Ha transcurrido una quincena desde la tregua, y todo parece haber vuelto a la normalidad en las trincheras alemanas. Pero la mente de Paul era un mundo aparte. No podía dejar de pensar en Henry... En aquella noche.
Se repetía a sí mismo que todo fue fruto de la necesidad y que nada de lo que sentía era real. Pero ahora, esas noches de frío invierno en las que se encerraba en las letrinas, las pasaba pensando en Henry, y no en Sarah como antes.
¿Qué había cambiado? ¿Cómo podía un hombre provocar cosas tan fuertes en él? ¿Acaso podía una sola persona cambiar tu forma de pensar y de sentir en tan sólo una noche?
Si algo estaba claro, es que aquel muchacho inglés había distorsionado por completo la visión del mundo de Paul.
No podría decir que mirase a otros soldados con deseo, pero sí había aprendido a apreciar ciertos elementos que antes carecían de importancia. Y sobretodo, daba igual en qué pensara, todo le recordaba a él: El vapor de las cocinas se asemejaba enormemente al humo de aquellos cigarrillos compartidos, y el crepitar del fuego, al calor que tanto anhelaba.
Llegó a preguntarse incluso si Henry pensaría en él tanto como Paul lo hacía. Parecía el típico juego de niñas que cada verano transcurría en el pueblo: "¿Le gustaré? ¿Sentirá lo mismo?"
Se sentía ridículo.
Un golpe en el hombro le hizo volver a la realidad: Eric. De todas las personas con las que podría haberse encontrado, tenía que ser su hermano quien diera con él.
- No te vi en el partido -afirmó al apoyarse sobre el pequeño muro de tierra que había improvisado Paul días atrás. No hablaba en tono acusatorio, pero sus palabras sí que poseían cierto deje de reproche.
- Estuve... -su mente elaboró una excusa rápidamente, la primera que se le ocurrió- vigilando. No quería dejar solo el campamento.
- No iba a pasar nada. Para ellos también era Navidad.
- Pero podría no haberlo sido -comentó Paul, girándose hacía él para que éste le mirase, y observar su reacción- No me fío de esos ingleses -añade con fingido desprecio.
Eric alzó una ceja, observando detenidamente su rostro de forma analítica. Por un momento, Paul no pudo evitar pensar: "Lo sabe. Lo sabe todo."
- ¿Hay algo que quieras contarme, Poli?
Paul negó rápidamente, pasando por alto que el chico había empleado aquel apodo que, sabía, tanto le molestaba.
Eric hizo una pausa, tomándose unos segundos antes de hablar de nuevo.
- ¿Recuerdas el día en que padre nos llevó a pescar al lago Königssee?
Él asintió, sin entender a qué venía aquella pregunta o qué pretendía su hermano con todo aquello.
- Al volver a la tienda -continuó su historia Eric- la comida había desaparecido. Tú eras el encargado de guardarla en el baúl, y juraste y perjuraste haberlo hecho, pero tanto padre como yo sabíamos que no era verdad. Es algo que te ocurre desde niño: cuando mientes, se te forma un pequeño hoyuelo en la mejilla derecha.
Paul llevó inconscientemente su mano hacia ahí... Pero Eric se limitaba a mirarle fijamente, antes de seguir hablando:
- Aquel día padre decidió creerte. No porque no hubiera pruebas en tu contra, sino porque era lo más fácil. Al fin y al cabo, sólo eras un niño. Ahora, Paul, ya eres un hombre -hizo una nueva pausa- Pero yo voy a creerte... Porque confío en ti.
- Gracias... -murmuró un aún confuso y perplejo Paul.
- Por favor, no me defraudes.
Dicho esto, Eric le dio unas palmadas en el hombro a su hermano, y volvió al interior de las trincheras.
Paul suspiró. Su mente era como un torbellino en aquellos momentos; ideas que iban y venían, y no le dejaban pensar con claridad.
Todo lo que Eric había dicho era cierto, tanto la historia del lago como, por desgracia, lo de su hoyuelo en la mejilla. ¿Pero es realmente mentir si ni tú mismo conoces la verdad?
Tenía que hacer algo; algo para despejar sus dudas de una vez por todas. Y la única forma que se le ocurría para lograrlo, era yendo directamente a la fuente del problema: Henry. Lo cual generaba nuevos obstáculos, ¿dónde estaba él y cómo podría encontrarle? Y lo que era más importante, ¿cómo salir sin levantar las sospechas del General Wolfsohn?
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Alto al Fuego
Historical Fiction24 de diciembre de 1914. Primera Guerra Mundial. El ánimo decae en las trincheras alemanas. Es entonces, cuando deciden celebrar la Navidad. Para su sorpresa, los ingleses se unen a la fiesta. Y es en ese preciso momento, cuando todo cobra sentido...