Tailandia era un país con un clima tropical y húmedo, sus temperaturas cálidas lo convirtieron en una fuente de riqueza en biodiversidad gracias a eso cuando paseas inmerso en la selva puedes encontrar curiosa fauna escondida. Algunos de estos animales eran capturados, domados y vendidos como mascotas, otros les daban usos como transporte, siendo el elefante asiático el animal predilecto para pasear seguro en la peligrosa jungla llena de tigres salvajes.
Habían llegado hace un par de semanas a trabajar, solo iban de paso, pero la fuerte amistad que tenían en dicho país los hizo quedarse más tiempo y ahora, los tres paseaban emocionados sobre el lomo de ese elefante, una actividad obligatoria si viajas a Tailandia.
- ¡Yuuri! ¡Viktor! ¡Miren ahí hay un tigre! –
El chico que señalaba al felino era nativo de ese país, de piel morena y sonrisa sincera se divertía con sus viejos amigos, sobre todo cuando pasear por la selva se trataba, los mosquitos y las serpientes siempre causaban uno que otro malestar en los dos extranjeros, verlos luchar contra aquellos artrópodos molestos era un verdadero espectáculo.
- ¡Ave maría purísima, perdona mis pecados – Exclamó asustado el hombre con rasgos exclusivamente occidentales, ante los ojos de ese tigre que le dedicaba miradas asesinas se escondió en las faldas de su compañero - ¡Dios mío no dejes que salte! –
- ¡Qué chistoso eres Viktor! – Se burlaba el moreno de nombre Pitchit, quien iba sentado con las piernas cruzadas sobre el animal, solo llevaba una vara larga de bambú para manejar al espécimen, era el encargado de manejar ese enorme mamífero terrestre, pues era su profesión el entrenar elefantes – Los tigres respetan a los elefantes –
- ¡¿Y si trae a sus amigos?! ¡¿Y nos convertimos en su cena?! –
- ¡Que cosas más más tontas dices! Son animales solitarios y es la época de apareamiento, están más preocupados de buscar pareja que destriparte –
- ¿Mi héroe? – Preguntaba irónico el tercer pasajero, de piel más clara y ojos rasgados, acariciaba los cabellos plateados de Viktor quien se aferraba a sus faldas, ocultando su rostro en ella como si así se aseguraría su vida si ese tigre decidiera atacarlos –
- No te burles de mi Yuuri –
Bajo los árboles selváticos de la jungla se escuchaban los monos aullar, como saltaban de una rama a otra buscando comida, entre los caminos que se abría ese elefante asiático no había depredador con la intención de atacarles. Con la tranquilidad total de a poco los árboles iban desapareciendo hasta llegar a un puerto, atravesar la selva era el camino más corto para alcanzar a su destino.
Viendo como a la distancia se visualizaban las casas y los barcos que zarpaban, Pitchit ofrecía una mirada entristecida, debía llevarlos al mar para que sus queridos amigos partieran rumbo a otras tierras y no los volvería a ver hasta dentro de mucho tiempo más.
- No estés triste, te escribiré siempre y te diré nuestros próximos destinos para que también nos mandes cartas – Con su aura maternal, Yuuri acariciaba la cabellera de su amigo al adivinar su sentimiento de pena –
- Lo sé... pero el Imperio Otomano es muy estricto con sus normas, no los van a entender –
- Es verdad, deberemos se cautelosos para no ser descubierto, pero... ¿No es parte de nuestro trabajo? –
- ¡Y yo estaré cuidando a mi Yuuri! Mientras no sea un tigre nadie osará a tocar a mi bella florecita – Decía animosamente mientras abrazaba al punto de la asfixia a su querido - ¿Cierto mi Yuuri? Mi lindo naranjo, mi flor de azahar, la miel de mi té –
- ¡Viktor! – Con dificultad se libraba de aquellos brazos que lo comprimían, rojo por la falta de aire comenzaba a toser – Si, lo que tú digas, solo trata de ser más delicado –
- ¡Perdón amor! Pero lo que digo es verdad... Tú también lo sabes Pitchit, además ¿Quién sospecharía de un cristiano y un budista? –
El viaje en elefante terminó cuando llegaron por fin al puerto, justo a la hora que el barco con destino a Sir Lanka partiría. Los tres chicos bajaron de ese elefante, llamando la atención no solo por ese animal, sino por las diferencias raciales tan marcadas que tenían, no era común ver a un cristiano por esas tierras, salvo uno que otro misionero.
El momento de decir adiós fue triste para todos, esas semanas compartiendo habían sido increíbles, pero llegaron a su fin, ahora Viktor y Yuuri abordaban ese barco y desde ahí, apoyados en sus barandas despedían al tailandés mientras la mar los alejaban de esa tierra indomable hasta que esta se perdió de vista.
- Mi Yuuri, mi hermoso naranjo ¿De verdad no quieres quedarte? – Le preguntaba Viktor a aquel chico que no despegaba su vista del horizonte – Será un viaje muy largo y cansado, sé que te duele dejar a tu amigo y aun así sigues conmigo –
- ¿Viktor? ¿Por qué me preguntas algo así ahora? – Sorprendido quitaba sus ojos del mar para dirigirlos hacia donde le hablaban - ¿Acaso te has cansado de mí? –
- ¡No! ¡Jamás podría pasar ni en pesadillas! Me hace feliz tenerte cerca, pero ¿A qué precio? Sería mejor que vivieras tranquilo con Pitchit, con tu familia... -
- No decidas que es lo mejor para mí, yo decidí quedarme con Viktor para siempre, estar a su lado lo que me queda de fuerzas en mi cuerpo – Cabizbajo quitaba su mirada del occidental, fijándola en el suelo, entonces murmuró - Viktor es mi única familia ahora –
- Yuuri, mi lindo Yuuri... - La única muestra de cariño que podía demostrar sin levantar sospechas en ese barco donde más personas transitaban era colocar su mano en la cabellera de Yuuri y acariciarla suavemente, controlando sus enormes deseos de abrazarlo y besarlo – Te amo, eres mi musa, sin ti no podría llegar tan lejos, mi hermoso ángel danzante –
- Y tu mi Apolo musical, bendita mi alma por compartir con la tuya, siempre estaré a tu merced y donde sople el viento yo correré por ti –
Cuando los amantes no pueden expresar con sus cuerpos los sentimientos que los golpean se escudan en la poesía, estos dos amantes presos de un amor prohibido en algunos países se dedican diariamente poemas de amor cuando están en un lugar público, aprovechándose del idioma que nadie más entendía, eran esas palabras llenas de ambrosía lo que los calmaba hasta que al llegar a la soledad de la habitación se amaban una y otra vez.
Esta es la historia de dos artistas con talentos complementarios. Viktor un cristiano de las tierras congeladas de lo que en la actualidad conocemos como Rusia es un músico prodigioso y compositor de canciones animosas, mas siempre fue de su interés las melodías de lo más escondido de medio oriente, especializándose toda su vida en percusión y laud, viajaba por el mundo ganándose la vida tocando su tambor habilidosamente.
Yuuri un budista nacido en Japón por azares de la vida el destino lo colocó en el mismo camino que Viktor y desde que sus ojos se encontraron la primera vez no volvieron a separarse. El joven nipón poseía una soltura innata y destreza envidiable, acompañaba a Viktor en el baile, al son del sonido del tambor danzaba suavemente mientras improvisaba la coreografía, a pesar de su timidez, era el único que se atrevía a bailar la complicada danza del vientre, baile más bien efectuado por mujeres, pero Yuuri, sus caderas graciosas no tenían nada que envidiarles a las bailarinas egipcias.
Esta es la historia de dos artistas, de un músico y un bellydancer, quienes desde el momento en que se enamoraron han viajado por el mundo ganándose la vida como artistas ambulantes que eran y forjándose una fama que ciudad donde iban, ciudad donde las multitudes se agolpaban solo para verlos en acción.
Esta es la historia de dos artistas, de dos amantes que se aventuran en cada país y verán en juego como ciertas personas venenosas aprovechándose de su poder y religión intentarán separar.
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Estrellas de Arabia
FanfictionBienvenido a aquellos parajes de ensueño que perdidos en el desierto azotado por los abrasadores rayos de sol pareciera que la vida no existe, mas grata sorpresa os llevareis viajero cuando a medida que avanzas sobre el lomo de tu dromedario encontr...