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Otro día comienza y no tiene otra cosa que hacer más que deambular por la ciudad tratando de conseguir un poco de dinero para poder desayunar. Su rutina comenzaba en las afueras y luego intentaba acercarse al centro en donde la mayoría de las personas transitaban para ir a sus respectivos trabajos. Le gustaría hacer lo mismo, pero en ninguna parte aceptaban a chicos sin educación y que no tuviesen otra cosa para usar que no fuese ropa rota y sucia. Debido a eso solo le quedaba vivir de la lastima de las personas e intentar sobrevivir otro día, aunque sin encontrar mucho sentido en ello.

Su estomago suena. Jimin tiene hambre.

Habían días peores, claro. Al menos la noche anterior no se fue con el estomago vacío a dormir, eso le daba un poco de energías para poder seguir caminando e intentar conseguir dinero. En cambio, existían otros días en lo que era incapaz de moverse porque su estómago llegaba a doler de lo vacío que se encontraba. Definitivamente aquello era mucho peor.

Si era sincero, contaba con la opción de ir al refugio que estaba ubicado en el centro de la ciudad en donde regalaban desayuno día por medio para las personas sin hogar. Era miércoles por lo que el lugar estaría atestado de vagabundos esperando una taza de té y un poco de pan, y Jimin podría ser uno de ellos, pero desgraciadamente para llegar allí tenía que tomar el camino de la calle principal, donde se ubicaba también la florería de la que había sido expulsado ayer y si llegaba a toparse con el florista que le odiaba ya no contaría con tanta suerte.

Se sentía como un idiota. Un idiota con mucha hambre. 

A pesar de que estuvo bastante tiempo pidiendo dinero nadie le dio nada. Habían días en los que parecía que ningún alma de buen corazón salía a las calles, ni siquiera un abuelo era capaz de sentirse apenado por su condición y darle al menos un poco del dinero que llevaba en el bolsillo. Suspira. A veces sucedía, no era algo que pudiese controlar. Además, parecía que mientras más crecía la gente desconfiaba mucho más de su persona, hasta podía imaginar que lo veían como un ladrón o drogadicto en vez de un maldito huérfano que no tuvo alguna oportunidad en esta vida. Ni siquiera tenía claro por qué seguía intentando ir contra la corriente cuando parecía que su destino había sido sellado hace bastante tiempo.

Mira hacia arriba donde una enorme pantalla anuncia la hora a través de una mujer que parecía ser modelo. Eran las 10 de la mañana aún, el albergue aún estaría dando desayunos y si se apuraba podría tocar al menos un poco de té endulzado.

Pero si el dueño de la florería lo veía de seguro llamaría a la policía.

Lo más inteligente sería resignarse y buscar otra alternativa, pero Jimin nunca se sintió como alguien que supiese usar de manera correcta al menos un cuarto de su cerebro. Debería ser más cuidadoso, como se dijo a su mismo el día anterior, pero el hambre no le dejaba pensar con claridad y pronto se vio a si mismo caminando calle abajo para ir al albergue. Trataba de convencerse de que si pasaba corriendo nadie podría verlo o que si se ocultaba tras los tachos de basura seguramente pasaría desapercibido. Tenía muchos planes en la cabeza revueltos en conjunto con el profundo miedo de que la mala suerte que le perseguía desde su nacimiento hiciera de las suyas para que todo saliera mal.

Cabizbajo sigue su camino. No importaba lo que sucediera, debía estar atento a cada movimiento. Si algo parecía sospechoso simplemente daría media vuelta y correría lo más rápido que pudiese para salvarse. Esperaba que aquello no se viese impedido por el ligero temblor que tenía en las piernas. La ansiedad parecía querer comérselo vivo en ese minuto y como no tenía idea de que era eso no sabía como controlarlo. 

Llega al comienzo de la calle principal y a lo lejos puede ver la puerta de la florería con un letrero que dice "abierto" adornándole. Traga saliva. No ve al dueño y esa es una buena señal. Esta era su oportunidad para salir corriendo y llegar al albergue. La distancia era de una manzana, podía hacerlo, o al menos trataba de convencerse de ello. Se agacha para apretar bien los cordones de sus zapatos a los que apenas le quedan zuelas y luego se pone en posición listo para dar la carrera de su vida.

talking with flowers ☆ kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora