PRÓLOGO

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Sabía muy bien que hoy sería la última vez que la vería. Que después de hoy, no podría volver a tenerla entre mis brazos, o escuchar su risa cuándo le cuento uno de mis chistes tontos. Ya no vería sus bellos ojos color chocolate que me alegran después de un mal día. Lo que no sabía es como le diría que me iría a estudiar a Madrid terminando el verano.

Pero ya no había marcha. La solicitud de beca en el EFTI había sido aceptada, y mis padres no dejarían que la rechazara. Ni siquiera por Fer.

Cuando mi padre había sido ascendido en su trabajo, le habían asignado un puesto como director general de las nuevas oficinas en España, me sugirió aplicar para una beca en el Centro Internacional de Fotografía y Cine. Y aunque la idea me gustaba, tenía la esperanza de no ser aceptado y poder quedarme aquí en México. Pero no fue así. En julio, justo una semana después de cumplir 3 años de novios con Fer, me llegó a mi correo la carta de aceptación. Desde entonces he estado pensando como le diría a Fernanda que debía irme. No quería terminar con ella, sin embargo, no sabía si sería capaz de llevar una relación tan a larga distancia. Pase noches enteras preguntándome cual sería la mejor manera de decírselo, pero no se me ocurría nada. Así que me fui por la salida más rápida; no decirle nada. Y ahora, dos semanas antes de irme, mi novia seguía con la idea de que estudiaríamos juntos la universidad. Aunque no era así. Por desgracia.

-Sabes – dijo recargando su cabeza en mi pecho – quisiera que el verano no terminara pronto. Han sido las mejores vacaciones que he tenido en mucho tiempo. Casi no puedo esperar para empezar la universidad. Quiero decir, quién se imaginaría que después de todo lo que nos sucedió en la preparatoria, y de ser casi unos desconocidos, terminaríamos estudiando juntos.

-Fer, yo... hay algo que debo decirte... - tomé sus brazos y me separé de ella, la vi a los ojos, y ella me dedicó una tierna sonrisa. No, no podía acobardarme, no esta vez. Después de todo lo que me ha dado, merece al menos saber que me iré – Fernanda, yo... Yo no estaré contigo en la universidad.

- ¿Cómo? ¿De que hablas? ¿Por qué me dices eso? – su rostro reflejaba confusión. Tenía el ceño fruncido, y aquella cálida sonrisa desapareció de sus labios.

-Yo... me iré a estudiar a Madrid. A mi padre le ofrecieron un puesto como director general de la empresa donde trabaja en su nueva sede. Pero esta es en España. Mis padres me dijeron que sería buena idea aplicar para alguna universidad allá. Y eso hice, aunque siempre tuve la idea de que no me aceptarían y podría quedarme contigo. Pero en julio me notificaron que había sido aceptado y...

- ¿Julio? ¿Y hasta ahora me lo dices? – me interrumpió ella. Por la mirada en sus ojos, sabía que estaba molesta. Y no la culpaba, después de todo, le había ocultado algo así- ¿Pensabas decírmelo si quiera? Sabes que, olvídalo, es mejor dejar así las cosas– Fernanda tomó sus cosas del sofá y salió de la casa. Molesta, sin darme oportunidad de hablar.

Los siguientes días me la pasé intentando hablar con ella. Iba a buscarla a su casa, le llamaba por teléfono, incluso me subí hasta su ventana para poder hablar con ella. Pero sabía mejor que nadie que, si Fernanda Morales decidía dejar de hablar con alguien. Lo hacía para siempre. Y eso fue precisamente lo que ella había decido conmigo. O al menos eso pensaba.

El día que mis padres y yo viajaríamos a España llegó. Nuestro vuelo salía a las 3 de la tarde, pero debíamos estar a medio día ya en el aeropuerto. Por lo que saldríamos temprano hacia la Ciudad de México.

Miré por ultima vez el que había sido mi cuarto durante 18 años. Sin muebles ni decoración se veía tan vacío, tan triste. Salí al escuchar el claxon de la camioneta de mi padre apurándome.

Subimos las últimas maletas a la cajuela y papá encendió el motor. Pero justo antes de arrancar, una figura familiar se paró justo enfrente de nuestra camioneta.

Con su cabello suelto, y el uniforme de la preparatoria dónde nos conocimos, estaba Fer sosteniendo un cartel que decía ''Lo siento''.

Mis padres me miraron y ambos sonrieron asistiendo, ellos sabían que tenía que despedirme como es debido de mi novia.

-David yo, lo siento, no debí enfadarme de esa manera, y tampoco evitarte. Podíamos haber pasado más días juntos, pero mis tontos berrinches me lo impidieron, y ahora te vas a ir y ya no... - la besé.

La besé intentando transmitirle todo el amor que sentía por ella. Todo ese amor que había despertado poco tiempo después de volvernos amigos. Quería que supiera que la amaba, que a pesar de la distancia o el tiempo, todo esto siento por ella no desaparecerá.

-Volveré. Te juro que un día volveré por ti. No te pido que me esperes, porque sería injusto. Solo te digo que no te olvides de mí, porque yo no lo haré de ti. Y que siempre tengas presente, que pase el tiempo que pase, volveré. E intentaré enamorarte de nuevo.

Ella no dijo nada, solo me abrazó. Y yo a ella. Ese fue el más cálido abrazo que me habían dado. Un abrazo que así pasaran los años, estoy seguro que no sería sencillo olvidar.

Recuerdos de un amor perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora