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Gia

No sé qué decir; es como si la intensidad de su mirada me consumiese a tal punto de no poder articular palabra. No sé cómo reaccionar. Siento mis músculos entumecidos y mis pies se niegan a responder a los comandos que mi cerebro intenta enviarles.

¿Alguna vez te has sentido tan aterrado ante algo que sientes cómo tu corazón comienza a bombear sangre con más fuerza y cómo esta recorre todo tu torrente sanguíneo? Pero, ¿te has sentido al mismo tiempo tan fascinado con algo que lo sientes dejar de la latir? ¿Cómo todos tus sentidos se agudizan enfocándose en lo que te ha dejado anonadado y lo que está a tu alrededor es minimizado a un simple nada?

En este instante estoy experimentando uno de esos contradictorios momentos. Quiero salir corriendo, pero inexplicablemente esos ojos me impiden escapar. El hombre más atractivo que jamás he visto sigue mirándome con intensidad y su irritación ante mi estupidez es palpable. No lo culpo, yo también me sentiría igual si encuentro a alguien espiándome y que luego la persona ni siquiera se inmute.

–Habla o termina de irte–. Su tono cortante e indiferente me sorprendió.

–¿Disculpa? – pregunté luego de unos minutos, un poco perdida y ofendida ante su falta de respeto.

–Así que sí puedes hablar...– dijo fingiendo sorpresa. Lo miro incrédula mientras siento como crece mi enojo.

–¿Por qué tanta sorpresa?

–Tengo unos cuantos minutos esperando a que digas algo y a cambio sólo pude ver como...–suelta un suspiro tratando de calmarse seguido de una pequeña carcajada. –Si eres inteligente y sabes lo que te conviene, lárgate.

–¿No sabes lo que es tener educación? – pregunté enojada. Entiendo que me encontró espiándolo en cierto modo, pero no es para tanto. 

–¿Tener educación dónde te ha llevado a ti? – pregunta, mientras me analiza con aires de superioridad. Y le da otra calada a su cigarro.

–No has respondido mi pregunta.

–¿Y qué te hace pensar que voy a darte respuestas? –se acerca sigilosamente hasta que quedamos a unos escasos centímetros de distancia. Sus penetrantes ojos nunca abandonan los míos y siento como se forma un nido de nerviosismo en mi estómago. –¿Cuál es tu nombre?

–Gia– logro articular a pesar del nudo en mi garganta.

–Gia...–dice saboreando cada letra que salen de sus perfectos labios– con razón tan arisca–. Aún con la mirada clavada en la mía y poca distancia entre nuestros cuerpos la tensión que emana este hombre es suficiente para hacerte sentir algo diminuto, insignificante.
Trato de sostenerle la mirada y no demostrar debilidad ante él, me mantengo firme y con la barbilla en alto. Se inclinó sobre mí y fue ahí cuando sentí su cálido aliento sobre mi oreja. –Que. Te. Largues. No me hagas repetirlo, porque si crees que no tengo educación verás que también me faltan escrúpulos– dijo con su voz en un susurro profundo y calmado que a la vez estaba cargado de una promesa llena de rabia. No lo conozco, pero cualquiera notaría que no es una persona que se anda con rodeos ni mucho menos una a la que se ha de desafiar.

Sin decir ni una palabra doy un giro y aún con el corazón en la boca me marcho devuelta hacia la recepción. A diferencia de cuando me marché la fiesta ha tomado algo más de energía y las parejas han comenzado a bailar en el centro del salón. Por más que bailar suene como una buena idea para olvidar el peculiar encuentro con aquel hombre, no me apetece en el momento. Aún siento una inusual presión oprimir mi pecho y un nudo en mi garganta. Y por extraño que suene siento pequeños espasmos de adrenalina que nacen en mí al recodar su intensa e intimidante presencia.  

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⏰ Última actualización: Apr 23, 2019 ⏰

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