Capítulo 2

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     Jack esperó tanto tiempo que ya no llevó más la cuenta, sabía que algo le debía haber sucedido a Alessandro. Entonces fue cuando por fin se decidió en dejar Venecia e irse a Madrid (lugar donde se encontraba Alessandro). Salió de su casa a las 4:30 de la tarde del día 24 de Julio del año 1899, dirigiéndose a la estación de tren más cercana. No había tanta gente que digamos, la estación estaba casi vacía, y por lo tanto la espera fue corta. Le asignaron un asiento en el tren número 88; acto seguido, una señorita le dió una cartilla de identificación en donde figuraban sus datos personales y la verificación de pago. A Jack, el tren le pareció aceptable: un buen servicio de parte de los mozos, asientos cómodos, y una comida muy buena a decir verdad. Tampoco es que Jack fuese un crítico experto en trenes, ni mucho menos, pero se podría decir que con tantos viajes que tuvo adquirió un mayor conocimiento acerca de la calidad de los servicios que le podían ofrecer. Míster Jack reposó su cabeza en el asiento que le correspondía y esperó. Minutos después un hombre se sentó delante suyo en el mismo asiento. Comenzaron a charlar sobre la religión y sobre sus oficios. En este último tema de conversación Jack no tuvo mucho de qué hablar; en contraste, se limitó a escuchar a dicho hombre. Según él, era un espía que quería encontrar a un alemán que estuvo como testigo en un asesinato ocurrido ya hace unos meses en París. Este hombre de aproximadamente unos 30 años, de tes clara, rubio, y de ojos azulinos, dijo también que no le importaba absolutamente nada las muertes ocurridas en aquel día, tan solo quería su preciado dinero (Una gran cantidad por cierto).

     -¿¡Tres lingotes de oro puro!?- preguntó Jack exaltado.

     -Precisamente; por cierto, ¿Como decías que te llamabas?, Jack, ¿no es verdad?- preguntó

     -Efectivamente, el mismo.

     -Por favor, ¿me podrías enseñar tu pasaporte?

Jack sacó del bolsillo izquierdo de su pantalón una tarjeta con bordado metálico y se la entregó al individuo.

     -Si me permite cuestionarlo- dijo Jack -¿Por qué quería usted que le diese mi pasaporte?

     -Pues quien sabe; tal vez usted es el asesino que busco, y no me lo quiere decir.


...

Ya había pasado tres horas desde que el tren partió, cuando Jack se quedó dormido. Al despertar, un nervio helado lo sucumbió de pies a cabeza: su pasaporte no estaba en su bolsillo, pues ni bolsillo había. Toda sus pertenencias habían desaparecido. Se recorrió toda el tren unas cinco veces en busca del que le robó. Mas no llegó a nada, sus esperanzas se agotaban; todo gracias a ese tipo que logró de hacer de su viaje, un infierno.

     Podría ser él, aquel joven con quien hace un rato...

Jack intentaba no tener prejuicios de aquel tal espía; y aunque todo indicara que él había sido aquel audaz ladrón, prefería mantener sus suposiciones en secreto hasta que alguien lo ayudase. aún así, no podía quitarse de la cabeza la coincidencia que justamente ese chico haya desaparecido en un pliegue de ojos junto a sus pertenencias.

-Ya que vá- se dijo a sus interiores -Cuando llegue a Madrid, me arrestarán seguro-. Y así sucedió, el tren tuvo que parar para volverse a llenar de combustible. Así que en ese momento, unos guardias corpulentos entraron cabina por cabina para revisar si los pasajeros llevaban consigo su identificación y pasaporte. Ya se sabe lo que pasó con Jack: los guardias lo sacaron de su asiento y lo llevaron afuera de la locomotora y lo arrastraron por las calles como a un criminal. Las personas pensaron que era él, el asesino del que se hablaba.

A la lejanía,al costado de una larga alameda que se extendía ante sus ojos, Jack pudo observar una caseta de vigilancia en mal estado, y para variar los guardias lo llevaron hasta ahí. Lo sentaron en una banca de un poco menos de un metro, al frente de una silla mecedora donde dormitaba un señor de unos bigotes bien cuidados y blancos. 

     -¡Señor!, este hombre ha entrado al tren sin permiso- dijo uno de los guardias despertando a su superior y haciendo que salte de su silla- seguro es el sospechoso que intenta salir lo más rápido posible del continente, será mejor que lo exami...

     -Pero si yo no... no hice nada- respondió en su defensa, Jack

     -Por eso mismo es usted aún más sospechoso, no quiso reconocer su delito.

     -Debe creerme oficial- le dijo Jack al hombre bigotudo que estaba escuchándolo todo- yo no cometí ningún crimen; lo que sucedió fue que un ladrón me despojó de mis pertenencias, incluyendo mi pasaporte, mientras dormía dentro del tren. Al llegar, estos dos hombres no quisieron ayudarme y me llevaron directo a este lugar.

El Oficial hizo que los guardias salgan de aquel lugar. Y en cuanto a Jack, lo puso tras las rejas provisionalmente por sospechoso asesino.

Mister Jack no podía soportarlo más. Agarró una palanca de hierro y la colocó entre dos de los barrotes que le impedían salir de su celda. Solo bastó manipular esa vara metálica unas cuantas veces para lograr torcer los barrotes. Antes de salir de aquella prisión pensó en lo que sucedería después que saliese: las fuerzas policiales de todos los países a los que Jack tocara suelo lo estarían persiguiendo si es que dejaba que su mala fama se expanda. Sien embargo, la desesperación de salir de ese sucio lugar era aún más fuerte.




Peripecias en la AmazoníaWhere stories live. Discover now