RodrigoMiro mi reloj por última vez asegurándome de llegar a la hora adecuada. Un joven abre la puerta trasera de la limusina en la que me encuentro, lo miro directamente a los ojos mientras bajo, y ver cómo se encorvan sus hombros que se encontraban rectos y cómo su barbilla decae en un gesto de debilidad e inseguridad ante mi presencia me satisface. Ver como la gente se intimida ante mi persona me hace sentir en la cima del mundo y que todos están a mis pies. A mi disposición.
Cada vez que una persona se doblega ante mí un éxtasis de poder recorre todo mi torrente sanguíneo como si de una droga se tratase. El poder es la manzana prohibida para el hombre, es el paraíso y a la misma vez un infierno personal hecho realidad; una vez lo conoces no quieres perderlo, anhelas tener todo el poder que puedas adquirir.
La codicia y avaricia habitan en los corazones de todo ser humano al igual que la ambición; estos se llevan de la mano. Muchos ignorantes viven queriendo que algún día sus cuentas de banco tengan más de seis cifras, estar rodeados de lujos y comodidades. No digo que eso esté mal, pero ¿para qué? Claro está en la mente de todos los pensantes que el dinero mueve el mundo, pero el poder lo controla. De nada te sirve tener dinero si no se tiene el poder suficiente para hacer con ello algo grande.
Mientras me encamino a la entrada del evento trato de ignorar a los flashes insistentes y a los molestos periodistas con sus estúpidas preguntas que sólo trae beneficios a la prensa amarillista y aquellos sin una vida que consumen la basura que publican. Como era de esperarse el salón está repleto de la alta élite de la ciudad. Doy un repaso rápido de los presentes y veo muchas caras conocidas, otras no tanto. Podría decir que la presencia de algunos es grata. ¿La de otros? No tanto.
Una joven vestida de negro y con una placa en su traje se acerca a mí más que gustosa para indicarme dónde debo de sentarme. Aunque no era necesario, –ya conozco el camino– la sigo mientras socios y conocidos me saludan en el trayecto. Llegamos a la que ya sabía era mi área durante el evento y le doy las gracias para que se retire. No me incomoda que las mujeres se lacen hacia mí , siempre y cuando quiera compañía... en este caso la de una mujer no me es útil ni apetecible. Subo los dos escalones que tengo en frente y me siento en el mueble de terciopelo rojo tomando la copa de Remy Martin Black Pearl Louis XIII que se encontraba en la mesa.
–Por fin llegaste– dice Sebastián tomando asiento a mi lado–. Pensaba que no vendrías.
–Negocios son negocios.
–Por lo mismo pensaba que serías puntual. Llevan un rato que llegaron y están esperándote en el segundo piso.
–Entonces logré lo que quería. Si están esperando es porque les interesa tanto como a mí–. En los negocios la puntualidad es indispensable, siempre y cuando seas un empresario de Wall Street y ese no es mi caso, por lo menos no en este momento. Ahora la puntualidad me sirve para que entiendan que me necesitan más que yo a ellos. Consciente de que el tiempo va corriendo termino mi copa y cuando la voz de lo que supongo es el maestro de ceremonias retumba en las bocinas del salón me dispongo a subir las escaleras estilo romano. Rodeo todo el borde del balcón observando el gran candelabro de luz amarillenta en cima de todas las personas presentes. Hago una derecha y al final del pasillo veo la puerta en dónde se encuentran todos esos malditos cerdos muriendo por dentro, esperando una respuesta que posiblemente les salve el pellejo.
No toco la puerta, solo giro la perilla y entro.
Y ahí están. El señor Astori, su perro faldero al que llama hijo y dos hombres cuya existencia me es nula a pesar que portan armas. Astori ha demostrado ser un hombre fuerte y peligroso, pero en este momento él y su organización representan un gran ingreso para mi bolsillo y no un hombre al que debería de tenerle miedo, porque no lo es. No para mí. No me importa que con el tiempo se ha posicionado en primera fila y que maneja uno de los cárteles más grandes en el mundo. Quiere ver si puede lograr que sea sumiso de su merced, pero no lo logrará. Llevo muchos años trabajando con personas como él y lo único bueno que puedes llegar a sacarles es dinero. Y para ser sinceros es lo único que necesito de él y de su hijo malcriado.
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Ósculos de Tabaco
Romance"Me doy cuenta de que si fuera estable, prudente y estático, viviría en la muerte. Por consiguiente, acepto la confusión, la incertidumbre, el miedo y los altibajos emocionales, porque ése es el precio que estoy dispuesto a pagar por una vida fluida...