CAPÍTULO I

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Respiro profundamente para recuperar el aliento. Él, esta recostado junto a mí, al otro extremo alejado de la cama. Lo miró de reojo y me doy cuenta de que está mirándome fijamente. Se lo que piensa.

Ha sido intenso.

Muy intenso.

Giro la cabeza para mirarlo. Me dan ganas de jugar ese juego en el que intento descifrar la oscuridad que penetra en su interior. Siempre comienzo por querer entender el significado de esa mancha en su pecho.

Tiene un tatuaje.

Grande.

Espeluznante y horrible.

Es una calavera que sostiene un corazón envuelto en cadenas. El corazón está sangrando por los dedos esqueléticos que lo exprimen y lo que resulta espeluznante, es la sangre que la calavera escurre de la boca. Da la impresión de que se lo estaba comiendo.

Trago saliva levantando la mirada a sus ojos. Los mantenía cerrados. Todavía intentaba recuperarse de lo ocurrido entre nosotros hace minutos. Tomo aire volviendo a centrarme en la imagen que acentúa su pecho.

¿Que lleva a una persona a marcar su cuerpo de ese modo?

Yo nunca lo entendería, porque siquiera era capaz de encontrar sentido a esa espantosa imagen. Mis dedos toman vida propia y me encuentro levantando la mano para tocarlo.

No hay contacto.

Sus manos han atrapado la mía en el aire y aún tiene los ojos cerrados.

— ¿Qué estás haciendo?

Su voz severa irrumpe con violencia el silencio del dormitorio. Trago saliva con fuerza, yo no tenía permitido tocar esa parte de su cuerpo. Sus palabras siempre habían sido claras.

Puedes acariciar cualquier parte de mí, pero no está.

Eso había citado desde el principio con seriedad y yo siempre trataba de contenerme como podía, a veces no tanto. Me intrigaba demasiado saber porque significaba tanto para él que yo lo tocara.

Mirándolo a los ojos esta vez, retire mí mano sin objetar una disculpa, pues para mí no suponía un delito querer indagar en la oscuridad de su interior. Sin embargo eso no indicaba que no fuera capaz de sentirme de cierto modo, intimidada por él. Después de todo, era un hombre con el que compartía excepcionalmente unos minutos de placer y unas horas de tutoría. Solo eso.

Placer.

Sabiduría.

No tardo en incorporarse de la cama tras mi atrevimiento, pues mayormente le molestaba que yo no acatara sus órdenes. A lo que por mi parte, podía irse al carajo.

Lo seguí con la mirada hasta que camino al armario y tomó un albornoz color azul oscuro para cubrir su cuerpo desnudo. Cerré los ojos estirándome en la cama.

¿Que venía después de eso?

Pues él salía a la terraza de su dormitorio a fumar, algo que detestaba considerablemente, y luego yo me marchaba a mi casa. Permanecí en silencio con los ojos cerrados escuchando sus pisadas sobre el suelo de madera caoba que se alejaban en dirección a la terraza.

Abrí los ojos soltando un mohín con chocancia mientras percibí su silueta tras los ventanales de cristal. Tiene los antebrazos apoyados sobre el barandal y mira la ciudad bajo sus pies con el cigarrillo en la mano.

¿Cómo demonios iba a ser capaz de obligarlo a dejar ese maldito vicio?

Desvío la mirada al reloj digital sobre la mesita de noche y refunfuño. 7:45 pm. Estoy cansada, agotada en todos los sentidos de la palabra y el sueño me invade de golpe obligándome a parpadear. Cierro los ojos tentada a quedarme tumbada, pero soy consciente de que tengo que irme.

Como debo amarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora