Soy Culpable

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Día 1, lo recuerdo, el juez ese día tenía un genio fatal, hacía calor, y yo sentía los estragos de la migraña; mis compañeros estaban desesperados, con ese maldito morbo que brinda el poder, con sus ojos fijos en la puerta, en el instante en el que penetraran las fibras del acusado con sus miradas acusantes; tras unos minutos de espera pues el juez se encontraba hablando por celular, al parecer en medio de una discusión, lo que le provocaba una gesticulación casi Nazi, y le daba más fatalidad al ambiente. Al terminar la llamada el juez autorizó el paso del acusado, del fiscal y todas esas luces parpadeantes de la prensa; era un caso de asesinato, o de accidente, el acusado, o más bien la acusada era una joven de unos 24 años más o menos, reconocida prostituta de la zona rosa de Bogotá, a la cual se le acusaba de robar un carro y con el atropellar un policía, algo muy normal, pero que por tratarse de un agente de policía tenía agravantes y hacía del caso una noticia nacional.

La chica se notaba confundida, como en trance, con la mirada en aleatorio, casi que respondiendo mecánicamente el protocolo del juzgado.

Leyeron los cargos, y se hizo todo el procedimiento, ella parecía aprender del caso en cada cosa que se iba diciendo, no era consciente de nada, estaba perdida, metida en medio de los leones, atada y sin salida alguna.

La defensa apelaba al caso con una prueba de toxicología, intentando probar que no era consciente de nada de lo sucedido, posiblemente había sido víctima de algún secuestro; no había pruebas.

El juez preguntó si aceptaba los cargos y ella, ella simplemente se desmayó.

Día 2, la audiencia fue reprogramada, se hizo casi lo mismo de la anterior, salvo que en esta ocasión solo se buscaba que aceptara los cargos, a mi me dolían los costillas, tenía mucho dolor, era una caída que no recuerdo muy bien, pero que al parecer fue en las escaleras de la casa, no me sentía cómodo, el juez presionó la respuesta de la chica, está comenzó a llorar, y gritando decía – al diablo, que demonios hago acá, no entiendo que buscan de mí, yo solo quiero irme a casa, a casa, no quiero saber nada de muertos –

Quizás eso aclaraba todo en mi cabeza, estaba condenada porque era inocente, dentro de sí misma lo era, y la inocencia se premia con cárcel en este país.

El abogado defensor decidió aceptar los cargos, cuando ella escuchó eso, explotó, empujó al abogado, intentó huir, gritaba desgarradamente, mientras insistía en desconocer lo que pasaba. La prensa disfrutaba del morbo, mis compañeros estaban listos para clavar dientes, estaba acabada, acabada, pobre Ana, recuerdo el momento en el que fue sedada.

Día 3, que se podría esperar, no tenía como defenderse, el abogado defensor pidió valoraciones psiquiátricas, también exigió una investigación ya que era extraño que esta Ana estuviese así, ese día ella no fue a la audiencia, se encontraba en el hospital, había intentado suicidarse con un tenedor la noche anterior. Lo que el abogado defensor dijo fue – mi cliente no recuerda nada previo al accidente, no tiene antecedentes; simplemente trabaja como prostituta para pagar su carrera universitaria, lo que es algo muy normal, todos lo sabemos, por la falta de oportunidades nuestros jóvenes caen en el pozo de la prostitución, incluso de las drogas y el alcohol para poder pagar sus carreras, pero de ahí al hurto y el homicidio culposo hay mucho trecho – se notaba que era rolo, pero en parte tenía razón, el juez decidió posponer la sentencia, pues creyó necesario una prologa mientras la chica se recuperaba de las lesiones sufridas, de igual manera por esos días el clima andaba loco, hacía un calor no acostumbrado en la ciudad, y las heladas causaban estallidos en los que vivían como yo, del insomnio. Todas las pruebas y pedidos solicitados por el abogado fueron autorizados, el juez nos dejó ir, y pospuso la audiencia dos meses, era la oportunidad de hallar pruebas, eso necesitaba el abogado, yo más bien necesitaba recuperarme de todos esos golpes, aunque al salir del juzgado pasé por el hospital, luego casi llegando a casa llamé a una floristería y pedí un ramo girasoles y se lo envíe con una nota que decía "De un expectante".

Eso lo hice cada puto día, el primer mes en el hospital, y el segundo en prisión, le mandaba notas distintas, casi siempre palabras sueltas, o frases ambiguas, nada que tuviese sentido, pero era necesario, era lo menos que podía hacer. Esos dos meses fui presa de un sueño recurrente que ahogaba en las canciones de los Red Hot Chili Peppers y en algunos tragos de Whisky.

Día 4, hoy es quizás el último día que podré verla; estuve enviándole flores dos meses, ella ni sospecha que se trata de mi, soy de esas personas que adoran la invisibilidad, pero me gusta observar, quizás más de lo conveniente; y para ese momento ya la había identificado, la conocí una noche lluviosa, quizás la última en varios meses, lo que es extraño, la magia se esfumo esa noche, cuando me acerqué a la zona rosa con unos amigos, empezamos a beber y a consumir el tiempo en los cigarros; totalmente entregados al espíritu del sibarita, y allí, bailando con sus gloriosos senos al descubierto se encontraba ella, en ese maldito club nocturno, sí, yo ya la conocía, o al menos había logrado conocerle. ¿Para qué mentirme?.

La veo entrar como la misma muerte por esa puerta, con una pequeña bolsa negra en las manos, su alma y la mía. Mientras yo me hago videos mentales de aquella noche, recuerdo fugazmente cada cosa, lo que le dije, lo que le ofrecí, la manera en que me rechazó, lo que utilicé para que fuera mía, el coche que robé para escaparme con ella al ser descubierto por el dueño del bar, recuerdo y siento los aruñones en la espalda, el sexo a su lado, la inconsciencia de su mirada, su piel, cada cosa, cada sensación por extraña y retorcida que parezca, el momento en el que arrollamos al policía, también ese instante en el que huí, sin dejar rastro, simplemente desaparecí, era lo mejor, lo mejor para mi.

¿Me está mirando?, se ha detenido en eso, en mirarme como al demonio, como a lo que más se desprecia y se desea expulsar; me devoraba con sus ojos, estaba dentro de mí, pero no me atemorizaba. Yo soy un jurado, un intachable servidor de la justicia de este atrofiado país, y así ha de ser siempre, por eso mi voto, sobre mis cualidades, sobre mi moral y mis creencias la declaro culpable de ser tan inocente, de ser parte de la sociedad colombiana.

Es el momento, leer el fallo, el que yo mismo escribí, acabar con su vida y continuar con la mía, hoy puede ser el momento de ser libre, de decir que si hago parte del sistema, que soy lo mismo de horripilante que él; decirlo con orgullo.

Estoy en frente de esta gente, de ella y sus ojos acusantes, abro el sobre, se hace una atmosfera de silencio, estoy listo, y ahora puedo gritar - ¡Soy Culpable! –

¿Qué?, si, eso escribí, eso dije, eso escucharon, me miran, ella deja caer las cartas, todas con la misma letra, con la misma que escribí mi confesión. Soy culpable.

LO QUE CUENTA LA MUERTE ANTES DE MANDARTE A DORMIRWhere stories live. Discover now