Parte 1: Esto es guerra

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Es difícil pensar con claridad cuando tu mente vuela por cualquier lugar menos en lo que debes estar enfocada. Las clases nunca se me habían hecho tan largas como en este momento, donde realmente quisiera adelantar el tiempo y hacer que paren.

Para mi mala suerte, esta es apenas la segunda semana de clases y esta es sólo la tercera hora del día.

Trazo un largo bostezo que, estoy segura, se oyó en la clase junto a nosotros, pero a la profesora no pareció importarle; al contrario, le causa gracia por lo que gira y nos observa.

—No se preocupen, chicos. Faltan sólo veinte minutos. A mí también se me ha hecho interminable.

Para mi suerte, la señorita Flynn siempre se caracterizó por ser una mujer pacífica y muy amable, no por nada hasta los peores del salón tienen buenas notas con ella, aunque ninguna me supera claro.

Arreglo mis anteojos para observar la hora en el reloj de pared que cuelga peligrosamente sobre el pizarrón.

"10:14 a. m."

Apenas comienza el día y yo estoy desesperada por salir de acá. Cierro mis ojos un momento, cuidando no quebrar mis lentes con la presión que hace al inclinar mi cabeza y así descansar un poco.

Sin embargo, como siempre, alguien arruina mis planes y no hace falta saber de quién se trata.

Giro mi rostro a la persona que ha estado lanzando bolas de papel desde hace aproximadamente dos minutos, y nadie parece darse cuenta; ni siquiera mi profesora que está de espaldas con sus auriculares puestos, ignorandonos a propósito.

A mi vista se materializa nada más que Daniel Hudson, completo patán cliché de toda historia juvenil, sin contar que mi vecino desde la niñez.

¿Motivación para vivir? Aparentemente es agotarme la paciencia, y realmente con él, no tengo.

Miro las bolas de papel chocar contra mi cabeza y caer al suelo. ¿En serio no tiene nada más original que eso?

Antes de siquiera procesarlo, otra es lanzada contra mí, chocando en mi rostro y tirando mis lentes al suelo. El sonido es tal que esta vez todos giraron a verme, incluyendo la profesora.

Sonrío para mis adentros, mirando la oportunidad perfecta.

¿Para qué vengarme por mi cuenta cuando alguien más puede hacerlo por mí?

Bajo el rostro, recogiendo mis lentes del suelo y comenzando a gimotear, aumentando mi sollozo hasta hacerlo un llanto un poco exagerado, pero suficiente para colocar la atención de mi profesora en mí.

—Katerine, ¿qué pasa?

—Él tiene un rato tirando papel a mi cabeza —digo sin dejar de llorar, secando mis lágrimas falsas— Daniel me odia maestra, pero yo no le he hecho nada...

Alzo la mirada sólo para ver cómo ella la dirige al castaño que sonríe sin gracia, impresionado por mi habilidad para fingir, aunque se lo tiene ganado.

—Daniel Hudson, ¿cómo se te ocurre tratar así a una señorita? Mira cómo la tienes llorando.

—Está actuando —musita él con la quijada tensa, y yo debo esforzarme por ocultar una sonrisa.

—Por supuesto —expresa mi maestra con sarcasmo, tomando sus cosas y acercándose a Daniel— Hudson, vamos a tener otra charla con el director. Toma tus cosas y ven conmigo.

El castaño gruñe molesto, enviándome una mirada en el momento justo que le guiño un ojo. No pasa mucho cuando sale echando humo por los oídos con mi profesora tras él.

Mi vecino, mi enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora