23 de Septiembre de 1840

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El viaje ha sido tedioso y agotador, debido a todas aquellas imperfecciones del camino, sentía como si el carruaje fuera a desplomarse en cualquier momento. Sin embargo, el paisaje que se presentó ante mis ojos me cautivó desde el primer momento. Frondosos árboles de todos los tipos rodeaban mi nuevo hogar, que se alzaba imponente, tocando el cielo con la punta de sus altos y oscuros tejados.

En cuanto a la casa...era muy especial , de eso no cabía duda. De lustrosa madera oscura, y muebles de un elegante color rojo vino; alfombras de piel por todos lados, cuadros, muchos cuadros, una infinidad de ellos. En la entrada, una gran escalinata que subía a los dormitorios de arriba, y cruzando un ancho pasillo repleto de armaduras de soldados y cabezas de animales colgadas en la pared, se encontraba un amplio salón con altos ventanales y una enorme chimenea al fondo.

La cocina era también muy espaciosa, con cachivaches de todo tipo, que jamás había visto antes, en la habitación de alado se encontraba el comedor, que estaba atravesado por una mesa que lo cupaba casi todo, decorada con candelabros de oro y vajilla de porcelana.

El piso de arriba era ya otro mundo, una infinidad de puertas de caoba gastada se alzaban sobre mí, cada una dando paso a una habitación totalmente diferente a la anterior, y cada una con más puertas y pasillos dentro de ellas. Recobecos, pasadizos, incontables escalinatas hacia quién sabe donde...esta casa es un laberinto, sin duda, mucho más grande de lo que cabiese esperar para solo una persona, y extrañamente barata, además.

Es demasiado inmensa para un hombre como yo, pero me niego a arrepentirme de mi compra, por lo que he decidido mantenerme positivo pese a las circunstancias.

Elizabeth Donde viven las historias. Descúbrelo ahora