Decisiones del corazón...

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Llevar a Hanna conmigo a un bar era algo nuevo, ella no bebía, pero sus amigas habían querido venir y la arrastraron aquí.
- No puedes estar aquí y no beber nada.
- No puedo tomar lo mismo que tú, ni siquiera sé qué es eso.
- Cerveza negra.
- No puedo.
- Vamos inténtalo, has tomado cerveza antes te he visto - dijo una de sus amigas apareciendo por detrás de ella con una botella de cerveza de las más suaves.
- Si me embriago tú vas a encargarte.
- Para eso me tienes a mí.
Ella me observó con una sonrisa luego de que hablara, tomó la botella con resignación y la levantó hacia mí.
- A tu salud.
Le dio un gran sorbo y luego la bajó. Sus amigas se miraron entre ellas.
- Fondo, fondo, fondo...
Las miré sorprendido y más aún cuando Hanna alzó la botella nuevamente llevandosela a los labios y vaciando todo su contenido en su boca. Era una de medio litro, pero para alguien que jamás bebía era mucho.
- Dios, ustedes no son lo que aparentan - dije observando como Hanna se limpiaba la boca con el dorso de la mano.
- No beberé más de esto, porque estoy segura de que sólo con esa botella ya estoy ebria.
Y probablemente debería haber hecho caso a lo que dijo porque dos botellas pequeñas después no podía parar de reír.
- Dame tu teléfono, le diré a tu madre que haremos noche de películas - dije extendiendo mi mano hacia ella cuando ví que se tomaba su tiempo al ponerse de pie. Su madre me conocía desde hacía tanto tiempo que dejaba que Hanna se quedara a dormir conmigo.
- Que aburrido.
- Te enseñaré algo que no es aburrido en casa.
Frunció los labios en una mueca que no pude identificar y me pasó su teléfono, le guiñe un ojo.
Envié el mensaje y esperé. Dos minutos después tuve una respuesta positiva por lo que levanté la mirada buscando a Hanna o sus amigas. Estaban bailando en el medio de la multitud, me quedé mirando a Hanna sacudir sus caderas al ritmo de la música completamente feliz lo que hacía que su belleza resplandeciera aún más. No era una mujer voluminosa pero tampoco era delgada, simplemente tenía carne en los lugares apropiados para que a mí me gustara, no me importaba la talla de su ropa yo la quería así porque así era perfecta para mí, con sus ojos castaños que brillaban de emoción gran parte del tiempo, con su larga cabellera oscura que se enmarañaba y ella odiaba, incluso su "imperfecta piel con acné" como ella le llamaba.
Me hizo señas para que me acercara y lo hice sin mucho entusiasmo hasta que comenzó a bailarme.
Me quedé de piedra en más de un sentido. Era Hanna, mi Hanna, mi mejor amiga, de la cual llevaba un año enamorado y aún no había podido decirlo y estaba bailandome ahora de manera tan sensual que quise que el momento durara para siempre. Pero ella estaba ebria y yo no quería ser descubierto babeando por parte de sus amigas.
- Hanna tenemos que irnos, es suficiente por hoy - dije deteniendola.
- Que aguafiestas.
- Callate y vámonos - dije tomando su mano con una sonrisa, saludé a sus amigas y la saqué de ahí.
                 ~•~•~•~•~•~•~•~•~•~
- Tú te vas directo a la cama, yo veré televisión.
- No, por favor... No estoy tan ebria, lo juro.
- Lo sé, pero eso no significa que no debas ir a dormir, son las tres de la madrugada y tienes colegio mañana.
- No voy a ir... Por favor, ven siéntate conmigo.
Suspiré sabiendo que no podía resistirme a hacer lo que quería, no cuando me miraba de esa forma en que hacía ahora.
- Bien, pero sólo una película y yo la elijo.
Me dejé caer en el sillón a su lado y cambié de canal hasta que encontré una película decente, que casualmente era de guerra, sus favoritas, pero no estaba mirando la película, la estaba mirando a ella, mi versión favorita de una película.
Cada una de sus expresiones de asombro y emoción o dolor, incluso asco, era hermosa y no podía evitar notarlo.
- Isaac...
- ¿Qué?
- Me estás mirando.
- Siempre lo hago.
- Nunca lo noté.
- Lo sé, Hanna-Banana...
- Me gusta - dijo mirándome, yo sonreí - Y me gusta cuando sonríes y me llamas por apodos, cuando me guiñas un ojo y me cuidas... Me gustan muchas cosas de ti.
- Hanna, si no quieres que te bese dilo ahora...
Estaba teniendo un momento difícil conteniendome. Esperé unos segundos en los que ella no respondió y entonces la besé, sintiendo el alivio correr por mis venas y reemplazar la presión. Pasé una mano por detrás de su cuello para asegurarme de que no escapara y me acerqué más aún al notar que ella me devolvía el beso, sus labios se movían suaves y delicados contra los míos, jodidamente dulces incluso con el sabor de la cerveza en ellos. Me dejé llevar por el mejor momento de mi vida mientras nos besábamos, me soltaba apenas por falta de aire y volvía a buscar mis labios con aún más ferocidad que la vez anterior y cuando menos lo esperaba ella se sentó a horcajadas sobre mí y se quitó la camiseta, el aire abandonó mis pulmones y me quedé estático mirándola.
- Lo siento, soy una estúpida al creer que...
- ¿Que eres hermosa, me muero por estar contigo y el que te hayas quitado la camiseta me ha sacado del planeta? No, no eres estúpida eso es exactamente lo que es - dije deteniendola cuando quiso levantarse.
- Pero tú...
- Me quedé quieto mirándote, sí... Es que si vuelvo a besarte ya no voy a parar, ¿entiendes? Si quieres dejar esto aquí este es el momento.
