P2. Reconciliación.

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Y una vez más el estaba molesto, allí, serio, callado, con la mirada fija hacia el frente y sus manos frías esquivandome. Yo solo era capaz de mirarle desde su perfil, contemplar su seriedad, soportar tanta frialdad en sus gestos. Un solo movimiento, solo un bendito movimiento, bastó para devolverme el alma al cuerpo, sentia como todos mis sentimientos y sensaciones recorrian mi cuerpo, me estremecían, sentía un arranque de alivio y salvación, causado por un sagrado movimiento... Y no era más que sus frías manos buscando calor en mis mejillas, su exquisita boca buscando exclamación en mi boca, sus brazos tan ajenos y tan mios, arropandome de cualquier frio. En ese momento fui suya. Mi corazón iba a mil y solo quería tenerlo cada centimetro más cerca... Era una afirmacion de que el estaba aquí, conmigo, y estaba para quedarse. ¡Gracias Dios bendito!

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