Parte 1

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Ya iba un mes desde que no llegaba por las noches, sino de madrugada.

Iba una semana, desde que él no comía.

Otabek se había retrasado, otra vez, para su cita-cena. De seguro llegaría a las cuatro de la madrugada, con un olor a perfume extraño y con una marca morada en alguna parte de su cuerpo. Y sí, él lo sabía, también sabía quién era, pero no había manera en que pudiera hablar, porque si lo hacía...lo perdería.

El reloj marcaba las dos, y él seguía sentado en la ventana, mientras veía el cielo nocturno y las luces de la ciudad. Suspiró fuerte, y empaño el vidrio. Lo miró por un segundo, pero no se molestó en limpiarlo, apenas tenía fuerza para moverse.

Hace una semana era su aniversario, su primer aniversario, y Otabek llegó después de las tres con aroma a perfume caro y rasguños en la espalda. Se acostó a su lado y se durmió al instante, ni siquiera se percató de que él seguía despierto. A la mañana siguiente ni siquiera recordó el acontecimiento del día anterior.

Pichit estaba lejos, y Victor llevaba dos semanas de luna de miel. Yurio... Yurio.

El tic tac ya no le molestaba ni su estómago que apenas tenía fuerza para gruñir de hambre. El reloj marcó las tres y él no se había movido de su posición, parecía una estatua, incluso por su piel demasiado pálida.

Tal vez sólo debería irse, volver a Japón. Volver a entrenar cuando vuelva Victor de su luna de miel. Darse vacaciones, sí. Parece una buena idea. Entonces la cerradura suena, y la puerta al abrirse inunda la casa de aire frío, los pasos que le siguen y la puerta cerrarse otra vez no lo inmutan. Tal vez ni siquiera se dé cuenta de que está ahí. Tan cierto.

Los pasos se alejan hacia la habitación, y por un momento da las gracias por no tener que volver a oler ese perfume en su cama, es mejor quedarse completamente incómodo en el frio de la noche en la ventana.

Pasan dos minutos y pasos apresurados salen de la habitación, ya sin zapatos, pero igual de fuertes.

- ¿Yuuri? - dice la ronca voz, buscando lo que debería estar en su cama, esperándolo como todas las noches -. ¿Yuuri? - incluso parece preocupado. ¿será cierto? -. Yuuri, ¿Dónde estás?

Su voz parece aumentar en la desesperación, hasta que ve un pequeño bulto en la ventana, que no se mueve.

- ¡Yuuri! - suspira de alivio, acercándose rápidamente hacia su novio, lo abraza y hunde su nariz en la cabellera del japonés, porque eso hacen los novios, los novios que están enamorados.

Pero él no quiere oler el perfume caro cítrico que desprende el cuerpo de su novio, ni ver el chupetón latente bajo su mentón, ni la marca de beso que tiene el cuello de su camisa. No, él quiere a su novio de hace un mes. El que llegaba temprano para preparar la cena juntos, y quedarse dormidos mientras veían una película, o mientras hacían el amor. El que lo llevaba a tomar helado los sábados, y lo sorprendía con un invento de comida casi incomible cada vez que estaba de buen humor. No esta copia barata.

- ¿Te divertiste? - preguntó, su voz seca, por falta del agua que no había bebido ese día.

- Lo siento, amor - hundió más su nariz en el cabello de su novio, inhalando con más fuerza -. La reunión se alargó.

- Eso veo - su mirada seguía en el cielo nocturno y las luces de la ciudad, porque era mejor eso que ver lo que su novio traía. Si, mucho mejor.

- ¿Qué haces aquí? - preguntó, con una voz suave.

- Miraba...pensaba - dijo como si nada, porque nada que le pudiera decir él ahora importaba -. Volveré a Japón, regresaré cuando Victor vuelva.

- ¿Por qué? - y ahora parecía molesto y preocupado, porque la luz de sus ojos se iba a ir y volvería cuando otro hombre estuviera -. ¿Ocurre algo?

No sabe de dónde sacó la fuerza, pero rio. Bajo, ronco, molesto. No podían existir personas tan hipócritas.

- Yuuri, ¿qué pasa? - lo hizo voltearse, para que lo mirara a los ojos, y por primera vez, en menos de un mes...lo miró.

Ojos hundidos y ojeras, cabello largo. Notaba claramente la clavícula sobresalir y sus hombros delgados lo sorprendieron. Ese no era su Yuuri, el alegre sonrojado. El tímido que no le gustaba que lo besaran por sorpresa pero que de todas maneras lo dejaba.

Yuuri lo sabía, y él fue increíblemente estúpido para creer que no lo notaría.

- Esta durara varios días - dijo el japonés mientras llevaba su dedo al chupetón que estaba bajo su mentón -. La que te hizo en el hombro duró casi una semana - rio, sin ánimos ni fuerza -. Los rasguños son más difíciles de sanar, ¿nunca los viste?

No había tenido intimidad con Yuuri por más de un mes, no entendía como las había visto. Trataba de no mostrarlas, pero a veces era imposible que no lo marcara en lugares visibles y no visibles para él.

- Yuuri, yo...

- Creo que me iré mañana por la mañana - siguió, mientras devolvía la vista a la ciudad, quería tener un lindo recuerdo -. Necesito vacaciones.

- No, Yuuri, escucha - titubeó -, no es lo que parece.

- ¿No? - el japonés lo miró, no le interesaba, ya no dolía como en un principio, porque...su corazón ya estaba demasiado roto como para sentir algo. Pero no soportaría que creyera que era un tonto -. ¿Entonces que parece?

- ¡Fue un error! - dijo apurado -. No lo volveré hacer. ¡Llegaré temprano, lo prometo!

- Está bien - dijo, mirando las luces de la ciudad. El reloj marcaba las tres con veinte minutos -. Lo primero que haré será bañarme en las aguas termales - suspiró, y se puso de pie.

Tomó su mochila, esa que siempre estaba cerca de la puerta, que tenía todo lo importante, la manta que estaba sobre el sillón y salió de casa.

No le importó si eran las tres y algo de la mañana, ni que Otabek gritara tras su espalda. Se apresuró a las escaleras, con la manta en sus hombros, cubriendo su cabeza y su mochila en su pecho.

Tenía que disculparse con Yurio, porque él era el que le había dicho que Otabek y Mila eran amantes.

Tal vez lo invitaría al Onsen, y luego iría al aeropuerto.

Necesitaba esas vacaciones.

...

Broken Heart (Yuri on ice)Where stories live. Discover now