- No... Enséñame lo que se siente.
- Estás ebria, yo no debería siquiera tocarte.
- No estoy tan ebria, lo recordaré perfectamente mañana, tú quieres, yo quiero y estoy rogandote... Por favor, quiero que seas tú.
- ¿Por qué tiene que ser esta noche?
- Porque no volveré a beber lo suficiente como para juntar el valor necesario y pedirtelo.
- Hanna...
- Por favor, Isaac.
- Tu sabes que quiero, pero lo que no quiero es que te arrepientas alguna vez - dije preocupado, empujándola más cerca hasta rodearla con mis brazos. Me abrazó escondiendo su rostro en mi cuello y se quedó ahí unos minutos mientras yo acariciaba su larga cabellera castaña.
- ¿Y si te dijera que llevo meses pensando en qué pasaría si te beso, qué harías si te besara el cuello y te quitara la ropa... Si te dijera lo que quiero?
- Eso depende...
- ¿De qué?
- ¿Qué quieres, Hanna?
- A ti, en todas las maneras posibles de la palabra querer...
- Entonces te diría que me digas cuándo quieres parar y espero que no te arrepientas de lo que será el mejor momento de mi vida...
- No lo haré... - susurró segundos antes de besarme. Y esta vez no la solté más que para tomar aire o deshacerme de alguna prenda de ropa. No podría dejarla ir jamás luego de esto y lo sabía, si estaba enamorado de ella y encima tenía esas imágenes en mi cabeza no había modo de que dejara de recordarla y amarla, tenía que decirle exactamente cómo me sentía pero tenía miedo de oírla decir que no sentía lo mismo.
Esos miedos se fueron disipando a lo largo de la noche, mientras acariciaba su piel y la besaba, hasta que las palabras se escaparon de mis labios.
- Te amo - dije entre besos, ella sonrió.
- Y yo a ti.
               ~•~•~•~•~•~•~•~•~•~
Desperté sintiéndome de lo más renovado y no pude evitar sonreír recordando la noche anterior.
Abrí los ojos esperando que Hanna fuera mi primera imágen del día pero la cama estaba vacía, la habitación en general lo estaba y cuanto más exploraba mi casa sin encontrarla más desesperado me sentía.
Probablemente se hubiera arrepentido y había salido corriendo al despertarse, pero anoche había dicho que también me amaba. Mi cabeza empezó a doler a los diez minutos con una mezcla de resaca de la noche anterior y los nervios por lo que había sucedido en mi relación con Hanna. Según había entendido anoche habíamos dado un paso hacia adelante, pero el hecho de que ella se hubiera ido podía implicar un retroceso de pasos hasta incluso antes de ser amigos y la idea me aterraba. La llamé cinco veces antes de meterme a la ducha y cinco más al salir pero no atendió ni dejó un mensaje.
Eran casi las diez cuando se me ocurrió que podía estar en el colegio, valía la pena buscarla para mí sin importar lo raro que fuera ver a un tipo de veinte años en una escuela secundaria.
No me equivocaba, todos me miraban raro o con curiosidad al pasar, pero no estaba seguro de si era por mi edad o por el aspecto desaliñado. Los cordones de mis zapatillas estaban atados sin ajustar y no me había esmerado en peinar mi cabello al bajar de la motocicleta.
Me desesperaba cada vez más al no encontrar a nadie que supiera quién era y si estaba ahí o no, entonces la encontré, estaba con sus amigas, una de ellas me miraba y entonces Hanna se volteó y me sonrió, para luego acercarse trotando. Me sentí un poco aliviado, pero aún no sabía por qué había decidido irse.
- Hola, ¿qué haces aquí?
- ¿Qué hago aquí? Te busco, me diste un susto de muerte, dijiste que no vendrías.
- Lo sé, lo siento es que recordé que tenía un exámen en la segunda hora y me levanté desesperada, me duché rapidísimo, usé tu peine y tu cepillo de dientes, puede que también esté usando tu ropa interior ahora... Te compraré nuevos, lo juro es que estaba apresurada.
La observé por unos segundos completamente fascinado antes de echarme a reír.
- Mierda, Hanna te amo.
- Y yo a ti, lamento haberte asustado.
- Entonces lo decías en serio anoche.
- Sí, estaba un poco alegre por la cerveza pero todo lo que dije e hice anoche fue con total conciencia... ¿Tú no?
- ¿Cómo puedes preguntar eso? Vine todo el camino hasta aquí sufriendo de ansiedad por no saber la razón por la que te ibas, llevo enamorado de ti por tanto tiempo que es ridículo que no lo hayas notado y anoche... No tuve una noche mejor en mis veinte años de vida Hanna - dije pegando mi frente a la suya. Su sonrisa me recordó para qué vivía.
- Estás exagerando, yo nunca lo había hecho y estuvo bien para mí pero está bien si no lo estuvo para ti.
- No necesitas experiencia para hacer una buena noche.
- Callate, no quiero hablar de eso menos ahora que todos están mirándonos.
- Hecho... Si me besas.
- No, mejor vámonos de aquí.
- Hanna Montana, te saltearas clases... No puedo creerlo.
- No me gusta que me llames así, no soy rubia...
Ignore su negativa anterior y la besé, fue un beso corto y casto, pero suficiente para que ella se sonrojara.
- Vámonos - dije tomando su mano, saludé a sus amigas que habían quedado un poco más lejos y aún nos miraban antes de comenzar a caminar hacia afuera.
Desde ese día Hanna fue la única mujer en mi vida. Ella que había sabido llegar a mi corazón con una sonrisa genuina y unas palabras sarcásticas, una mente brillante y los sentimientos más puros que había sentido jamás. Hanna era para siempre, era todo lo que necesitaba para sentirme realizado.

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