Leander: Buscando a Lena.

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Tenía que hallarla a salvo.

Era lo único que me agobiaba la mente desde hacía tres días, cuando vi por última vez a Lena, mi hermana. Los monstruos bebedores de sangre se la llevaron cuando un grupo de personas salió de la iglesia en la que nos habíamos estando protegiendo de sus garras. Iban a buscar comida, pues se había agotado en una increíblemente corta cantidad de tiempo.

En la iglesia luterana de la lejana isla donde vivimos solo quedaban unas treinta personas. El resto, o la gran mayoría de la ciudad, habían muerto, o peor, los habían convertido en monstruos al igual que ellos. Supe que podían hacerlo desde que una niña que solía ser mi vecina intentó atacarme.

Mi cabeza estaba apoyada sobre el helado cristal de la ventana de la iglesia, reflejando mi imagen. De cara larga y ojerosa producto de los tres días que llevaba sin dormir, pero aún se lograban ver mis ojos azules, idénticos a los de Lena; mi cabello de un rubio oscuro y mi tez pálida, producto del clima. De mi aliento salía mucho vapor. Hacían como unos dos grados bajo cero, pero no tenía frío en lo absoluto. 

'Lena... ¿Dónde estás?' pensaba con nerviosismo. Mi hermana es unos dos minutos menor que yo, pues somos gemelos. Bueno, mellizos, porque yo soy un chico.

¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Cómo había ocurrido? Eran preguntas que no podía responder. Había sido un completo imbécil al permitir que Lena abandonara los terrenos de la iglesia. Debí ir yo en su lugar. Pero ella era terca, tanto que logró convencerme en que todo estaría bien.

Tres días antes, el día en que Lena desapareció, había estado rezando porque regresara rápido con la comida. No quería que saliera y se expusiera al horror de ver a esas criaturas medio muertas caminar por ahí, acabando con todo a su paso. 

-Voy a estar bien, Leander. No seas bobo. Logré evadir a uno de esos vampiros la semana pasada.- dijo Lena, mirandome con aire de suficiencia.

-Fue por accidente. De no ser porque corriste hacia una casa, ese monstruo te habría matado. Ahora que estamos en la iglesia estaremos a salvo. Dios nos va a cuidar.- le expliqué, tratando que entrara en razón.

-Leander, otra vez con tus locuras sobre Dios. Él no está aquí para cuidarnos. No habría dejado que esas cosas llegaran a la isla y mataran a casi todo el mundo. Hace un día que no comemos nada, y el lago está cerca. Podemos ocultarnos de los monstruos, ellos no conocen el bosque como nosotros. Voy a estar bien.- me miró con sus ojos azules tan penetrantes como navajas.

Jamás regresó. De seis personas que salieron, solo una volvió, llena de sangre, con un profundo corte en el brazo. Según el hombre, habían llegado al lago y recogido pescado, pero en el regreso los atraparon. Eran solo tres de ellos, pero eran muy rápidos y fuertes. No fue muy difícil matar a tres personas y llevarse a dos. A Erik, un buen amigo mío, y a Lena.

-Vas a abrirle un hueco a la ventana.- dijo una voz fina y delicada, con cierto tono risueño. Me di la vuelta y vi a una chica alta, delgada blanca y un largo cabello rojo recogido en una coleta de caballo. Tenía un grueso sweater de lana oscura y un par de jeans.

-Sabrina.- dije, usando un tono de voz que pudo haber pasado por una leve alegría. Sabrina Welsch era la nueva profesora de química en la pequeña secundaria de la isla. De padres alemanes y nacida en Oslo, fue a parar a la isla por el atractivo turístico y el aumento de viviendas y empleo. En fin, había llegado a la isla con el fin de crear una vida. Una que ahora parecía tan distante con el ataque de esos... No podía pensar en un nombre para esas cosas además de monstruos, demonios.

-Leander, no te preocupes. Si a Lena le hubiese ocurrido algo, creo que lo sabríamos. Por lo menos tú, que eres su mellizo.- dijo en una voz calmante, colocando una blanca y delicada mano sobre mi hombro.

-Intento pensar en cómo se encontrará. Si le han hecho daño.- mi boca se torció por la impotencia y bajé la mirada hasta el sucio suelo de madera de la iglesia luterana.

Sabrina me tomó el rostro con las manos, haciendo que me fijara en ella. Era realmente hermosa. Me sonrió y luego se acercó para darme un ligero beso en los labios.

-Tu hermana está bien. Esas cosas no le han hecho nada.- me contestó, aún con su cara muy cerca de la mía. Podía oler su tibio y fresco aliento.

-¿Cómo puedes saber eso? ¿Cómo puedes sonar tan segura?-

-Fácil. Ya no quedan muchas personas en la isla. Creo que no deben pasar de unas cien, si es que afuera de la iglesia quedan grupos.-

-No... No te entiendo.- le dije, confundido por lo que me quería decir.

-Leander. Si fueras uno de ellos, ¿Para qué querrías llevarte a unos humanos en vez de matarlos de una vez?- dijo ella, usando un tono que la hacía parecer que decía algo obvio.

Comencé a pensar. Imaginarme qué haría con un humano si yo fuese un vampiro y hubiera escasez de alimento.  Fue cuando la idea me llegó como un rayo.

-Los tienen de rehén para usarlos como carnada. Quieren hacernos salir.-

Nieve RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora