Aquello

38 3 0
                                    

No se cómo comenzar esta historia, tal vez sea el alcohol que tomé o el ruido de la calle que no dejan que escuche a mi yo escritor. Quiero liberarme de esto, de estas manos que me asfixian, siento que cuando acabe de escribirla me liberare, como si esas manos que aprietan mi cuello fueran perdiendo fuerza mientras relato.

Todo comienza con mi madre, una adolescente rebelde y en busca del amor eterno, con dotes artísticas y ojos cafés que reflejaban incertidumbre. Después esta mi "amado y querido padre" un canchero de tercera, un "Don Juan" de su comunidad y con un corazón para todas las damas que se pueda amar. Se conocieron por casualidad (o eso quiero creer), tenían una relación que bien se podía confundir con matrimonio forzado, de ese "gran amor" que se tenían, nací yo (producto de una posada y condón roto). Viví mis primeros meses en casa de mi progenitor (de arrimados claro está), mi madre era golpeada por un moustro feroz que rondaba por la casa, mi padre degustaba del mundo de "Alicia", había una bruja cruel que decía ser mi abuela, merodeaba una niña que mi mamá decía que era precoz, y a mí un fantasma me hacía daño.

Al cumplir 10 meses me mude a casa de mis abuelos, unas personas agradables, era muy distinto ese lugar, no era como la casa embrujada, aunque el fantasma me seguía haciendo daño. Crecí con amor y golpes, con sueños y alas cortadas, con felicidad y envidias. Todo en mi vida era rutinario, me despertaba, desayunaba, me cambiaba y peinaba, escuchaba música (de todo tipo), jugaba, comía, jugaba más, me pegaba el fantasma, me defendía un ángel, veía tele, reía y reía todo el día. Era una bailarina, una niña linda, con buenos modales, con gracia y varios talentos (era...) Todo era así, hasta que mi hermano llegó, al parecer mi madre aun veía al "Don Juan" de mi padre, quien le regaló un duende y se fue, mi vida seguía siendo la misma solo que ahora me acompañaba un duende. El fantasma, por despecho, veía a varios ogros; uno de esos ogros logró captar su atención (más de lo debido) se "enamoraron" y decidieron vivir juntos, para ese entonces yo tenía 8 años y mi pequeño duende 4 años, me di cuenta que no era un ogro, si no una sombra muy oscura.

Cuando cumplí 9 años, mi madre decidió que sería buena idea irnos con ella, aún recuerdo sus palabras:

"-Nos vamos a ir a vivir con tu nuevo papi-"

-Yo no me quiero ir- Respondía al borde del llanto

-Soy tu madre y debes seguirme-

-Es cierto, mi nena. Debes ir con tu mamá- Dijo mi amado ángel guardián, mi Abuelita.

-Estaremos bien- decía el fantasma"

Mi madre nunca me cuidaba, me tuvo muy chica (solo tenía 18 años) la que se encargaba de mi eran mis abuelos y mis tíos, no tenía ningún derecho de llevarnos con ella, pero lo hizo. El primer día todo era extraño, dormíamos en una cama matrimonial los 4, hacía mucho frío, y al llegar a casa, después de la escuela, la sombra veía cuando me cambiaba. De un momento a otro todo cambio, en la escuela había duendes malvados que me molestaban, en la cueva la sombra empezaba a mirarme raro, mi pequeño duende se volvió muy callado, el fantasma era muy agresivo, y en la noche, cuando todo era muy oscuro, la sombra me buscaba, sus manos oscuras me tocaban, esa negrura de la noche invadía mi cuerpo, mi pecho, mis piernas, mi abdomen... Todo.

"¿Porque estoy dejando que esto me pase? ¿Dónde está mi ángel guardián?"

Esa eran las preguntas de una bailarían rota. Todos los días me decía que debía estar bien, me forzaba a intentar cuidar a mi duende, me forzaba a soportarlo para que acabara rápido, le rogaba a dios que me ayudara, los golpes del fantasma ya no me dolían, los ojos de mi hermano fijos en mí, los duendes malos agredían, la bailarina se rompía un poco más, la sombra y el fantasma gritaban, yo protegía a mi pequeño duende, ese duende que es lo único que me importaba. Yo deje de hacer preguntas, mis ojos fueron perdiendo su brillo, ya no usaba vestidos, ya no sonreía, ya no soñaba, solo escuchaba:

"-INUTIL, NUNCA HARÁS ALGO DE PROVECHO, NO TE QUIERO, NO VALES NADA- Gritaba el fantasma"

Me acostumbre a eso, me acostumbre al dolor.

Cuando por fin el ángel fue a rescatarnos ya era tarde, no quedaba nada de la bailarina, no quedaba nada del duende feliz, ya no había niños, ya no había felicidad en nosotros. Todo eso duro un año terrestre, un  año que no se borrara.

En ese año aprendí muchas cosas, dios no existe, los fantasmas te pueden hacer daño y no físico, las sombras se pueden disfrazar de ogros, los ángeles guardianes a veces te abandonan, los duendes pueden ver todo lo que te hacen, aprendí a aguantar golpes, a llorar en silencio, a combatir con muchos duendes malos, pero sobre todo aprendí a ser fuerte y a que no todo estará bien.

Pasaron los años y decidí refugiarme en un mundo de fantasía, un mundo donde no te pueden hacer daño, un mundo donde no hay sombras de oscuridad. En mi vida llegaron más duendes, unos más grandes que otros; mi  propósito en esta vida y ahora es cuidar a mis duendes, que nada malo les pase, cuidarlos de los ogros, de las casas embrujadas, del fantasma, de la sombra y de los duendes malos.

Hoy me siento liberada, me siento escuchada pues tú ahora sabes mi historia y como dije al principio de la misma, las manos que me asfixiaba ya no están. Por fin se fue La sombra de la Oscuridad. 

La sombra de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora