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YoonGi se mantuvo bajo sus frazadas, cubriéndose el cuerpo entero con estas y temblando del terror que habitaba en su cabecita. Cerró los ojos con fuerza, intentando eliminar los feos pensamientos de su mente, pensando en cosas lindas, tal y como su mamá le había enseñado.

Una pesadilla, nada más. Fue sólo un sueño feo, muy feo y tenebroso, uno en el que su madre era capturada por las garras de un monstruo enorme y horrible, con ojos rojos y de apariencia bastante corpulento, unas astas saliendo por detrás de su espalda y una lengua larga y asquerosa que contenía un veneno peligroso. Él había intentado moverse para salvarla, pero no pudo. Por alguna razón, su cuerpo no reaccionaba a los movimientos que quería hacer en aquel sueño, exasperándolo.

Cuando despertó de aquella pesadilla, lo primero que vió fue completa oscuridad en su habitación e, instantáneamente, se tapó hasta la cabeza con su mantita, haciendo completo silencio por si los monstruos lo oían y lograban encontrarlo.

Su mami estaba en la cama, durmiendo en su propia habitación. Esto porque, según ella, no podía dormir siempre junto a él, y debía de dejar de necesitar estar junto a ella si quería ser un hombre grande que pudiese defenderla de los monstruos (y a él también).

Una rama comenzó a golpear la ventana, causando más temor en el pelinegro y creando miles de imágenes de la posible criatura horrorosa que ahora se hallaba esperando a que la manta de Peter Pan dejase de cubrir el cuerpo de su presa, ansioso al otro lado de la pared azúl, aquella decorada como un cielo estrellado y con planetas de juguete rondando sobre la cabecera de su cama en una decoración que había fascinado al pelinegro la primera vez que observó su habitación terminada.

Escuchó un sonido extraño debajo de su cama, un gruñido poco audible pero que logró asustarlo a tal punto de sobresaltarlo, haciéndolo temblar y sollozar con temor.

Perritos, gatitos y dragones. Perritos, gatitos y dragones...

El dulce sonido de los cascabeles.

—¡BUH!

El pequeño azabache se quedó sin aire y con el corazón latiéndole a mil por segundo cuando un curioso rubiecito levantó las mantas, asustándolo de la manera más horrible. Sus pequeños ojitos ahora se veían enormes al mantenerse tan abiertos del susto que JiMin, el pequeño desconocido, le otorgó con diversión.

La risa del niño de ojitos bonitos se oyó suave y dulce entre las cuatro paredes de la habitación, pues el pequeño no quería hacer mucho ruido para no despertar a la madre del mayor, y eso que tenía que soportar las grandes carcajadas que se amontonaban en su garganta.

—Ah... —Suspiró, secando pequeñas lagrimitas de la risa— Debiste ver tu cara, tonto, tenías una cara de —Imitó la expresión del pelinegro, exagerando un poco la realidad. Volvió a reír cuando, al observar la cara de espanto plasmada en el antiguamente sereno rostro de su nuevo amigo, pensó que había sido demasiado brusco — Oye... ¿Estás bien? Sólo era una broma.

—¿Qué ha-haces aquí? —el pálido que ahora parecía tener menos color de lo que antes pudo tener, tragó saliva, obligándose a calmarse, pues ya todo estaba bien.

—¿Por qué tenías taaaaanto miedo? —Alargó las letras de forma infantil, ladeando su cabecita.

—Qué te importa.

—Por algo te pregunto.

YoonGi suspiró, comenzando a explicarle toda la horrible pesadilla que tuvo hace unos minutos, sin contar el temor que tuvo al despertar y el porqué de que el menor lo encontrase bajo frazadas y temblando. Obviamente, nada de eso sería revelado, era su secreto y no quería que su menor lo viese como un devilucho.

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⏰ Última actualización: Jun 13, 2018 ⏰

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