[Capítulo 2.]

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Todo era silencio, perfectamente tranquilo y tremendamente sospechoso; eso no sucedía en mi casa, nunca, y, menos teniendo una familia como la mía. Olvidé que bajaría de una vez mi mochila y mi celular, para no tener contratiempos, y justo antes de dar un paso afuera de mi habitación, giré y me dispuse a tomar mis cosas.

*ZAS, BUM, PAF.*
Oí un gran golpe seguido de dos rebotes y un pequeño chillido, esto no era para nada bueno.

Salí precipitada a al pasillo con mis cosas en las manos y hablando pestes hasta por las orejas. Cuando por fin salí y giré en dirección al sonido de aquel estrepitoso suceso cuando...

-¡¿QUÉ CARAJOS ESTÁ PASANDO AQ...?!- Fui interrumpida por lo que estaban presenciando mis ojos.
-Maldita sea, chicos.
Se trataba nada más y nada menos que de mis hermanos; Nathan y Emma, para ser exacta. Son esos pequeños mellizos que hace casi 9 años, me robaron el corazón y a pesar de todo, lo tendrán para siempre. En verdad los amo, pero son una piedrita en el zapato.
Al parecer querían jugarme una broma, asustarme o tratar de lanzarse a mis brazos mientras su peso me obligaba a caer. Y a pesar de ser extremadamente brillantes y calculadores, por esta ocasión, no pudieron completar su propósito. Me acerqué a ellos de forma sigilosa y los ayudé a levantarse, los abracé y me aseguré de que no se lastimaran al chocar con esa mesa a medio pasillo en vez de chocar contra mí.
Como siempre, me dieron los buenos días y un beso en cada mejilla. Al unísono me informaron que era hora del desayuno. Noté que seguían en pijama y me puse un poco seria, me crucé de brazos y los miré fijamente fingiendo disgusto.
Claro que me conocían esa mirada, y sólo agacharon sus pequeñas cabezas.

Es lo más tierno que hay, y sin duda alguna, creo que es de mis partes favoritas de ser la hermana mayor de este par de chiquillos desastrosos; jugarles una broma.

Para no hacerlos sentir mal, de manera rápida los toqué en el estómago y les sonreí cuando levantaron su vista. Me agaché un poco para darles un beso en la frente a cada uno y les dije con tono juguetón:
-Quien llegue a la mesa al último, hace las palomitas el fin de semana.
Oh, claro, lo olvidé. Hacemos maratones de películas los fines de semana y siempre es un fastidio hacer las palomitas.
Me gritaron que no era justo pero les dije que yo ya me iba a bajar y que dejaran de perder el tiempo. Se miraron retándose y corrieron a su habitación correspondiente.

Corrí a tomar mis cosas y bajé las escaleras tres veces más rápido que el mismísimo Flash, a mí siempre me tocaban las palomitas y ellos ya tenían edad suficiente de hacerlas por primera vez, la competencia se redujo a ellos.

Mi padre estaba leyendo las noticias en su iPad, como todos los días, y mi madre estaba preparando algo... Olía delicioso, pero no lograba distinguirlo aún. De pronto, el aroma se volvió aún más familiar y reconocible: ¡Hot cakes! ¡Mamá se levantó más temprano de lo habitual sólo para hacerlos! Esto indicaba sin duda, una fecha especial, y vaya que lo era. Mis pequeños comenzaban su primaria mayor, mientras que yo, iniciaba mi preparatoria.

Pasé al lado de mi papá mientras le froté la cabeza con una mano y abracé a mi mamá para asomarme a la sartén y comprobar que efectivamente eran Hot Cakes. Con que por eso quería que yo también me levantara temprano...

Abrí el refrigerador y saqué una jarra de jugo de naranja lista para el desayuno, serví tres vasos pequeños y me senté esperando a que llegaran mis pequeños demonios.
Unos instantes más tarde, mamá giró en dirección a la mesa con una gran cantidad de platos en sus brazos (sí, brazos. Ya no cabían en sólo sus manos.) y me dijo que mientras ella terminaba de acomodar la mesa, yo llamara a mis hermanos. No quería perder el juego, así que sólo me levanté del asiento para asomar mi rostro al pasillo y nombrarlos. Para mi sorpresa, no fue necesario, venían corriendo a través del pasillo después de bajar las escaleras. Corrí inmediatamente a mi asiento y noté que el sonido que hacían sus zapatos, se iba incrementando.

Primero entró Nathan. Lo siento, Emma.
Me reí y le recordé a mi pequeña hermana el trato, la cual rodó los ojos y asintió.

Juntos en familia, tuvimos un momento armónico pero bastante entusiasta.

Llegó la hora de partir, me despedí de todos deseándoles lo mejor y tomé mi ruta hacia el colegio. No estaba lejos de mi casa, y quería irme haciendo a la idea que ya no estarían todos mis verdaderos amigos. Me dolió. Pero, necesitaba un cambio. Preferí caminar, y como era un camino bastante seguro, me coloqué mis audífonos y emprendí el recorrido acompañada de Boulevard of Broken Dreams de Green Day, seguida por I will wait de Mumford & Sons, y finalizando con broche de oro, Changes de Hazers.

Si hay algo que amo en este mundo, después de mi familia, es la música. Soy de todo un poco, ya lo verán. Así que, como a la mayoría, también me ayuda a sanar mis heridas. Y ese drástico cambio en mi vida vaya que me hirió.

En menos de lo que canta un gallo, llegué al lugar. No era nada parecido a lo que yo estaba acostumbrada, pero, ¿en eso consiste un cambio considerable, no es así? Por favor, háganme saber si no es así. Se los suplico.

Eran las 7:16 de la mañana y ya sentía estar justo frente a la eternidad en persona. O por lo menos, en físico.

Nada estaba bien.

One in a lifetime.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora