El Gordo Pajero

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Corre ya el 2037, han pasado veinte años desde que estaba en tercero de secundaria, lejos de la sala atestada con 39 alumnos de un liceo público, en una oficina amplia, alfombrada, un gran escritorio, sin ventanas, pero con aire acondicionado, por fin era Jefe, era su mejor logro.

La realidad es que si bien era jefe, su sección de administración era muy reducida y funcionaba de forma virtual, y su oficina realmente era imponente, pero era una antigua bodega reacondicionada para aguantar al cerdo pajero, como todos lo apodaban en la empresa. Algunos de los más jóvenes oficinistas, preguntaban el porqué del sobrenombre, y más de alguno recordaba la anécdota del gordo cuando lo salvaron de su estrangulamiento:

- pobre diablo, lo encontraron con su vergüenza al aire, desmayado, ahorcado con su cinturón ejecutando alguna maniobra pervertida mirando un canal porno- decían. Otros agregaban -de hecho, una de las bailarinas virtuales llamó a la administración para que pudieran reanimarlo-.

Algunos creen que no lo despidieron debido al cariño que le tenían a su madre, por lealtad a su hermanastro que trabajo en la empresa, o por parecer inclusivos teniendo un gordo en su personal. La cosa es que lo dejaron trabajando con la condición que no se pondría en peligro nuevamente, sin embargo habían buscado un lugar para ejecutar la condena que él desconocía, pero que le habían impuesto, una forma de aislarlo, lo recluyeron en una ala casi abandonada, reacondicionaron una bodega y le instalaron su oficina en un extremo de los corredores para no tener que cruzarse con él, o con su computador atestado de porno.

Fueron muchos los que se alegraron, ya que muy pocos querían estar cerca de aquel onanista compulsivo, muchos detestaban el hedor que emanaba a masturbación y evitaban darle la mano; y todas se quejaban de su mirada lasciva y del sudor que pegoteaba la mejilla con cada saludo.

La personalidad adictiva la podíamos seguir hasta las salas de clases, podía pasar horas jugado en sus clanes, descargando alguna nueva aplicación, gastando el dinero de sus padres en celulares modernos, la podíamos seguir en su indiferencia hacia la cultura –según él, solo importaba matemática-, en su displicencia hacia la enseñanza de sus profesores, y hacia los violentos acercamientos a sus compañeras, pero su némesis es la ignorancia.

El cerdo pajero, aparentaba felicidad, pero era miserable, no porque nunca aprendió a hablar de algo interesante (historia, arte, literatura, filosofía nunca existió para él), ni tampoco porque hubiera olvidado las enseñanzas de su profesora de biología explicándole que la obesidad afectaba el desarrollo de los caracteres secundarios, y aún menos porque jamás quiso escuchar a sus maestros de educación física cuando le decían que comer sano y realizar ejercicio era un complemento para ser personas integrales.

El cerdo pajero era miserable porque había pagado con su pereza, ignorancia y grosería donde más le duele. A veces mientras se masturba en su oficina, se asusta y llora, las risas vienen todas juntas. Las de los primeros, posteriores, e incluso pagados encuentros sexuales, en que miran entre carcajadas, eso que apenas se nota, bajo su grasienta barriga, eso que los médicos le dicen micropene.

La Ignorancia Se Cobra CaroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora