1. El Eiszeit.

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  Mi pelo se ha llenado de escarcha por dormir a la intemperie. El tacto de mi ropa congelada y el vaho de mi aliento algo más cálido que el resto del mundo me hacen ser consciente que sigo vivo. Pero yo no voy a morir por eso. El resto de mi gente ha olvidado el contacto de una almohada de nieve y el arrope de la brisa helada.
Se encierran en sus ciudades de cristal azulado cubiertas de nieve para camuflarse.
Pero yo gozo de ello. No me importaba viajar a pie por el desierto blanco sin más compañía que el silbido del viento, ese sonido acogedor, y mis pensamientos.
Me paso las manos por el cabello y la escarcha cruje al desprenderse, abro los ojos lentamente ya que mis pestañas están congelas y es doloroso. Los demás creen que estoy loco por viajar de este modo, pero el saber que quizá no me despierte nunca más mientras descanso me hace sentir vivo. Que contradictorio... Pero es así.
Aliso mi abrigo de piel de foca y tomo mi bolsa.
El tenue sol se oculta tras el blanco horizonte y noto como la temperatura baja rápidamente.
Es mejor viajar de noche, para que la sangre no se congele en tus venas y no se te hagan cristales en los pulmones. A mi no me pasará eso, no he olvidado mi esencia. Pero hace demasiado tiempo que mi raza dejó de vivir en cuevas y su sangre y aliento de Eisze se han templado.
Quizá, con el tiempo, lleguemos a ser otra cosa. Eso nunca se sabe.
El viento es suave y unos ligeros copos comienzan a caer del cielo. Tengo que ponerme en marcha. Me cubro con la capucha del abrigo y me convierto en un espectro blanco que se camufla en este albo paisaje.
Un copo de nieve cae sobre mis labios y lo lamo, paladeando su sabor neutro y comienzo a caminar.  

  Mis pasos son ligeros y se posan en el manto nevado sin llegar a hundirse. La estrella del norte me guiará hacia mi ciudad natal si la sigo, he de seguirla... aunque preferiría no hacerlo.
En pocos minutos el mundo se torna tan negro que ni el resplandor de las estrellas consigue mitigar la sensación de vacío. Está oscuridad vasta puede hacer perder el sentido. A muchos les resulta insoportable, no ves el horizonte y te sientes como si estuvieras suspendido en mitad del infinito. Pero esa sensación me resulta tan agradable como estremecedora, no importa cuantos viajes haga, jamás dejaré de sentirla.
Quizá si soy extraño como dice Sosna o especial como dice mi mamke. No lo sé... No quiero saberlo, a veces me dan miedo mis propios pensamientos y las visiones que tengo. Quizá por eso prefiero caminar entre el helor y dejar que mi mente se vacíe y no haya más.
Así que estiro la mano y señalo hacia la estrella del norte con la palma. Invoco una pequeña estrella de hielo y la envío flotando unos metros por delante de mí para tener una referencia fiable en esta noche de luna negra.

Pero esta noche será terrible, lo siento en cada poro de mi piel. Noto como se me eriza el bello prediciendo lo que sucederá.
Los demás creen que soy un loco suicida. Sosna y mamke ya no dicen nada, tan solo muestran un ligero alivio cuando ven que vuelvo a casa vivo.
Estamos en eiszeit, la peor época del año. Cuando los vientos son más violentos, las nevadas más intensas y las heladas más destructivas. Y nosotros los eisze, los seres del hielo, huimos a refugiarnos en ciudades de cristal.
Mis ojos dispares se entrecierran cuando notan el primer golpe de aire helado, es ligero comparado con lo que vendrá, pero consigue echarme la capucha hacia atrás.
Camino un poco más, el poco rato que he estado parado ha hecho que se posaran unos montoncitos de nieve en mis hombros. No me molesto en sacudirlos, caen por si solos mientras me muevo.
Mi pequeña estrella de hielo flota vacilante en la negrura. El viento la mueve de un lado para otro.
Siento como mis pasos se aceleran, me muevo al son del viento cuya velocidad comienza a aumentar, su azote se hace más fuerte, empieza a flagelarme con su frio cortante como un cuchillo. La nieve me da fuertes golpes en el rostro y no puedo evitar sonreír. Mi cabello plateado parece tener vida propia gracias al viento y flota en todas direcciones,
Mi sonrisa se hace más ancha, estoy casi ciego por la ventisca que casi me corta la piel.
Esto es el eiszeit y a mí se me dispara la adrenalina en mitad de estos elementos destructivos.
Estoy loco, pero comienzo a correr contra la tormenta de nieve, no veo nada, pero no puedo parar de reír eufórico. Noto como mi estrella de hielo se rompe en mil pedazos por la fuerza del aire.
No me importa
Solo corro, rio y me regocijo por los latigazos del frio. Así es como me siento libre.
Nadie puede entenderlo, solo creen que estoy loco mientras se esconden y viven día a día lo mismo.
Puede que algún día no vuelva a casa, que quede enterrado bajo la nieve, me convierta en una estatua helada o incluso pierda el pigmento y regrese a una no-vida como un redivivo.
Pero no me importa.
Ahora estoy sordo, ciego y mudo, la tormenta amortigua mis sentidos. Aun así no puedo evitar correr con todas mis fuerzas y gritar de júbilo.
El desierto de hielo es cruel, eiszeit es cruel. Pero yo los amo y abrazo.
La violencia de la ventisca de nieve se agudiza rápidamente, ya no puedo correr, solo forcejear. Lucho para avanzar mientras rio como un desquiciado.
Quizá muera esta noche. O quizá...
¿Crees en el destino? ¿Crees que hemos nacido para algo en este mundo? ¿Qué tenemos un motivo y un fin?
Yo jamás lo había creído, pero cuando el suelo de nieve cede bajo mis pies y caigo hacia un profundo pozo de oscuridad, más que sentirme perdido, me siento salvado.
Aquella tormenta se iba a convertir en algo de fuerza apocalíptica y yo, una insignificante mota de vida, había pretendido luchar en lugar de buscar refugio.
Así que me dejo caer dolorosamente por la lengua de hielo hacia la desconocida tiniebla que me aguarda. Las estalagmitas de cristal de hielo me golpean y hieren. No puedo ver nada mientras me deslizo, pero noto la sangrienta humedad de las heridas. Aun así nada es peor que el golpe al aterrizar sobre la dura roca. Casi puedo oír como mis huesos hacen crack.
Me quedo estirado y en silencio. Mi bolsa sigue sujeta a mi brazo izquierdo por una de las coreas, que suerte...
Levanto con esfuerzo una manos y la acerco a mis labios, exhalo mi aliento sanador y lo reparto por las heridas abiertas para que se cierren.
Agudizo el oído mientras recupero fuerzas.
Se oye el siseo lejano de la tormenta por el agujero por el que he caído, también puedo oír los drip drip del agua que gotea de las estalactitas. Por lo demás hay total silencio.
Sé que estoy a bastantes metros bajo tierra y sobretodo lo noto en la temperatura, mucho más cálida que a lo que me he acostumbrado viajando a la intemperie.
Me duele todo mientras me incorporo para sentarme y aprieto los dientes, pero nunca he sabido estar sin hacer nada. Así que busco a tientas en mi bolsa el tarro de lucilos y lo abro con cuidado. Creo una estrella de hielo y la impregno con ellos, pronto se ilumina de modo cegador.
Mis ojos parpadean con fuerza para acostumbrarse a la repentina luz que me muestra la impresiónate gruta de roca gris y cristal irisado en la que me encuentro.
La naturaleza puede crear cosas de belleza arrebatadora.  

  Dejo que la estrella flote y me pongo en pie colgándome la bolsa del hombro.
Me acerco a la lengua de hielo por la que he resbalado y sé que el agujero se está tapando de nieve de nuevo, debo encontrar otra salida o tendré que cavar. De todos modos me intriga la caverna y deseo explorarla, las paredes están húmedas del agua que las recorre y la luz crea esa hermosa irisedad, las formas enrevesadas pero suaves del cristal salino, y el mineral azurè.
Acaricio esas formas mientras me adentro en la gruta precedido por mi estrella de lucilos.
Mis pasos son tan silenciosos como los de cualquier eisze que está acostumbrado a vivir en el hielo exterior, pero aun así ando de semi puntillas, casi como si algo me acechara y tuviera que ser cauto. Pero siento que no hay nada más que yo, el goteo de las estalactitas y alguna ligera corriente de aire que me guía hacia donde debo caminar. aun así no estoy acostumbrado a tanto silencio. Es ensordecedor, quizá esa es la amenaza que noto y me hace estar alerta.
Unos hilos de agua estrían la roca que piso. Cada vez se hacen más anchos mientras avanzo.
La gruta se estrecha hasta convertirse en un túnel. Mis dedos no se separan de la pared, que ahora posee una textura más áspera y las estrías se ensanchan hasta ser riachuelos que fluyen lentamente con un susurro cristalino.
Mi estrella centellea, una ligera brisa la hace moverse y puedo ver que llego a otra gruta. El tintineo del agua llega hasta mis oídos y siento que hace más frío, así que he ascendido.
El agua que baja por las paredes está congelada en parte y las estalagmitas y estalactitas emiten vaho.
El suelo cruje a mi paso, una fina película de hielo lo cubre.
Me paro en seco. No hay irregularidades frente a mí, puedo adivinar que estoy frente a un lago congelado. Una planicie brillante y perfecta como un espejo. Con el gesto de una mano envío a mi estrella algo más lejos. El lago es enorme, como las columnas de hielo que se han creado por las estalagmitas hasta tocar su superficie.
Me acuclillo y compruebo que el grosor del hielo es suficiente para caminar sobre él.
Saco las cuchillas para patinar y las ajusto a mis botas, así puedo explorar sin resbalar.
Me apoyo en las columnas cuyo interior está cuajado de metal azurè y me maravillo. Tanta belleza encerrada en el hielo...
No puedo evitar pensar en mi familia, en mi ciudad. Cuadrados de Cristal azulado, columnas y adoquines. ¿Qué tiene de bueno vivir así?¿ Rompiendo la armonía que crea la naturaleza?
¿No sería mejor vivir en un lugar así? Yo lo haría.
Y entonces no puedo evitar resbalar y caigo sentado.
Justo bajo mis pies hay algo, algo que me mira con serenidad. Algo que está muerto.  

EiszeitWhere stories live. Discover now