Capítulo VI - Mareando La Perdiz

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× Una jornada normal en la oficina. Todo el mundo estaba tecleando frente a una pantalla de pc datos y más datos relativos a la empresa excepto John, que estaba removiendo cosas en uno de sus cajones.
Nadie estaba alterado por la ausencia de Dale ni le echaba en falta, como John supuso. Era frecuente que Dale desapareciese de la oficina de trabajo: viajes de negocios, vacaciones a la carta, simple capricho, etc. El caso es que nadie sospechaba lo que sucedía pues nadie había sido informado del crimen.
Todo habría sido ya cuestión de relajarse para John de no ser por la visita que tanto temía. Irrumpió en la oficina el cuerpo de policía del agente Jefferson, con el inspector Newell en cabeza.
Todos, inquietos, miraron al inspector que se presentó con una tópica gabardina marrón grisácea, seguido por la agente Hilton, y otro policía de cara delgada y pelo marrón claro llamado Henry Warhol.
-Buenos días, soy el inspector Newell y estos son la agente Hilton y el agente Warhol.
Nadie respondió.
-Bueno, venimos a hacerles unas preguntas sobre la desaparición del Sr. White
-¿Que señor White? -preguntó Patrick. -¿Dale?
-Si, Dale J. White, en efecto.
-¿A desaparecido? -Preguntón ahora Paul, otro empleado.
-Bueno, no exactamente.
Todos los empleados miraron extrañados al inspector.
-Es decir, lo han asesinado.
Ann gritó alterada: -¿Asesinado? ¡Asesinato! ¡Ahhhhhhh!
-Tranquilícense señores. No están bajo peligro. -intervino Henry para intentar calmar a los presentes.
-¡Eso espero! -Exclamó John, uniéndose a la conversación.
-Tan solo venimos a hacer preguntas, que nadie se agobie. -prosiguió diciendo el agente Warhol para calmar a los empleados.
-Bueno, -comenzó el inspector a explicar -si son tan amables de seguirnos, los llevaremos a nuestras oficinas para hacer los interrogatorios, iremos por orden alfabético, en principio las sesiones no se demorarán mucho y, una vez finalizadas, podrán volver a esta oficina.
Pasó un largo rato hasta que todos llegaron a la oficina de la policía. Estos mismo se 'ofrecieron' a llevar a los sospechosos en coche.
Una vez en las oficinas, condujeron al grupo de empleados hasta una pequeña pero legítima sala de interrogatorio, ¡con su típica ventana-espejo inclusive! Una mesa con dos sillas, una a cada lado, presidía la cámara y tan solo un flexo en el susodicho mueble y unas lámparas planas en el techo que poca o ninguna luz daban la iluminaban.
Pasaron poco a poco los empleados; algunos de ellos, tales como Paul y Ann, muertos de miedo como si se dirigieran a un patíbulo; otros más confiados pareciendo no temer nada como Patrick y John.
John fue el quinto en entrar. Dentro de la sala le esperaba el inspector Newell.
-Buenos días señor Hecker.
-Puede llamarme John, inspector.
-De acuerdo. John. 29 años de edad, nacido en esta misma ciudad, ¿me equivoco?
-En absoluto.
-Bueno, ya sabe que no debe mentir bajo ningún concepto: la verdad y solo la verdad.
-Si.
-En fin, ¿qué puede decirme de la víctima?
-Era mi superior y, la verdad, no he tratado mucho con él, no obstante, nunca me agradó su presencia. Siempre pensé que era un poco arrogante y bastante maleducado, un niño mimado, ¿sabe?
-¿Cómo de mal le caía?
-Si lo que quiere saber es si me caía tan mal como para matarlo: no, obviamente no, aunque me hubiera caído mil veces peor nunca lo habría matado. Ni me parece bien matar ni creo que el riesgo mereciese tanto la pena.
-Curiosa respuesta, John. Bueno, ¿alguna vez tuvo alguna confrontación con él?
-No.
-¿No? ¿Nunca le enfadó su presencia lo suficiente?
-Quizá ese hombre alguna vez pueda haber llegado a turbar demasiado mi moral con su insolencia, pero nunca lo suficiente. ¿No me caracterizo por mi paciencia a la hora de aguantar idiotas sabe? Pero, a fin de cuentas, era mi jefe, nunca me ha apetecido un despido de la empresa en la que llevo ya un par de años. Ya sabe, callar y pringar, la desgracia de todo currito. -John dijo esta última frase con algo más de humor en su expresión, pero no hubo reacción por parte de Newell.
-Un par de años dice... ¿buenos años?
-Aceptables, con un sueldo hoy en día, ¿qué más se puede pedir?
-Bueno, pero debe de ser algo frustrante acabar en un puesto tan lamentable, ya sabe: una jornada larga y agotadora, una eliminación completa de su expresión, un sueldo que da lo justo para subsistir, un jefe según usted insoportable al que aguantar ordinarieces...
-Sí, no era el mejor trabajo del mundo, eso está claro, no hace falta que lo recalque más...
El inspector interrumpió a John: -¡Y qué desfachatez que tenga que soportar un puesto así después de tantísimos años de estudios! Una carrera en una excelente universidad, calificaciones brillantes, ingenio reconocido. ¿Qué le pudo llevar a una posición tan mala?
-Improperios de la vida. Un día crees que te vas a comer el mundo... y al siguiente el mundo te ha comido a ti.
-Vaya, eso es duro John, pero, estoy seguro por lo que he leído sobre usted, que no pensaba quedarse estancado en ese puesto de poca monta.
-¿Quizá tenga razón?
-Pero claaaaaro, ¡aun teniendo la capacidad como para escalar en la empresa, quedaba un obstáculo inexpugnable en su camino! Dale.
-¿Dale?
-Sí, ese jefe horrendo que le mantenía preso en su puesto, como preso estuvo él a la hora de su muerte.
-Si está sugiriendo que lo maté para poder ascender de mi puesto, que lo está haciendo, usted delira.
-¿Perdona?
-Jamás se me ocurriría tal barbaridad. ¿Matar por ascender en esta empresa que tan siquiera me llegó a gustar nunca? ¡Qué bobada! Habría buscado otro puesto de trabajo que me dejase extenderme a puestos más altos antes que matar a mi jefe por algo tan simple.
-Quizá no solo le enfade que Dale no le dejase moverse de su cubículo a escritorios más grande, ¡siempre en el mismo lugar, manejando cuentas y finanzas que tan siquiera le importan! Quizá esto sea una razón para alterarse más. Eche un vistazo anda.
-¿A qué se refiere inspector?
John arqueó una ceja ante un documento que Newell postró ante sus ojos.
-Inspector... ¿qué es esto exactamente?
-Un finiquito preparado para ser extendido como cheque a su nombre.
Nada sorprendió a John, pero parecía que era la hora de dejar de jugar con Newell si no quería que sospechara de él, era la hora de reducirse al nivel de cualquiera de sus compañeros y derrumbarse...
-¿U... un finiquito dice...?
La cara de John pareció volverse pálida de incertidumbre... tan solo una estratagema.
-En efecto señor Hecker, perdón, John; un finiquito listo para ser entregado a usted mismo.
-Pe... pero no puede ser. ¡Imposible! ¡Se está quedando conmigo, inspector!
-Se equivoca, y usted lo sabía de antemano, un despido...
-Pero no puede ser. ¡Casi tres años en la empresa y me pensaba despedir! ¿Qué clase de estupidez es esta?
-Parece que su trabajo en la empresa había terminado ¡Ese puede ser un buen móvil para matar! ¿No cree?
-¿Matar? ¿Por un despido? ¿No le deje claro que jamás haría semejante locura ni nada similar por una tontería así?
-Quizá mienta.
-Más allá de que fuera motivo suficiente. ¿Cómo iba a saber yo que Dale pensaba despedirme? No... no puede ser... no me cabe en la cabeza.
-Usted tiene acceso a muchos datos de la empresa.
-¡Solo a contabilidad! ¡Compruebe mi ordenador! ¡No tengo acceso a datos de despido!
-Tranquiio, de ello se están encargando varios agentes del cuerpo informático y de otro cuerpo de investigación.
-¿Y sabe que le dirán? ¡Que jamás pude saber que me despedirían! Y si cree que lo pude deducir por el comportamiento de Dale se equivoca, ¡tan solo pregunte a los demás si creen que Dale iba a despedirme! Ni por asomo le dirán que si...
-Bonito cuento, pero, ¿sabe qué? Se de sobra que usted tiene más vista de lo que aparenta, puede que el resto no se diese cuenta, ¡pero usted sabía que Dale iba a despedirlo, aunque los demás no!
-¿Qué clase de ensañamiento contra mí es este inspector? ¿A qué viene esta persecución? Pues escuche bien, señor Newell. ¿Sabe por qué es un sinsentido absoluto que me enfadara con Dale, suponiendo que supiera lo del despido?
-Le escucho.
-¡Porque tenía ya pensado dejar la empresa!
-¿Qué?
-Si. Justo el día del crimen, a primera hora de la mañana, dimití.
-¡Dimitió por orgullo! Para quedar por encima de Dale y no dejarle despedirlo.
-Dimití pacíficamente y hasta me lo tomé con humor. Pregunte a los demás empleados, ellos lo confirmarán. No hubo ni la más mínima confrontación.
-No puede ser...
-¿Por?
-Si dimitió, ¿qué pintaba hoy en la oficina?
-Estaba recogiendo unas cosas que había dejado allí como por ejemplo la cafetera que hay en la oficina, es mía, ¿sabe? Si no me cree le repito: pregunte a los demás empleados.
-Maldita sea Hecker.
-Inspector... porque se haya obcecado en inculparme a mí no deja de equivocarse ¡Deje esta persecución sin sentido! No sé qué habrá leído y deducido sobre mí, pero se equivoca. Si no quiere dejar suelto al asesino y cargarle la culpa a un inocente déjeme o terminara haciendo algo muy malo.
-¿Yo algo malo? ¡Yo soy la ley, querido! Quizá tenga razón, pero seguiré atento a usted... puede irse.
-John abandonó la sala y pasaron los siguientes hasta que todos los emplearos acabaron.
Finalmente, los policías se reunieron para comentar algo sobre los interrogatorios que llevaron casi toda la mañana.
Hilton comenzó: -Bueno. ¿Qué creéis?
Paul respondió el primero: -Solo quería decir un detalle. Jeff, inspector, es normal que intente agobiar a los interrogados con preguntas acusatorias; a fin de cuentas, es una buena y básica técnica de los interrogatorios para sustraer la verdad, pero... ¿no cree que lo que hizo al señor Hecker fue excesivo?
-Sí, -añadió Hilton. -no sé cómo ese pobre hombre consiguió mantener la calma. ¡Qué persecución tan innecesaria que se ha marcado Newell!
-En fin, quizá se me fue un poco la mano, pero en serio, ¿no os resulta sospechoso ese hombre? -Intentó justificar el inspector.
El agente Warhol respondió: -Tan solo es algo más listillo que los demás, pero eso no lo vuelve un genio del mal ni tan siquiera más sospechoso.
-En fin, dejemos esto y volvamos a la oficina, ya hablaremos con más detenimiento. -Dijo Newell para cerrar la conversación.

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⏰ Última actualización: Nov 21, 2017 ⏰

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