Sus amigas llegaron a las doce a.m. en punto para festejar su cumpleaños, otro cumpleaños que pasaría separada de su novio, que vivía al otro lado del mundo, otro cumpleaños en el que debía fingir ser feliz y estar disfrutando de la fiesta cuando lo único que quería hacer era sacar a todos de su casa y abrazar una almohada mientras lloraba.
Su cumpleaños era la época en la que más sufría la falta de su novio, que había quedado en Argentina mientras que sus padres se habían mudado a España y la habían arrastrado hasta allí sin importarle las personas importantes que dejaba allí.
Revisó su celular más de una vez, esperando un mensaje, una llamada, algo que dijera que su novio no había olvidado su cumpleaños, pero su esperanza se debilitaba a medida que el tiempo pasaba y el buzón seguía vacío y él seguía sin conectarse.
Agobiada por la situación salió fuera de su casa y se sentó sobre el césped que su papá había podado el día interior, sentía frío, pero no le importaba, sólo quería estar sola y sufrir en silencio.
Unos minutos después una campera de cuero con un olor súper familiar se posó sobre sus hombros mientras la voz que se soñaba con volver a escuchar le susurraba la canción del cumpleaños feliz al oído, sobresaltada abrió sus ojos encontrándose con el dueño de sus sueños y deseos más profundos sosteniendo un cupcake decorado con sus colores favoritos y una vela encendida, que ella sopló cuando él acabó de cantar.
Enseguida las lágrimas se hicieron presentes y empezó a llorar, pero no de tristeza sino de emoción, sin perder más tiempo lo abrazó con fuerza mientras escondía su rostro en el pecho de su novio, aspirando ese olor que se podía decir que era su droga.
Ahora sí se podría decir que era un cumpleaños feliz, la persona que amaba cruzó la mitad del mundo sólo para aparecer en su cumpleaños y que pudieran pedir sus tres deseos juntos al soplar la mágica vela de su cumpleaños.
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Antología.
RandomAntología de historias cortas, fragmentos de historias sin terminar, borradores, cartas.