Nunca había sido fan activa de las fiestas, varios factores llevaban a ello, el alcohol no se llevaba bien con mi sistema digestivo —apenas me tomaba dos tragos y ya vomitaba hasta el desayuno del día anterior—, el olor a cigarrillo me producía grandes estornudos, me enfermaba ver a chicas semi drogadas y alcoholizadas dejarse manosear de chicos idiotas y la música sonaba tan alta que debía esforzar mis cuerdas vocales al hablar, lo único que solía gustarme era poder bailar toda la noche, algo que me encantaba y hacia cada tanto, en la soledad de mi habitación cabe destacar.
Le había estado dando varias veces vueltas al asunto, el hecho de que Russell Doms me invitase a una fiesta causaba un extraño revoltijo en mi sistema nervioso, los vellos se me erizaban e incluso me sudaban las palmas, lo admitía, estaba nerviosa, no tenía ni la menor idea a qué clase de evento me llevaría, un tipo de porte como Doms no frecuentaba lugares donde sonaba música clásica, todo lo contrario, los piercings plateados que tenía en ambas orejas, uno que decoraba el lado derecho de su nariz y otro en forma de medio arco que adornaba su fosa nasal izquierda, los múltiples tatuajes que tenía a lo largo y ancho de ambos brazos y de por sí, su aura de chico malo, daba a entender que te llevaría a carreras ilegales posteriormente a un motel de mala muerte; y por extraño que parezca, tenía mis esperanzas en que me equivocase.
Quizás uno de mis mayores defectos —y virtud, según cómo se mire— le tenia demasiada esperanza a las personas.
—Ya nos vamos Mer, me gusta lo que has escogido, espero que no te lleve a ver como degollan a alguien— agrego un tanto seria Hilary, sabía que no le agradaba la idea de que saliese que Russell, les sonreí a ambas mientras me tiraban besos, cerraron la puerta de mi habitación no sin antes escuchar— ¡Si te trata mal, se la corto!
Sonreí, nunca podría vivir sin estas chicas.
Hilary, a pesar de lo poco que llevaba conociéndola, se había vuelto una persona indispensable en mi vida. A los pocos días de tratarla me había parecido el espécimen más raro del mundo, por varias cualidades, llevaba una revista de moda a donde sea que fuese, utilizaba tacones de manera excesiva para la salud y era una casanova experta, orgullosa y que jamás sentaría cabeza —palabras de ella, no mías—, sin duda todo lo contrario a Megan, la cual venía conociéndola desde el Kínder Garden, al igual que todas las mujeres, le encanta vestirse a la moda pero tenía una pequeña obsesión con los vestidos, era la más nerviosa de las tres al igual que la más pervertida, compartimos el mismo amor por el bailé y el odio al café, la diferencia entre ella y yo era tan clara como en agua, mi amiga vivía metida en fiestas.
Saliendo de mis pensamientos, repare en la hora que eran, faltaba menos de treinta minutos para tener a Russell en la puerta de mi casa, volví mi vista al vestido que usaría. Era de tela blanca fina, tenía tiros gruesos y poco escote, a los lados estaba trenzado, dándole ese toque sensual que jamás me había caracterizado, pero, no había nada de malo intentar algo nuevo ¿no?, sin preámbulos cambie mi toalla por la prenda combinándolo con unas sandalias bajas doradas. Mi cabello corto lucia con el típico volumen extra que lo caracterizaba, hubiese preferido tener el tiempo suficiente para alisarlo un poco pero sabía que iba sobre la hora por lo que simplemente decidí peinarlo.
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Pedazos | Overcome I | Mc'Conner
ChickLitEngaños, traiciones, un corazón roto y mi hermano en la carcel. Todo por él. Él rompe. Él destruye. Él te hace pedazos. Russell Doms llego a mi vida y la hizo añicos, dejándome rota, en mil pedazos. ❥ -No me ames, América, porque por más que y...