DELUSIÓN [ZiKyung]

Acto II

Jiho se encontraba apoyado en el barandal del balcón de su habitación, el lugar donde solía refugiarse desde que era un niño, siendo la noche su compañía, aguardando horas a que sus padres aparecieran. Incluso habían días en los que se quedaba dormido allí y los gritos de Kyung le despertaban pues sabía que estaría allí tirado, abrazando una almohada de su gata Kitty. Ahora observaba las estrellas de la misma forma en la que lo había hecho ese niño mientras se envolvía con el frío del viento y el sonido de los insectos del parque, pero a diferencia de entonces, ahora el sentimiento que guardaba no era de soledad o espera, era algo diferente.

– Sabía que estarías aquí... - la voz de Kyung se escuchó y su cabeza naranja asomó desde su lado del balcón, departamentos iguales y balcones iguales, tan sólo separados por un muro delgado de yeso.

Si fuera un malabarista temerario Kyung podría saltar hacia el balcón de Jiho sin ningún problema, pero ahora sólo se limitó a hablarle y a tratar de hacerle conversación y compañía. Había pasado la tarde torturándose con una larga pregunta y su amigo debería responderla.

– ¿Qué tienes de cenar?

– Gnocchi, ensalada y caldo – respondió sin entusiasmo, sin siquiera mirarle con los ojos aun en el paisaje de la oscura capital.

– ¿Nada más? – Kyung se puso más cómodo y giró su cuerpo apoyándose de espaldas en la barandilla de cemento con los codos, quedando relativamente en frente de su amigo.

– Y arroz...

Se hizo un silencio, los bichitos a lo lejos aprovecharon ese momento para cantar un poco más alto, preguntándose si lo que realmente Kyung quería era hablar de comida. ¿Esa era la duda que tanto le atormentaba?

– ¡¿LO HICIERON?!! – Kyung gritó de la nada, sin poder contener más su curiosidad, no podía guardar más esas palabras. Jiho intentó no reír y lo logró con bastante éxito. Su rostro seguía igual de frío.

– Sabía que eso era los que realmente querías saber. Pensé que intentarías escucharnos así que no quise –Jiho cambió de postura apoyándose también en la barandilla un poco más cerca de él – No lo hemos hecho aún.

– Gracias a Dios.... – El alivio que sintió el castaño al oírle decir eso fue como un aliciente a esa duda punzante y no pudo fingir, soltó un profundo suspiro dejando caer su cabeza hacia atrás, afortunadamente sin perder el equilibrio.

***

*Ding, dong* el sonido del timbre del departamento de la familia Woo sonó resonando en todo el edificio. Era la mañana del sábado y la mayoría de los vecinos trabajaban aún ese día, parecería estar vacío, de no ser por el piso donde vivía Woo Jiho.

– Presidente Kim, Buenos días~ – saludó en un tono melodioso el alegre hijo de los Park al recién llegado.

– Kyung... ¿Qué estás haciendo aquí? – Yukwon acaba de llegar al apartamento de Jiho y al entrar a su habitación lo primero que encontró fueron los ondulados mechones de Kyung con los ojos pegados a un libro que parecía leer.

– Eh... Estoy leyendo un manga... – pronunció como algo obvio. Kim lo observó allí sentado en el piso y resopló frustrado, sin poder tragarse el descaro del supuesto mejor amigo de su novio.

– Eso puedo verlo, ¿pero por qué no lo tomas y lo lees en tu casa?

– Es problemático devolverlo, ¿sabes...? Pero no te preocupes me iré en cuanto lo acabe. Justo estoy en la mejor parte – respondió sin mirarle, pegando los ojos otra vez en el papel.

Un segundo más y Yukwon hundía uno de sus pies en la cara del más bajo, le aplastaba la mejilla después de tumbarlo al piso. El presidente era alguien con poca paciencia, eso era innegable.