Capitulo 1: Una noche fuera.

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El reloj daba las 22.34. Tomás miraba al techo, recostado sobre su cama, escuchando los insesables gritos de sus padres competir con los insoportables llantos de su hermanita, Licy, en la habitación continua.

Llevaban así 20 minutos. Y esto llevaba ocurriendo ya unos cuantos meses. Tomás sabía que lo más probable es que no se detuvieran en un buen rato.

Se levantó y se enfrentó a su espejo de cuerpo completo junto a la cama. Con sus manos secó las lágrimas que mojaban sus pecas y se miró a sus propios ojos verdes.
Él ya estaba cansado de las discusiones y los gritos. Y una idea, que le había pasado por la mente hace unos días como algo loco, ahora parecía lo mejor.

Tomó una linterna de un cajón, se puso un buzo sobre la pijama, tomó su bolsa de dormir, su almohada y su vieja brújula, la que su padre le había regalado por su décimo cumpleaños, a principios del año. No el tipo que discutía con su madre detrás de la puerta, su verdadero padre.

Apagó todas las luces de su pieza, abrió la ventana y sintió un frío viento entrar. Lanzó sus cosas, luego pasó él, y bajó la ventana, dejando una rama ni muy gruesa ni muy delgada impidiendo que se cierre para poder volver.

La ventana daba a la calle, por lo que tubo que darle la vuelta a la casa para llegar al bosque que había detrás de su casa.

Se detuvo en el punto que separa los árboles y Bruma. Ciudad que debe su nombre a la bruma que suele formarse sobre el mar junto al que se encuentra.

Abrazado fuerte a su almohada miró al interior del tétrico bosque. Observó las altas y delgadas coníferas, la fría y sucia tierra llena de hojas, la bruma que empezaba a formarse en el orizonte y la obscuridad que las ramas producían, tapando con sus altas hojas la poca luz de la luna que poco y nada conseguía iluminar.

Pensó por un momento en todas las cosas horribles que podría esconder la obscuridad del bosque, luego miró hacia su casa tras él, la cual solo tenía una luz amarilla encendida, que proyectaba en las blancas cortinas junto a la ventana la silueta de Augusto, el novio de su madre, haciendo vistosos gestos corporales. Los escuchó gritarse un poco más, volvió a mirar al bosque, encendió su linterna para iluminar el paso y se adentró sin vacilar.

No se alejó mucho, no más de 70 u 80 metros, no tanto como para no ver la luz de la casa pero sí para no escucharlos y que no lo vieran desde allá.

Pensó que una noche alejado de los gritos y las peleas le vendrían muy bien, y que así podría dormir más tranquilo, aunque estaba un poco asustado de dormir afuera, lo prefería a su casa.

Estiró su bolsa de dormir a los pies de un árbol, de modo que este estubiera en medio de el y la casa. Puso su almohada sobre las raizes, se acostó y puso el despertador 20 minutos antes de lo que se despertaba habitualmente, así podría regresar sin que lo notaran.

Pensó que aunque en Bruma las noches de Verano fueran tan frías, así como iba de abrigado y con la bolsa de dormir, no pasaría frío. Se equivocó.

El viento frío y húmedo que venía del mar rompía contra su bolsa de dormir y lo hacía tiritar.
Se arrepintió de no haberse abrigado más. Tomás solo podía pensar en el terrible frío, hasta que se durmió finalmente.

Sus sueños fueron no lo que se podría decir "dulces". Él soñó con su, ahora ausente padre, y con él, en la sala en la que ahora discutían su madre y el novio de esta. La sala estaba solo iluminada vagamente por la televisión, la cual dejaba suficientes zonas a obscuras para esconder casi lo que sea.

Estaban en el sillón que estaba en el centro de la habitación, viendo una vieja película, "La historia sin fin", la película favorita del padre de Tomás, Martin.

Martin estaba sentado en una punta del sillón, con su mano sobre la cabeza de Tomás, quien usaba su regazo como almohada y estaba tapado hasta el cuello con una manta.

La veían en completo silencio, no solo ellos, la película no tenía sonido tampoco. El silencio era tal que solo escuchaba su propio pulso y su respiración, pero no podía oir la de su padre por algún motibo.

De pronto, el silencio desapareció cuando se escuchó a la distancia, de manera leve, el llanto desesperado de Lucy, su hermanita menor que él por 3 años.

Martin salió de la habitación en busca de Lucy, pero Tomás se quedó en el sillón, mirando fijamente la puerta por la que su padre había salido, mientras escuchaba los llantos de su hermana.

Podía escucharlos cada ves más fuertes, como si se acercara pero sin hacerlo en verdad.

Miraba la puerta y escuchaba los gritos de Lucy más y más fuertes, desesperados y cercanos, como si ella estubiera a solo unos cuantos metros.
No aguantó más, se escondió entero bajo la sabana y cerro los ojos muy fuerte, cuando los abrió, la manta había sido reemplazada por la bolsa de dormir, ya no estaba en la sala de su casa, sino en el bosque, pero el llanto de su hermana seguia escuchándose tan fuerte y desesperado como si la tuviera a unos cuantos metros.

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Perdón por escribir tan poco. Seguramente los siguientes sean un poco más largos.
Si pueden corregir la ortografía, les agradecería.

Entre el Bosque y la Bruma.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora