había cubierto el suelo y la vegetación. En aquel lugar apartado de la ciudad se perciben los aires de tranquilidad, por esa razón se encontraba acurrucado en un sillón durmiendo.


Un golpe en la ventana lo despertó, sobresaltado y confundido para darse cuenta que se había dormido hacía unas horas. Aun llevaba su ropa y calzado puesto. En aquella pequeña cabaña solo se escuchaba el viento azotar los árboles; un suave y constante zumbido, un silbido repentino de vez en vez y el rechinar de algún metal.


Sus ojos podían ver a través del vidrio como las copas de los árboles bailaban con un aspecto fantasmal en aquella oscuridad, mas dentro de la cabaña nada veía. Puesto que se quedó dormido siendo de día, no había encendido la luz. Pasó una fría y grande mano por su cabello color plata antes de ponerse de pie e ir a encender la luz.


El hombre a oscuras era un famoso modelo ruso, aunque no lo era tanto internacionalmente. Su nombre, Victor Nikiforov. Mas allá de su belleza en sí, de sus ojos color turquesa o de su cabello plateado lo que se destacaba del modelo era su hermosa sonrisa en forma de corazón. Pero Victor no era solamente una cara bonita.


Siendo nieto de la famosa ex bailarina Lilia Baranovskaya, quien ahora era dueña de su propia firma de perfumes. Firma de la que Victor fue modelo desde adolescente, y de la cual ahora administraba junto con su padre Alexei Nikiforov. El modelo se rodeaba de la "buena vida" y frecuentaba gente con poder.


Desde sus dieciséis años fue el rostro publicitario de la empresa familiar. Admirado por muchos y amado por muy pocos, siempre se sintió un ser solitario que solo contaba con un amigo. Por esa razón un día decidió cambiar su vida.


Ahora era nómada por decisión propia. Había dejado su vida llena de rutinas en Rusia, para cambiar las tapas de revistas por aventuras en distintas partes del mundo. No duraba mas de dos semanas en el mismo lugar. En estos últimos meses visitó India, Egipto, Marruecos, Brasil y Cuba. Ahora se encontraba en las cercanías de un famoso bosque en Japón. El ruso estiró el brazo hacia la perilla encendiendo la electricidad para darse cuenta que se había cortado la luz.


—Seguro es causa de la tormenta.— Murmuró en la oscuridad mientras los silbidos del viento parecían tomar mas intensidad.


Aunque aquel sitio era habitable, no era un lugar demasiado concurrido, aunque si frecuentaban a veces turistas. En esta ocasión se encontraba solo en el apartado de cabañas, mm bueno no del todo solo. Pues en la cabaña principal se encontraba el hijo del dueño y vigilancia del alojamiento.


—Tendremos que buscar velas... Recuerdo haber visto velas.— Le dedicó las palabras a su acompañante. Porque él no estaba solo en realidad, siempre viajaba con su caniche esponjoso y marrón; Makachin.


Buscó y encontró. Tomó los cerillos y una vez que encendió la vela tuvo que pestañear varias veces hasta que se acostumbró a la tenue luz. Los muebles de aquella habitación formaban grandes y deformes sombras en la pared. Incluso su propia sombra lo hizo estremecer un poco junto con el ruido de la ventana al ser alcanzada por una rama.


—Victor, eres un aventurero. No debes temer.— Recordó lo que su mejor amigo le decía siempre que lo llamaba para que se uniera a sus aventuras. Dejó la débil fuente de luz en la mesa para luego prender otra, la cual colocó en la mesa de noche junto a la cama.


La cabaña solo contaba con dos apartados; una habitación grande donde estaba la cama, una mesa de noche, un sencillo armario, la cocina con unos antiguos y pequeños muebles, una mesa con dos sillas mas un pequeño sillón. Y la habitación mas pequeña era el baño.


Tanto él como el caniche dieron un salto cuando el sonido de un trueno parecía partir el cielo, seguido de la luz del relámpago.


—¡Diablos!— Debía distraerse y su mejor opción era hacer vídeo llamada con su único amigo Chris. Le dio de comer a Makachin y se acostó en la cama para marcar en el celular. Mas nada pudo hacer, ya que también a causa de la tormenta su teléfono estaba sin señal.


—Que suerte la mía.— Con tantos viajes en solitario ya no se sentía un demente hablado solo. Se quejó y giro para quedar acostado mirando la ventana, rogando que vuelva la electricidad o al menos la señal. Fue ahí cuando lo vio...


Con la luz de un relámpago pudo ver como un par de ojos color chocolate y adornados con lentes lo observaban desde la ventana. Rápido se movió para tomar la vela y acercarse a la ventana, pero ya nada había. Podía jurar que un chico de cabello renegrido y empapado lo estaba espiando por la ventana. ¿O era su imaginación?


Desde niño, Victor le tenía miedo a las tormentas como así también a la oscuridad. Miedos que supo superar, mas su mente siempre le jugaba bromas. Mas aun en estas nuevas aventuras, donde visitaba lugares extraños con historias tal vez sobrenaturales. Aun el ojos turquesa no podía hacer a un lado el miedo a eso, incluso las películas de terror aun le quitaban el sueño.

Con su corazón saliendo del pecho y casi temblando de miedo llamó a su mascota para que se acueste en sus pies. Se tapó con las mantas hasta la cabeza y se obligó a dormir. Poco a poco fue cayendo en los brazos de Morfeo, no sin antes escuchar como en el silbido del viento alguien parecía susurrar su nombre.

AokigaharaWhere stories live. Discover now