Cuidad de Nueva York . 3 meses atrás.
El ascensor se detuvo, las puertas se abrieron lentamente dejando el pasillo a nuestra vista, Liam me llamaba mediante de un pequeño micrófono a un costado de mi boca y una diminuta bocina incrustado en mi oído, mi padre y yo salimos juntando nuestras espaldas levantando nuestras armas a la altura del pecho. Nos dispusimos a caminar, él cuidaba mi espalda, yo la suya.
El séptimo piso del edificio de oficinas ejecutivas estaba vacío, empezamos a patear puertas forzándolas a abrir, entrabamos, registrábamos y salíamos, una y otra vez. Estábamos en busca de uno de los mayores mafiosos de todo Europa, quién había viajado a Estados Unidos esta mañana, Ernest Asentty Hemingway, el más poderoso, con más de dos mil hombres a su poder, armas nucleares y objetos de la ultima generación científica y tecnológica amenazando con iniciar una tercera Guerra Mundial.
Al llegar al final del pasillo, dos hombres de traje aparecieron, mostraron sus armas y comenzaron a accionarlas, el sonido entraba y salía por mis oídos provocando un leve dolor de cabeza. Fue fácil acabar con ese par, sólo tres balas para cada uno fueron necesarias, como mi padre me enseñó; una en la pierna, una en el pecho y una en el cráneo.
Caminamos evitando los cadáveres que yacían en el piso rodeados de un charco color rojo carmín. Doblamos a la izquierda y bajamos por las escaleras de emergencia evitando el ruido, otros dos hombres subieron hacia nosotros, un disparo en la pierna, uno en el pecho, otro en el cráneo. Bajamos seis pisos, nuestra respiración era agitada y nuestro corazón se encontraba intranquilo, ahora quienes nos atacaron eran cuatro hombres.
Disparé sólo tres veces; una en la pierna, una en el pecho y una en el cráneo, después de eso me percaté que había acabado con todas las municiones que cargaba conmigo. Miré a mi padre, quien aún luchaba con uno de ellos, al igual que yo, di una patada en la entrepierna del sujeto, él resistió.
―Liam, me he quedado sin municiones ― Exclamé exaltada.
―En tu bota, una navaja, úsala ― La desesperación inundaba el ambiente.
Tomé mi arma y lo golpeé justo en la frente, me miró con ira y me dio un golpe en el centro del estomago, tomé aire y me lancé hasta él aferrándome a su espalda, ambos estábamos desarmados. Saqué una pequeña navaja de una de mis botas y corté su cuello. Él cayó de rodillas mientras me bajaba de su parte trasera, el sudor recorría mi espalda y cara, recogí mi cabello y lo amarré con un pequeño listón.
Giré la cabeza y observé a mi padre, había terminado con el último sujeto, agitado y acelerado, volteó la mirada hacia mí.
― Mi muñeca de acción es realmente buena ― Me rodeó con sus brazos y besó mi frente.
― Aprendí del mejor ― Le dediqué una enorme sonrisa.
― Te amo pequeña ―
―Yo te amo más padre ―.
―Lamento interrumpir, dos docenas de hombres vienen detrás suyo― Habló Liam.
De pronto las pisadas de los hombres uniformados sobre el metal de las escaleras nos provocaron dar un salto pequeño, volteamos y sólo pudimos percatarnos que estaban pocos pasos de nosotros. Mi padre tomó mi muñeca y me obligó a correr escaleras abajo, dos pisos, más de cuarenta escalones de metal en menos de seis minutos.
Nos encontrábamos en el sótano, abracé a mi compañero de batalla, a aquel viejo al que solía llamar ‘Señor de acero’. Recibí un llamado de Liam.
― Una persona se acerca al sótano, lo acompañan dos más ―
― Ernest ― Dijo mi padre entre dientes.
― ¿Liam, me escuchas? ―
― Afirmativo señorita― Soltó una risa nerviosa.
― ¿Hay algunas armas por ahí? Ambos nos hemos quedado desarmados―
― El armario, a tu derecha, ahí las encontrarás―
Me fue imposible responder, la puerta se abrió de un golpe y él entró, como mi viejo lo había predijo. Camino lentamente, haciendo sonar las suelas de sus zapatos negros de vestir, dejo a la vista su cabello lleno de líneas blancas y grisáceas, se retiró las gafas, sus ojos eran azules y lucía un traje negro.
― ¿Se te perdió el sol, viejo?, son las ocho, no necesitas gafas― Me burlé un poco.
Él sólo me mostró su blanca dentadura.
― ¿Sabes quién soy? ― Amenazó.
― No, la pregunta es, ¿Tú, sabes quien soy yo? ― Lo miré directo a los ojos.
― Claro, una joven estúpida jugando a los sicarios. ― Se acercó hacia mí y me tomó bruscamente de la barbilla.
― Suéltame idiota― Escupí en su rostro.
― Bastante ruda, pero sigues siendo estúpida, no sabes a lo que te enfrentas ― Chasqueó los dedos de su mano derecha y uno de los sujetos de atrás limpió el rastro de mí ADN.
― Claro que lo sé, me enfrento a dos mil hombres, oh, no, maté seis atrás, hablamos de 1994 hombres y un viejo de noventa años aproximándose a su fin a la cabeza― Me crucé de brazos.
― No por nada es tu hija Raynold, tenia que ser Black― Se dirigió a mi padre.
― Entonces, sabes que no debes meterte con ella. ― Mi padre sonrió.
― Oh, descuida, no me meteré con ella, me meteré con su objeto más preciado ―
―Padre, vete de aquí ― Le susurré.
―No ― Contestó firme.
― Sólo, obedece padre, intentará matarte ―.
No emitió ningún sonido.
― Hermosa escena, pero, cómo soy el malo de la historia, tienen treinta segundos y corriendo ― Sacó de su chaqueta una granada, retiró el seguro y la lanzó a mis pies mientras salía a la puerta y la aseguraba.
― Al armario ― Grité y corrimos hasta estar dentro del armario de armas, él cerró la puerta y escuchamos el gran estruendo.
Esperamos dos minutos hasta que el fuego fuera menor, abrochamos los cierres de las chaquetas hasta el cuello evitando el riesgo de quemaduras, tomamos dos armas junto a dos cartuchos y salimos.
Introduje el cartucho y cargué, apunté hacia la puerta y avancé detenidamente.
―Liam, ven por nosotros― Hablé fuerte.
―Gracias al cielo que están bien, enseguida vamos―.
Se escucharon dos detonaciones, cayeron justo detrás de mí, el pecho de mi padre detuvo su viaje. Cayó de espaldas y giré rápidamente para arrodillarme a su costado, sabia que esos sujetos eran demasiado estúpidos como para volver y asegurarse de la muerte de las victimas, en este caso, nosotros. El helicóptero llegó y Liam bajó una escalera, aferré mi mano en un escalón y abracé a mi viejo y herido padre. Ordené nuestro ascenso inmediato. Enseguida presioné la herida intentando detener la hemorragia.
― No, mi muñeca de acción, ha llegado mi hora de partir― Me susurró sujetando mi mano.
― Pero, tú eres mi señor de acero, no puedes morir, eres el gran Raynold Black. ― Las lagrimas comenzaron a caer de mis ojos.
― Toma, es tiempo de que tú seas la gran Kassidy Black. ― Colocó dentro de mi puño un llavero. ― Ahora eres la que está en la cabeza, la dueña de los hitman ― Besó mi mano y cerró los ojos permanentemente…