Capítulo 27

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Para el tiempo que Eleanor Baker envió la carta  Candy con la llamativa invitación, la vida de la chica, al igual que la de Terry, comenzaba a estabilizarse en sentido profesional al menos, porque su corazón seguía palpitando sin fuerza debido a la ausencia de su amor. Esto, sin embargo, no impedía que ella recibiera con una sonrisa a los pacientes que llegaban a la clínica del Dr. Martin, en donde ella trabajaba. 

El doctor Martin fue quien se encargó de curar la amnesia de Albert, y ahora que se sabía que él es tío abuelo Williams, ofreció construir una clínica para el amable doctor, cosa que él aceptó  a cambio de que fuera construida cerca del Hogar de Pony, para que Candy trabajase con él. El agradecido magnate y benefactor de Candy, concedió el sincero deseo del doctor, y así es como Candy pudo ejercer sin problemas la profesión que amaba. Por las noches, ayudaba a las directoras del orfanato a atender a los niños. Fue una de esas noches en que George llegó a entregarle la carta que Eleanor le envió y que había llegado con dirección al establecimiento principal de los negocios de Williams.  Cuando Candy vio el nombre del remitente, su corazón volvió a inquietarse como no lo había hecho desde el tiempo en que Terry y ella se veían. La blanca yema de sus dedos se tornaron moradas, haciéndoles parecer alargadas uvas que tenían sus uñas de ese mismo color. El incesante temblor en sus manos fue acompañado de una fría humedad que le bañaba las palmas. Candy se sentía avergonzada por reaccionar así frente a George y él, respetando el sentir de Candy, decidió que lo mejor era dejarla sola.

-Gracias, George. -Alcanzó a decir Candy con voz débil.

-No hay problema. - Dijo, y abandonó el sitio.

Al quedarse sola, vio a su alrededor para asegurarse que no había nadie. Llevó una silla cerca de la tenue luz de una lámpara, y todavía con el corazón agitado, abrió el sobre con dificultad. Lo primero que apareció a la vista fue un papel que tenía unas elegantes letras escritas a mano, y el papel parecía envolver algo delgado y un poco firme. Con nerviosismo, sacó el papel del sobre rosa pálido, desenvolvió lo que había dentro y lo puso a un lado, reprimiendo las ganas de abrirlo. En sus agitadas manos, las letras del sobre bailaban tanto, que no podía entender lo que decía la carta. Inhaló varias veces y, cuando se hubo tranquilizado, se dispuso a leer...

"Querida señorita Candice White Ardlay..."

La caligrafía delgada y elegante representaba muy bien al remitente de la misiva. Cuando Candy leyó esas primeras líneas, por un rato no pudo continuar porque los recuerdos de cuando conoció a Baker en Escocia, le ametrallaron la memoria: Terry, Shakespeare, el teatro, Rockstown... 

De cuando en Cuando, Annie -la mejor amiga de Candy-, quien siempre estaba pendiente de las noticias sobre Terry, le informaba acerca del actor. Se alegró mucho al darse cuenta que le empezaba a ir bien nuevamente en su carrera, mas no se sorprendía porque lo había visto levantarse en el escenario de Rockstown. "¿Quizás sintió mi presencia y por eso se levantó? No lo creo... tal vez Susana esté impulsando su carrera". Lanzó un suspiro resignado y siguió leyendo.

Se trata de una invitación para ver a Terry representar a Hamlet!" "Ella me vio en ese lugar y me atribuye el éxito de Terry. ¿Voy?, ¿no voy?" Candy deshojaba margaritas mentalmente. "Me encantaría verlo pero no podré resistir la tentación de lanzarme a sus brazos para felicitarlo... ¿y me conformaré con sólo decirle 'enhorabuena'? Lo cierto es que no, y le prometí a Susana alejarme de él. Mientras ella esté viva... ¿pero qué cosas estoy diciendo?"

Candy dirigió su vista a la invitación que venía dentro de la carta:

Función otoñal de la compañía teatral Stratford

El Rey BlancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora