Se encontraba en un desierto, y caminaba. No sentía calor, ni cansancio. Tampoco sabía dónde se dirigía, pero solo sabía que tenía que seguir. El abrasador sol cubría una deslumbrante circunferencia en en el cielo azul.
Por alguna razón, Kiru empezó a correr más rápido que nunca; corrió varios kilómetros, con sus descalzos pies hundiéndose en la arena del desierto, subiendo y bajando dunas. Llegó a una duna particularmente alta, y apoyó los brazos sobre las rodillas para recobrar el aliento. Después de unos minutos, se enderezó y encontró lo que andaba buscando. A unos ochocientos metros de donde se encontraba, había unas vías de un tren. Kiru se quedó mirándolas durante unos minutos. Luego, bajó la duna corriendo y echó a andar hacia las vías del tren.
Llegó a su destino, y contempló los hierros pulidos por los que pasaba el tren. El sabía que en algún momento el tren tenía que pasar pues si no, ¿para que iba a estar allí? Obviamente el tren tendría que atropellarlo.
Cómo si este hubiera leído sus pensamientos, el tren emergió del horizonte. Kiru se quedó mirándolo y soltó una carcajada dulce, una carcajada de niño, "así que por eso estoy aqui" pensó Kiru "mi vida va a acabar atropellado por un tren. Bueno, al menos es un buen sueño."
Kiru se situó dentro de los hierros del tren, y sonrió.
El tren se acercaba cada vez más. Le faltaban unos pocos metros para atropellar a Kiru pero, y para el asombro de el niño, el tren pegó un frenazo que hizo que saltan chispas de las vías y se detuvo justo en frente de Kiru "Que raro" se dijo el niño a si mismo " este es mi sueño, y esto no es lo que yo quería que pasara. Bueno, supongo que estaré loco. Veremos como se desarrollan los acontecimientos."
Era un tren negro carbón, de ocho vagones, con la chimenea roja, de la cual no salia nada de humo y con el faro de la locomotora muy sucio. En la parte frontal de la locomotora había unas letras de oro que rezaban:
"EL TREN DE LA MUERTE"
"Bueno" pensó Kiru "esto se acerca más a lo que yo había querido soñar"
La puerta de la locomotora se abrió,y de ella salió un hombre muy alto y extremadamente flaco, con el pelo negro y largo hasta los tobillos. De rasgos finos, la nariz... Bueno, no tenía nariz; y los ojos... Bueno, tampoco tenía ojos; en el lugar donde tendrían que habitar dos ojos, había dos quemaduras, como si le hubieran clavado un cuchillo al rojo vivo. Los labios muy finos, y vestía únicamente con una falda negra y larga, muy ajustada a su cintura. Su descubierto torso, pálido y con las costillas muy marcadas, presentaba multitud de cicatrices y heridas. Su mano derecha estaba levantada y en ella portaba un péndulo que se balanceaba de un lado a otro.
Kiru mostraba pasividad total ante este acontecimiento, pues se trataba solo de un sueño ¿no? Se quedó mirándolo en silencio y expectante.
De repente, el extraño hombre hizo un movimiento brusco con su cabeza y dirigió las cuencas incineradas de sus ojos hacia el péndulo, y este se detuvo.
- Hola señor, me llamo Kirubel, y esto es mi sueño.
El hombre sonrió, y repuso:
- No, Kiru. Esto no es un sueño. Estás en tu Tierra. ¿No la reconoces? Estamos al Oeste de Mauritania, el país donde nacieron tus padres.
Kiru se quedó de piedra. Sus padres le había contado muchas historias acerca de Mauritania, y de cómo los "diablos blancos" se habían llevado a sus padres de ese país a la fuerza mientras la madre de Kiru estaba embarazada de su hermano mayor.
- ¿Donde están mis modales? Me presento: mi nombre es Gabriel de Az, Comúnmente llamado "La Muerte" por los seres humanos. Mi trabajo es llevar a las almas de las personas fallecidas al Nirvana, en la religión budista, El Cielo en la religión cristiana, pero en realidad mi hogar se llama Caí Paraquel. Es un lugar maravilloso.
- Pero si no estoy muerto, ¿para que vienes a por mi? - Preguntó Kiru con tono preocupado.
Gabriel esbozó una media sonrisa.
- Eso lo tendrás que averiguar tu. ¿Vienes conmigo? - Le pregunto Gabriel a Kiru tendiéndole una huesuda mano de largos dedos.
Kiru dudó un instante, pero al final cedió
- Por supuesto, nuevo amigo Gabriel.
Y se montaron los dos en el Tren de la Muerte hacia Caí Paraquel.
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AMIGOS DE LA MUERTE
AdventureKirubel Abdali es un niño etiope nacido en Estados Unidos, hijo de una pareja de que fueron despojados de su hogar en Mauritania para servir como esclavos de una familia estadounidense en 1778. Kiru, que así le llaman cariñosamente sus padres, tuvo...