Unos suaves maullidos se hicieron escuchar.— ¿De dónde vienes? — continuó acariciando el cabello del chico. — ¿Quién eres? — preguntó con dulzura.
El chico lo miró, con curiosidad ladeó su cabeza.
El propietario de la casa volteó a ver su calendario.
— Mañana es veinticuatro de diciembre.
Dudoso se fue a ver la cocina.
— ¿Qué puedo preparar para la cena?
Con un tanto de preocupación observó al antiguo gato.
— ¿Tú te quedarás para navidad?
El joven maulló.
— Lo tomaré como un sí.
— Na ... Nia ... Niavidad.
El chico se quedó boquiabierto.
De repente, comenzó a brincar de la emoción.— ¡Oh, estás hablando!
Sin pensarlo dos veces se lanzó a abrazarlo.
— ¡Muy bien, excelente!
Al separarse del abrazo, le sonrió felizmente.
— ¡Haré algo muy rico para la cena! ¡Ya lo verás! ¡Te gustará!
Rápidamente el chico se fue a la cocina, dejando al otro en la sala.
Sin perder el tiempo, el novato exploró el lugar, viendo con detenimiento y saltando sobre los muebles.
Tras un largo rato, terminó por disfrutar de la vista de la ventana.
En unos minutos se verían los fuegos artificiales.Se acurrucó en el sillón, y con delicadeza, flotó su rostro con un cojín. Adornando la sala, un brillante pino de Navidad daba vida al hogar; los muchos colores se refregaban en los ojos del joven. Era cálido, era hermoso, perfecto para él.
Unos golpes en la puerta se dieron a escuchar, el minino miró a la cocina, el dueño de la casa cocinaba con total atención; no iba a abrir. Al notar aquello, el novato decidió atender, se puso de pie, y se dirigió a la entrada.
Mantuvo la mirada en la perilla, no tenía ni idea de cómo abrirla. Tras unos segundos, la entrada dio la vista a la anterior muchacha.
—¡Hola! — saludó, y dudó un poco. — ¿Eh, está Gael en casa?
No recibió respuesta, pero observó al joven que mantenía en frente. Había algo familiar en él.
— E-eh, disculpa... ¿Te conozco?
El muchacho se tensó, claro que apreciaba a su dueña, pero no deseaba dejar aquella casa; y menos al joven. Con toda la valentía, el felino decidió hablar:
— N-no...
— Oh, lo siento... — con detenimiento, miró los ojos del contrario, tan expresivos. Poco a poco bajó la mirada, en la mano del chico había una manchita, una de nacimiento, una manchita traviesa lista para delatar.
— ¡Hola! — saludó. — ¿qué te trae por aquí?
— Bueno... — miró a su vecino. — Seguía buscando a Anubis — respondió seriamente. — ...Pero creo que he terminado.
El propietario del hogar dudó.
— ¿A qué te refieres?
Un tanto sorprendida, la joven habló:
— Él... Él es Anubis.
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• Cuando escuches mis maullidos • [One-Shot]
FanficEl amor de un felino hacia un humano.