La mirada del pelinegro se mantenía atenta a la puerta de roble oscuro. Oía golpes, sonidos bruscos, gritos y sollozos, todo proveniente de la planta baja. Escuchó un sonido seco y fuerte que lo hizo esconderse más bajo su mantita de Peter Pan, esa que su mamá le había regalado la navidad pasada y que amaba completamente.
La obscuridad era mucha, sentía una sombra constante sobre él que lo atemorizaba, un terrorífico golpeteo en la ventana y la tormenta oyéndose suave fuera de la casa. Sus ojitos se aguaban y un pequeño puchero se formaba en sus labios de manera inevitable: eran los monstruos otra vez.
Sin darse cuenta, había empezado a llorar, y ahora sus adorables mejillas naturalmente pálidas estaban llenas de sus saladas lagrimitas. No le gustaba el sabor de sus lágrimas. No le gustaba llorar. Quería ser un hombre fuerte para proteger a su mami, pero siempre que los monstruos se acercaban a él y los gritos de ese hombre malo al que odiaba mucho se intensificaban, sentía su vista nublarse y un horrible nudo en la garganta formarse hasta que ya no podía soportar más.
Nunca podría defender a su mamita si seguía siendo un niño llorón, él quería ser un niño valiente como Peter Pan, enfrentar a barba negra y salvar a su madre de la horrible celda en el barco de aquél horrible capitán que la aprisionaba. Quería volar, viajar a Nunca Jamás y vivir para siempre con su mami junto a los niños perdidos y a Campanita.
Él creía en los monstruos y princesas de castillos encantados, en las hadas madrinas, en los unicornios, pegazos, duendes, brujos y animales que hablan, en Papá Noel, en Los Reyes Magos y en el Ratón Perez. Él creía en cuentos de hadas. El creía en el "y vivieron felices para siempre". Y él creía en nunca dejar de creer en la realidad de sus sueños.Otro golpe seco. Silencio absoluto. Pisadas y más pisadas, un gruñido pavoroso que hizo temblar sus huesos y, al final, la puerta cerrándose con brutalidad excesiva
Más silencio.
Más lágrimas temerosas descendiendo de sus ojitos negros.
Más miedo a que los monstruos existiesen.
Más temor a que su madre no entre por esa puerta y lo abrace como la noche anterior.
Más pánico a hallarse solo.
Más recelo a que las hadas no existan.
El dulce sonido de los cascabeles.
—¿Por qué estás llorando?
Su cuerpo pegó un pequeño saltito al oír una dulce voz susurrarle al oído. Giró lentamente la cabeza, pegando otro salto al ver claramente un niño detrás suyo, haciéndolo caer de su cama que provocó un innecesario dolor en su cabeza azabache.
—Auch... —Se quejó el pelinegro, sobando su cabecita con sus pequeñas manitos níveas.
—Lo siento, ¿te asusté?
Observó la mano que el desconocido le extendía y, recordando las palabras de su madre al decirle que "no hablara con extraños", se giró, dándole la espalda e ignorándolo, aún sentado sobre la alfombra de Cars que le regaló su mamá cuando se mudaron.
Entonces, recordó por lo que lloraba, y continuó haciéndolo sin importarle la presencia de ese intruso que no supo de dónde salió.
—¿Por qué sigues llorando?
Lo ignoró nuevamente.
—¿No me vas a contestar?
Otra vez.
—¿Cómo te llamas?
Y otra vez.
—Soy Jimin. Lo siento por asustarte.
Luego de que aquella agraciada voz fuese enmudecida, oyó el sonido de la ventana siendo abrierta. Por pura curiosidad pueril, se giró para observar cómo el niño que desconocía por completo se asomaba para salir por ahí. Recordó la gran tormenta que había afuera, generando en él la necesidad de un salto para correr a tirar al tal Jimin dentro de su habitación nuevamente y observarlo con el entrecejo fruncido de la forma más tierna posible, pero intentando verse lo más "hombre grande" posible.
—¿Qué haces?
—Está lloviendo. —Contestó, secando sus lagrimitas con la manga de su pijama.
—¿No quieres que me vaya?
Una sonrisita se instaló en el rostro de Jimin. YoonGi levantó la mirada del suelo, observando ahora al pequeño frente a él, que parecía ser menor. Se sorprendió al notar los rizos rubios y mojados por la lluvia caer sobre sus tiernos ojitos dorados, su piel de un tono albo visiblemente suave, sus gruesos labios rosados que parecían brillar, su pequeña nariz botón algo roja y adoranle. Nunca había visto a un Coreano con cabello rubio y menos con ojos dorados tan brillantes como el oro, pero a diferencia del último, estos cargaban inocencia, pureza, él poseía unos preciosos ojos acendrados a pesar de que YoonGi no supiese qué significaba es . Tampoco había visto a un niño tan adorable, sus ojitos desaparecían cuando su sonrisa se ensanchaba, permitiéndole observar la blanca dentadura que éste poseía junto con un tierno diente chueco que sólo lo hacía ver más lindo.
—¿Por qué me miras tanto? —Preguntó divertido, ladeando la cabeza como un tierno animalito confundido, aún con la sonrisita en su rostro.
—Nada.
—¿Cómo te llamas?
—YoonGi.
—¿Cuántos años tienes?
—Ocho.
—¿Te gusta Peter Pan?
—Si.
—¡A mi también! ¿Y Cars?
—Si.
—¡A mi ig-
—Lo siento, bebé. Hoy dormiré en mi habitación, ¿si?
La pelinegra ingresó al cuarto de su hijo, sobresaltando a este ante la aparición repentina de su madre. Yoongi asintió simplemente, intentando aguantar un tierno puchero y fallando en el acto cuando su mamá entró por la puerta e interrumpió al niño de lindos ojitos, aunque tampoco quería que ella se fuera, pero se había estado divirtiendo con el tonto chico desconocido.
— ¿Con quién hablabas? —Consultó curiosa la mujer, habiendo oído detrás de la puerta la voz de su hijo cuando ella se acercó a hablarle.
—Con Jimin.
—¿Quién es Jimin?
YoonGi se giró para apuntar al rubiecito que había estado frente a él todo el tiempo, pero cuando lo hizo, no encontró a nadie, sólo el frío viento de fuera chocando contra su rostro.
¿Dónde estaba el lindo rubio de ojitos bonitos y sonrisa adorable?
Su madre se limitó a sonreír enternecida, observando al peluche que tenía su pequeño frente a él e imaginándose una adorable conversación entre su hijo y el muñeco. Se aproximó hacia él, no sin antes asegurarse de que la ventana se mantenga cerrada para evitar futuros resfríos y ocultando los nuevos moretones en su cuerpo de la inocente visión de su hijo. Arropó al menor y besó su frente, sonriéndole con dulzura maternal, sintiendo la calidez en su pecho que le decía con seguridad resquebrajada: "aguanta un poco más, por él".
—Que sueñes con los angelitos.
Bueno, este fic lo estoy escribiendo desde hace una banda, pero no lo quise subir porque quería hacer varios capítulos antes para no acabar abandonándolo por no tener tiempo/ganas para escribir ah. La semana que viene subo otro capítulo que seguramente voy a editar para que quede más piola.
Espero disfruten esta mierdita♡
ESTÁS LEYENDO
Daydream -ym.
Fanfiction"En cada momento horrible de su vida, siempre que su mirada se posa en sus hermosos ojos amarillentos similares a los del adorable felino que lo acompaña, cuando la luna llena alumbra la pacífica obscuridad de la noche; siempre de los siempres y nun...