2

26 1 0
                                    

Las puertas del hospital están abiertas

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Las puertas del hospital están abiertas.

Mama era de esas personas que odiaban los hospitales diciendo que eran lugares deprimentes y donde podías contagiarte de enfermedades.

Lo curioso es que ahora tengo que venir cada día y no me desagrada. Vengo aquí con la intención de hacerla sentir más fuerte, también hacerle ver que la vida es increíble aun con su enfermedad, pero la realidad es que por cada día que vengo, mis esperanzas de que la vida sea todo lo que me invento y le transmito a ella, se agotan.

Mi credibilidad en algo divino es nula. He visto a gente enferma que dudo haya cometido algún pecado tan poderoso y grande como para ser castigado de esa forma. Niños que ni siquiera saben porque se sienten tan mal todos los días pero que una sonrisa nunca falta en sus rostros.

Hay otros que no lo hacen, el sufrimiento es tan grande que no hallan un motivo para sonreír. Se trata de fortaleza humana, de lo mucho que tengas ganas de ver un árbol crecer o una planta florecer, inhalar los pétalos de una rosa o comerte un delicioso bocadillo soltando un suspiro de placer, disfrutar sonrisas de gente que amas, reír de chistes estúpidos sin lógica, no pensar siempre en lo tonto que puedes llegar a ser. Sin embargo eso solo nos queda a la gente que no tiene un tumor en su garganta, estomago, una enfermedad mortal o que simplemente te haga sentir muerta en vida. Nos queda a la gente que podemos expresar lo que nos plazca porque nada nos detiene. Es así como encontramos un motivo, pero ellos no pueden hacerlo porque verdaderamente una enfermedad es infelicidad, una enfermedad es retención de sonrisas y expresión de dolor y sufrimiento acumulado por esos días que uno se esfuerza en sonreír aunque lo único que desee sea llorar y morir. La cobardía es lo que todos tenemos, el miedo a morir. Los mismos enfermos prefieren luchar aunque sufran, aunque sientan que su corazón ya no puede más o que su mente no procesa la vida como alguna vez lo hizo, pero ellos siguen buscando algo de que agarrarse porque aún queda algún motivo para quedarse y aguantar lo que venga.

Si me hubiesen preguntado cómo está mi madre hace un año, contestaría lo mismo que toda mi familia: "loca".

Lo sé, una mierda de hija igual a la mierda de familia.

Ella nunca estuvo loca, su mundo interno siempre fue distinto al de nosotros. Recuerdo su primer malestar. Decía que bajáramos la música, que no soportaba el ruido, se ponía histérica y una vez incluso rompió el estéreo de la casa. "Amargada", ese fue el primer insulto que recibió por nuestra parte. Pasó un mes y aunque me mantenía al margen sin juzgarla, tampoco hacia nada para ayudarla porque dentro de mí, si la cuestionaba y me preguntaba porque era tan mala y amargada.

Mi madre no era mala, menos amargada.

Tres meses después quería que la acompañara al supermercado para hacer la compra de despensa. Me enoje con ella y dije que estaba loca porque el supermercado quedaba a una cuadra. Se limitó a decir dos palabras que en aquel momento me parecieron absurdas: "Tengo miedo". No la acompañé ese día. Llego Papá y no había cena porque ella decidió no ir. "Floja", ese fue otro insulto.

Te regalo una FlorWhere stories live. Discover now