Capítulo Único

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Midoriya Izuku caminaba por las calles de la ciudad, apretando su bolso de la escuela con fuerza para evitar que fuera lanzado a alguna otra parte por la multitudes de personas a su alrededor.

Aunque estaba acostumbrado a que a tales horas las personas salieran apresuradas de sus casas para diriguirse a sus trabajos o a la escuela,  que en este caso era lo que él hacía, no podía evitar sentir incomodidad.

Al llegar a la estación de trenes avanzó por una de las grandes filas que utilizaban para ingresar a la sección en donde los pasajeros esperaban la llegada del tren. El pecoso, unos cuantos metros antes tomó su tarjeta estudiantil para poder pasar sin dificultad, pero ya al frente de la máquina, la luz roja y el pitido desaprovatorio se hicieron escuchar,  con vergüenza volvió a pasarla solo para censiorarse de lo que había escuchado, las personas detrás de él se removieron impacientes, con aún más vergüenza que antes se alejó del dispositivo, no contaba con que su tarjeta no tuviera suficiente dinero depositado como para pasar.

Se acercó a uno de los cajeros para recargar su tarjeta con algo de dinero que traía en su bolso, agradecía profundamente que su madre lo obligara a siempre cargar dinero en el.

Una vez que por fín pudo pasar a través de esa máquina, subió unas escaleras hasta llegar a la estación para poder esperar pasiciente la llegada del tren.

[Está nublado..]—pensó el pecoso observando detenidamente el cielo cuando se aproximó aún más a  la salida de las interminables escaleras.

Unos quejidos lo sacaron de su pequeño mundo. Era una anciana de muy baja estatura que intentaba subir la escalera con una bolsa notablemente pesada en cada mano,  lo que le era de mucha dificultad a tal punto que cuando estaba a punto de terminar su ardua tarea una de las bolsas se soltó dejando caer su contenido (en su mayoría fruta). El pecoso corrió en su auxilió, bajó unos cuantos escalones para recoger una de las naranjas que rodó mas lejos. Al agacharse para recogerla una mano grande y fría chocó con la suya, con un sonrojo en su rostro, alzó la mirada encontrándose con unos familiares ojos heterocromaticos.

— ¿T-Todoroki-kun?—por tal roce su corazón comenzó a later desenfrenado, no entendía el porqué reaccionaba de esa manera, siendo que el bicolor era su compañero de clases desde hace un año y  no eran muy cercanos que digamos, pocas veces se habían dirigido la palabra, aunque desde hace unas semanas se le era difícil no mirarle, mientras una extraña sensación atacaba su estómago repentinamente.

— Midoriya— respondió frívolo el bicolor a modo de saludo,  entregándole la naranja, a la ves que el pecoso obtenía un extraño escalofrío en todo su cuerpo

Antes de que Izuku se diera cuenta el bicolor ya había recogido 4 frutas más, mientras el miraba al vacío.

Al percatarse de su actitud su rostro volvió a teñirse de rojo, levantándose rapidamente para ayudar en lo que pudiera.

— Gracias jovencitos —sonrió la anciana volviendo a cargar sus dos bolsas con más facilidad que antes.

Los jovenes hicieron una leve reverencia mientras veían como la anciana se alejaba.

— G-gracias por la ayuda T-Todoroki-kun— habló el pecoso sonriendo apenado observando al de mayor estatura.

— No es nada —respondió indiferente girandose para avanzar lejos del peliverde— me adelantaré, te veo en la academia —el bicolor se volteó, dedicandole una última mirada, esas miradas que debían erizarle la piel de miedo a cualquiera, pero que curiosamente había encantado por completo al pobre peliverde.

El pecoso quedó totalmente imnotizado por los ojos heterocromaticos de su compañero,  ¿Porqué ahora le parecían más brillantes y hermosos? Y ni hablar de su cicatriz, tenía algo tan llamativo que tuvo el extraño deseo de tocarla.

La leyenda del hilo rojo- TododekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora