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Alto, hombros anchos, nariz prominente, barbilla marcada, sonrisa dulce, ojos hipnotizantes y cabello castaño. Así era quien se había ofrecido a pagar las flores en su lugar y Jimin se sintió en las nubes apenas sus miradas se encontraron a mitad de camino. Solo le ponía de esa forma ver una flor muy rara y hermosa en medio de su camino, pero quien fuera ese chico poseía la belleza peculiar de una, combinada de forma perfecta con la intriga de su actitud.

El extraño, quien estaba erguido justo a su costado, dio un paso para estar más cerca y poner su mano sobre el hombro del dueño de la florería en una señal de intentar calmar la situación.

— Pagaré todo lo que haya tomado este chico de su tienda, señor —agregó con una sonrisa encantadora que logró hacer temblar a las piernas de Jimin quien no podía dejar de preguntarse qué sucedía en ese momento—. No es necesario llamar a la policía.

Pero a pesar de que el desconocido parecía un príncipe azul que venía a salvarle el pellejo de aquella situación estúpida en la que se metió, el dueño de la florería no quería dar su brazo a torcer y actuó como el temible dragón del cuento de hadas que se estaba imaginando en su cabeza.

— ¿Acaso es tu amigo este estropajo? —Le preguntó el hombre al extraño y Jimin frunció el ceño, pero no reclamó nada— Porque no es la primera vez que me roba y no quiero que lo vuelva a hacer. Le he pillado dos veces.

Se sintió algo expuesto cuando aquel viejo gruñón le acusó de esa forma frente al su salvador sin siquiera dejar de lado los insultos innecesarios en contra de su persona. Asustado y con el corazón apunto de salir corriendo de su pecho buscó los ojos del chico para encontrar al menos un poquito de consuelo como lo había hecho en el momento en que se ofreció a pagar por las flores, pero esta vez tan solo recibió una mirada cálida de desaprobación por parte del lindo castaño que intentaba defenderle. Jimin de inmediato bajó la cabeza como un cachorrito herido, moría de vergüenza y eso se le notaba en sus mejillas coloradas.

— Mi amigo solo sabe meterse en problemas —le dice el chico al hombre intentando apelar a su lado bueno—, pero le juro que no es su intención... Digamos que es un poco idiota para tomar decisiones.

Auch. Eso había dolido. Jimin frunció el ceño y deseó no haber considerado nunca que aquel chico para en frente le parecía guapo. Quizá estaba en aprietos en ese momento, pero aún tenía orgullo (al menos le quedaba un poco) por lo que siguió tratando de desligarse del agarre del florista mientras se aferraba a su mochila como único consuelo y trato de no levantar su mirada del piso para no tener que ver la sonrisa de ese desconocido una vez más. No importaba quien fuese ese chico, no necesitaba que nadie le ayudase con su problemas si ya había vivido toda su vida solo.

— No me interesa —responde el dueño de la florería con voz rasposa en clara negación a la petición—, solo quiero que este delincuente no se acerque más a mi tienda porque siempre que lo veo esta robándome algo

— Me aseguraré de ello, señor —insiste el chico poniendo esta vez una mano en el hombro de Jimin—. Deje pagar las flores que tomó y las que ha tomado antes. Arreglemos esto como personas civilizadas, por favor. Yo me encargaré de él no vuelva a entrar en su tienda.

El florista era desconfiado, pero la mirada del castaño era tan sincera que pronto comenzó a aflojar el agarre que tenía sobre Jimin hasta dejarlo libre. Por fin el dragón se había rendido ante las armas de príncipe encantador que había entrado en el lugar para resolver los problemas.

El hombre, por su lado, suelta un suspiro cansado a modo de respuesta.

— Bien. Es un trato. Pero si lo veo de nuevo por aquí juro que no habrá otra oportunidad y se irá directo con la policía.

talking with flowers ☆ kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora