Capítulo 6: Los fantasmas.

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Capítulo

6

Camila abrió los ojos.

Hace una hora aproximadamente todo se había nublado. Recordaba lo que Lauren le había dicho. Se talló los ojos intentando reaccionar, miro un ambiente diferente, se encontraba en su habitación. Con las paredes teñidas de azul traslucido, Camila estaba contenida en cuatro paredes, mientras las persona salían libres.

Había estado inconsciente, su mente se había vuelto negro. Camila odiaba cuando eso pasaba, porque era como dejar de existir, y dejar de existir es algo que no se podía dar el lujo de permitir.

Intentó recordar lo último que había visto, antes de que todo se volviera negro. Pero le punzaba la cabeza, llevo ambas manos a su cabeza, y aferró sus dedos a su cuero cabelludo. No lograba entender nada, solo pensaba en el negro, en la oscuridad la cual la había absorbido, era como un vórtice.

La puerta de su habitación se abrió, revelando la pequeña figura de su hermana la miro detalladamente, el cabello castaño de Sofía le caía largo hasta sus hombros, sus ojos eran brillosos, pero la alegría que desbordaba fue remplazada por la preocupación.

Sofía le recordaba a Karla.

Por esa razón Camila la amaba tanto, porque era la única forma de recordar quién era Karla. Quien era antes de que el día estrictamente-prohibido-de-recordar llegara. Después de que los rastros de Karla se los llevara el viento, solo quedó una mancha pequeña e imperfecta.

Se odiaba por no ser capaz de regresar a Karla.

¿Kaki?—preguntaba a Sofí a su hermana, la miró acostada en la cama, con vista hacia el techo blanco.

Camila no dijo nada, se dejó absorber por la voz de su hermana, que le preguntaba temerosa por el tierno sobrenombre.

Sobrenombre que una vez le perteneció, pero ahora no.

¿Kaki?—volvió a preguntar.

Sofía se acercó, y miro a su hermana mayor con la mirada perdida. Se sentó en la orilla de la cama, ahora era un poco más mayor y no necesitaba de la ayuda de Camila para subirse. Aun así sus piernas permanecían colgando, comenzó a balancearlas en silencio. Vio la mano de su hermana que estaba a un lado de la suya. Despacio tomo la mano entre sus pequeños dedos, Camila sintió el roce de la suave mano de Sofí. Se estremeció ante el contacto de su hermana, Camila sentía la incomodidad en su cuerpo, no quería sentirla, pero a veces su cuerpo reaccionaba por ella, pensaba por ella, actuaba por ella.

Sofí sintió el calor que proporcionaba la tibia mano de Camila, entonces sabía que Camila aún estaba con ella. Porque las manos de los muertos son frías, y la de su hermana permanecía caliente. Dentro de su pecho atisbaba la esperanza, la esperanza de que Karla estuviera viva.

Te extraño— susurró la niña de 6 años.

Camila sabía que ese te extraño no le pertenecía a ella, esas dos palabras que nunca nadie le otorgaria (ni siquiera ella misma) eran para Karla.

Después de estar así en silencio, tomando la mano de su hermana, de pasar el rato recordando a Karla, Sofí salió de ahí. Dejo caer una pequeña lágrima mientras se encerraba en su habitación, donde la esperaba Mr. Waltz. Miro el pequeño peluche de Koala acostado en su cama y lo abrazó con todas sus fuerzas. Su nariz rosó las suaves fibras y un aroma familiar absorbió sus fosas nasales. 

Era el olor a Karla, seguía ahí impregnado en aquel peluche.

—Cuando tengas miedo solo abraza a Mr. Waltz, él te va a proteger de los fantasmas que abundan esta noche— le susurraba Karla acurrucada con ella su pequeña cama.

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