John

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​En la penumbra bochornosa de cierto club nocturno de Liverpool, estaba yo, Doreen Becher, con un sudoroso cuerpo sobre mí y unas hábiles manos moviéndose por debajo de mi falda.
Entendido. Tenía que usar pantalón.
Minutos después, el malhechor me tenía acostada en el suelo, con su cabeza y parte de su cuerpo debajo del vestido y entre mis piernas.

–¡Oh, John! ¡Johnny!

Podía darme el lujo del escándalo, pues los músicos de afuera me hacían favor de tocar más fuerte que como yo gritaba.

–¡John! Johnny, ¿dónde estás?

Esa definitivamente no había sido yo.

–¡John!

Entre mis momentos de éxtasis pude ver una silueta delgada acercándose a nosotros, la cual, obviamente, no tenía conocimiento de lo que ahí estaba pasando.

–¡John! –gritó y esta vez estaba más cerca, podía oír sus pisadas– ¡AY DIOS SANTO!

–¡JOHN! – grité al lograr ver su simpática carita, a la par, cerré mis piernas.

–¡AH! –gritó John ahora al quedar su cuello prensado entre mis rodillas. Al menos ahora todos estábamos gritando.

–¡Ay no!

–¡McCartney! –John salió de mi falda, me cubrió las piernas, se sentó junto a mí y me ayudo a hacer lo mismo.

–¡YA NO VI NADA! –Paul se tapaba la cara con ambas manos, pero separaba sus dedos a la altura de los ojos.

–¡Si valoras tu cara de ardilla te vas a dar la vuelta en este segundo!

El voyeurista obedeció al instante. John se levantó, me dio la mano y al tener ambos pies firmes, me subí las bragas y acomodé la falda.

–¿Ahora qué quieres, Macca?

–Es que...pues, ya nos toca salir –dijo intentando recobrar la seguridad en su voz.

–¿Y no me podían esperar?

–¡Bueno! ¿Y qué tú no te podías esperar a que acabara nuestro maldito arco? –ya había recobrado la confianza.

–¡Patrañas, McCartney!, ay ya salte y espérame.

El chico rodó sus enormes ojos y salió de ahí.

–Bueno, nena, prométeme que me esperaras.

–John...sólo vas a tocar 15 minutos.

–¡Prométemelo!

–¡Ash! ¡John! Bueno, te lo prometo.

–Bien. Ahora...ven acá... –me rodeó con su brazo y me acercó a él.

–¡Ay no, John! ¡IUGH! –lo golpeé en el pecho antes de que lograra besarme. Él rio– ¡FLUIDOS!

–¡Disculpe usted, su majestad!

Se alejó, tomó su guitarra y se dirigió, seguramente, a buscar a Paul.
Pesado, mandon, arrogante, celoso, pero inifinitamente encantador, ese era mi novio. John Lennon. Había sido una historia turbia, la cual contaré mientras él toca con sus quarrymen.

​El hecho de que John y yo fueramos pareja era casi un pecado.
Nos conocimos en la escuela de artes de Liverpool. Él era novio de mi entonces amiga, Cynthia Powell. Ella era una persona adorable a más no poder, razón por la que nunca podría volverla a ver a los ojos.
En un inicio, John no era de mi total agrado. Era un terco, engreído, y aunque es un cliché que provoca risa el que termináramos juntos, así fue.
Él obligó a Cyn a pintarse el pelo porque "se parecía a Briggite Bardot", además de que la trataba como al perro, la celaba, incluso llegó a golpearla una vez por bailar con un amigo de los tres, Stu.
Comenzó a perder el interés en ella, pero Cyn siempre estaba ahí.
En cierta ocasión, ella tuvo que irse temprano de una fiesta, por lo que me rogó, casi llegando a las lágrimas, que no dejara a John solo, pues comenzaba a alcoholizarse y no se veía con intenciones de irse. Lo hice. Y como lo lamento. Estoy segura de que ella también. En fin, dejando sentimentalismos de lado, me quedé con John en aquel bar tan underground que ni siquiera conocíamos su nombre.
Cuando nos fuimos él se iba colgando de mí y a una esquina de llegar a su casa, intentó besarme.

Funny Girl! Where stories live. Discover now